Bajo una copiosa lluvia, un automóvil negro subió al cordón de la vereda en la noche del sábado 15 de noviembre, alrededor de las 20. Según creen los investigadores, llevaba consigo los restos de Camila Merlo (26), que fueron apareciendo en bolsas negras a partir del día siguiente.
Un minuto más tarde, el conductor habría bajado el vidrio del acompañante y habría tirado una primera bolsa con un muslo hacia el microbasural de la calle Andalucía al 3100, en barrio General Urquiza, zona sudeste de la ciudad de Córdoba.
Luego habría continuado su marcha, y unas cinco cuadras más adelante, en una ermita donde hay una cruz pintada con látex blanco, habría repetido la maniobra.
Para eso habría subido el auto al parque del costado de la vía abandonada de tren, convertida en microbasural, habría bajado las ventanillas y echado dos bolsas.
Todo quedó filmado por al menos una cámara de seguridad de una vivienda de la zona, cuyo propietario confirmó estas hipótesis investigativas en diálogo con La Voz.
“Cuando supimos lo que había sucedido con el muslo que encontró un perro revisamos las cámaras y se ve muy claro cuando sube al parque con el auto y tira las bolsas”, dijo el hombre, de quien se resguarda la identidad, pero que será un testigo clave en la causa.
La horrorosa historia que hasta ahora se conocía comenzó al día siguiente, el domingo 16 de noviembre, cuando ese perro halló un muslo con un tatuaje. Peritos forenses confirmaron que era un resto humano.
La fiscala de la causa, María Eugenia Pérez Moreno ordenó un operativo en la ermita sin virgen, el pasado lunes, y el Departamento de Homicidios de la Policía halló las manos, las piernas y los pies. Toro permitió confirmar, el martes siguiente, que los restos pertenecen a Camila.
Aún falta por encontrar el torso y la cabeza de la víctima. Por el momento, no hay imputados ni detenidos.
La pista de los vínculos cercanos de Camila Merlo
Entre las tareas que por estas horas cumplen los comisionados del cuerpo investigativo, figura con prioridad uno hallar al dueño de ese automóvil negro.
Entre los investigadores se fue consolidando una premisa a partir de las pruebas que fueron obteniendo: hay dos sospechosos principales, a pesar de que la lista no se acaba aquí.
Uno de ellos es alguien del entorno más próximo de Camila. Se trataría de una persona con quien la joven mujer se veía a menudo y con quien compartía la responsabilidad de criar a su hija de 9 años, pero que no sería el padre biológico.
Según fuentes con acceso a la investigación, los testimonios obtenidos apuntan de manera coincidente a esta persona.
Los testigos narran, según cuentan los investigadores, que Camila vivía desde hace algún tiempo atrás situaciones de “peleas constantes” y “algunos episodios de violencia”.
Ahora buscan saber si esta persona puede estar, o no, vinculado con el uso del automóvil negro que fue captado por cámaras de seguridad en la zona.
Por otra parte, hay otro hombre apuntado por la pesquisa. También apareció mencionado por varias amigas de Camila como “un vínculo de proximidad”. También habría atravesado situaciones de violencia con esta persona.
Las instrucciones de la fiscalía son precisas: continuar con el relevamiento de testimonios y trabajar en el rastreo de nuevas pistas que permitan hallar los demás restos de Camila y al o los responsables.
Cámaras en el microbasural donde aparecieron restos de Camila Merlo
Hay un mapa que por estas horas se termina de reconstruir entre los investigadores que podría arrojar nuevos indicios sobre las últimas horas de Camila “la China” Merlo y está demarcado por un número de domos de vigilancia de la Policía y otras ubicadas en viviendas.
Existe un conjunto de imágenes de gran valor probatorio, que fueron captados por una vivienda próxima al sector. Ya están en manos de la Policía.
A pocos metros, otro edificio con varios compartimentos habitados tiene instalada dos cámaras que apuntan hacia el exterior. La fuerza ya cuenta con esos registros.
Del cordón de domos policiales aún no está claro cuáles funcionan y cuáles no.
El primero está ubicado en la esquina de las calles Asturias y Diego de Torres. Está ubicado en las espaldas de un hipermercado reconocido de la zona.
Luego hay otro domo a 700 metros, en Alejandro Danel y Diego de Torres. La zona es oscura y desde allí no se alcanza a visualizar el punto donde el automóvil habría subido por primera vez al terraplén.
Y siguiendo la misma línea que marca el contorno de la vía del tren, con dirección hacia el sudoeste, hay otro domo a unos 400 metros, en la esquina de Alejandro Danel y Montes de Oca.
Sin embargo, aún no se confirma de manera oficial si estos domos están “encendidos”.
“Acá hay pocas luces. Casi que vivimos en las penumbras. Y cuando se roban los cables que apagan todas las luces, como pasó el jueves 13 de noviembre, también atacan a los domos policiales y los rompen”, dijo un comerciante de la zona.
La vida de Camila Merlo y el pedido de justicia
“La China” tenía 26 años y una historia marcada por las adversidades desde muy joven. Había llegado a Córdoba a los 13 años, tras un episodio de violencia sexual que, según relató su madre, marcó su vida y la empujó al consumo problemático de drogas.
Desde entonces, alternó estadías con su madre, amigas y conocidas mientras intentaba sostenerse económicamente en condiciones extremadamente vulnerables.
Su entorno la describe como una joven solidaria, alegre y muy querida entre las trabajadoras sexuales de la zona, que la llamaban “la Tía” por su tendencia a cuidar a otras mujeres y a sus hijas e hijos.
Con el correr del tiempo, Camila pasó a deambular entre barrio General Urquiza, la zona del hipermercado y las inmediaciones de un banco.
Allí solía reunirse con personas de su círculo más cercano, en medio de un cuadro severo de adicciones que la hacía desaparecer por días.
Sus amigas y allegadas insisten en que, pese a las dificultades, Camila buscaba cariño, contención y una oportunidad para salir adelante.
Su madre, Moira Merlo, ahogada en el dolor, reclama que el Estado no la asistió cuando pidió ayuda para su hija y pide justicia para que la muerte de Camila no quede impune. También sostiene, junto a su abogada, Daniela Morales Leanza, el pedido formal para actuar como querellante.
El padre biológico de la hija de Camila, Lucas Emiliano Usandibares, se sumó a esa búsqueda de justicia. Declaró ante la fiscalía y también pidió ser querellante para acompañar el proceso y garantizar el esclarecimiento de los hechos. Lo representa el abogado Carlos Nayi.
A la voz de la familia se suman las trabajadoras sexuales organizadas en Ammar Córdoba, amigas y allegadas de Camila, quienes ya realizaron dos marchas y reclaman que la causa se investigue como un femicidio.
“Basta de matarnos”, expresan, en un reclamo que trasciende el caso de Camila y expone una vez más la violencia que atraviesa a las trabajadoras sexuales.
