Una foto en el Facebook de Leila Brenda Belén Torres (24) dice: “Nací para ser libre, no asesinada”. La publicación es del 8 de septiembre de 2020. Cinco años más tarde, esa frase cobró un sentido brutal, trágicamente premonitorio.
En un acto de violencia inenarrable, la joven fue asesinada, descuartizada y arrojada en bolsas de consorcio en una zona descampada del noroeste de la ciudad de Córdoba.

El viernes pasado hallaron sus manos y sus brazos. Este lunes, dos pantorrillas y dos pies.
Los hallazgos se vienen dando a la vera de la colectora de la Circunvalación, entre el Tropezón y el estadio Kempes, una zona de alto movimiento.
El horror crece a medida que se revela la dimensión de la barbarie.
El fiscal de instrucción Horacio Vázquez tiene a cargo la causa. Con su equipo de investigadores, trabaja en el repaso de las filmaciones de cámaras de seguridad y entre las pistas que se apilan en su despacho. Por ahora no hay imputados. Tampoco detenidos.
Brenda, como la llamaban todos, era la menor de una familia numerosa y desestructurada, nacida en la ciudad de La Calera pero criada entre los márgenes de Villa El Tropezón y de Villa Urquiza, dos barrios golpeados por la pobreza y por la violencia estructural.
Su madre, Graciela Paredes, y su padre, Roque Torres, no pudieron evitar para ella una vida signada por las carencias desde muy pequeña.
En su infancia no hubo estabilidad: apenas comía cuando alcanzaba, y un techo frágil que se desarmaba con la misma facilidad que sus vínculos familiares.
Con el paso de los años, el entorno le fue moldeando un destino duro.
En el corazón del barrio El Tropezón, Brenda cayó en el policonsumo: primero “algo chico”, como dicen sus allegados, y, luego, “el pipazo”, la droga de los pobres, terminó de atraparla.
Una adicción cruda, cotidiana, que no perdona ni espera.
Brenda Torres: de la pobreza a vivir en la calle
Vivía desde adolescente en situación de calle, deambulando entre casas de conocidos, grupos de amigos y rincones de la ciudad donde se refugiaba con lo justo.
Dormía donde podía. Comía cuando podía.
En los últimos años, esa condición nómade se había consolidado.
Quienes hoy piden justicia por ella ayer no pudieron sacarla de la droga que la consumía, o de la falta de rumbo claro que la exponía a diferentes problemáticas.
“A veces necesitaba fumar varias veces al día. Se le iba la vida ahí”, relató un pariente suyo.
Y aunque su familia tiene un perfil de “gente trabajadora y honesta”, como insisten varios vecinos, Brenda en alguna oportunidad robó para saciar su necesidad de consumo.
Al parecer, eran robos menores: una pala, alguna herramienta de jardín. No hay antecedentes mayores. Pero esto fue suficiente para que terminara demorada por la Policía. Estuvo detenida al menos una vez.
En esa ocasión, su madre pidió ayuda a la Justicia. Suplicó que alguien hiciera algo.
“Les pidió que la internaran, que no podía más con la adicción de su hija. Estaba desesperada”, dijo alguien de su entorno.
Su padre, Roque, también buscó contención en su iglesia evangélica y en asociaciones de ayuda para personas con consumo problemático.
Pero ni el Estado ni ninguna red pudieron hacer algo por Brenda. Quedó a la deriva, sumida en la droga y en la marginalidad más inhóspita, según reconocen sus allegados.
Como tantas, la familia Torres es amplia y compleja. Algunos de sus hermanos también sufren de adicciones. Uno de ellos está preso.
Una hermana está en la misma situación de consumo que Brenda. Sin embargo, también hay primas que lograron otro camino y que durante algún tiempo fueron contención de la joven víctima, aseguran en su entorno.
“Algunas de las primas están en un equipo de fútbol femenino barrial, creado por mujeres, y esto las mantuvo lejos del consumo. Juegan en ligas interbarriales”, contaron referentes de Villa Urquiza.
El hallazgo de los restos de Brenda Torres
El pasado viernes 25 de julio, el espanto comenzó a tomar forma.
En un terreno baldío en avenida Ramón Cárcano al 200, a la vera de la Circunvalación, zona noroeste de Córdoba, un sereno encontró dos bolsas sospechosas.
Adentro: dos brazos, con las manos cortadas en tres partes.
El hallazgo conmocionó a la ciudad.
Pero este lunes continuó el espanto, cuando un grupo de empleados de Caminos de las Sierras, mientras realizaban tareas de mantenimiento en la misma zona, encontraron otras bolsas.
Al mover los plásticos, hallaron las pantorrillas y los dos pies. Brenda está siendo hallada por partes.
La identificación fue posible gracias al sistema Morpho Bis, que cruza huellas dactilares.
Las cámaras de seguridad de la zona, especialmente en el entorno del lugar donde este lunes fueron hallados los pies, podrían aportar datos clave.
“Tenemos una franja horaria muy clara. El sereno dijo que hasta las 16 del jueves no había nada. Así que sabemos que el descarte se hizo entre esa hora y la mañana del viernes”, confirmó una fuente de la pesquisa.
Uno de los interrogantes más inquietantes es el nivel de saña.
¿Por qué cortarla en partes tan precisas? ¿Por qué distribuir los restos?
La hipótesis más fuerte no es la de un ajuste de cuentas, al menos no en el sentido que habitualmente se conoce.
Brenda no vendía drogas, según su entorno.
Tampoco formaba parte de ninguna organización delictiva, según allegados y fuentes del caso. No hay rastros de que así haya sido. Su familia y sus amigos no le conocían enemigos declarados.
Pero su entorno, en cambio, era endeble. Se movía entre cuatro o cinco personas, otros jóvenes –varones y mujeres– también consumidores.
A veces se refugiaban en casas ocupadas, otras en pasillos de los propios barrios donde circulaban.
Uno de los datos que surgieron en las últimas horas es que Brenda fue vista con un joven unas 24 a 48 horas antes del hallazgo de partes de su cuerpo.
Ese testimonio fue brindado por una de sus allegadas, quienes también cuentan que había rumores de que salía con un hombre mayor.
La relación no era formal ni duradera. La joven no tenía pareja estable.
Marcha y pedido de justicia por Brenda Torres
Este lunes, al conocerse el hallazgo de nuevas partes del cuerpo, familiares, vecinos y amigos realizaron una nueva marcha en barrio El Tropezón.
“No quiero que Brenda sea ‘la chica que a nadie le importa’. No se merecía morir de esta manera”, expresó Roque, su padre, entre lágrimas.
La abogada Daniela Morales Leanza representa a la madre y al padre de la joven. En las últimas horas, solicitó ser querellante en la causa que encabeza Vázquez.
“La pobreza que vivió toda la vida esta familia es una de las claves para empezar a entender este complejo hecho. Ella era una chica golpeada en el sentido más amplio del término: nunca tuvo una oportunidad”, comentó la letrada.
Morales Leanza sostuvo que su principal hipótesis es que las graves condiciones de vida que atravesaba Brenda conspiraron para llevarla hacia este trágico final. Pero la pregunta que se hace es la misma que desvela a los investigadores: ¿cómo sucedió un hecho tan aberrante?
La abogada no descarta que, tras el macabro desenlace, pueda haberse manifestado un hecho de violencia de género.
“No se le conocía un novio, no al menos del último tiempo. Pero sí estuvo vinculada con algunas personas. Pedimos que la Justicia investigue todo”, dijo.
La investigación sobre los restos de Brenda Torres
El fiscal Vázquez mantiene bajo reserva los avances.
En su entorno, sostienen que “es muy pronto para aventurar una hipótesis porque no hay precisiones”.
El funcionario también cuenta con una serie de testimonios que se acumulan y dibujan un perfil complejo.
Brenda era una joven que no tuvo oportunidades.
Estuvo detenida por robos menores. Intentó volver a La Calera, pero fue rechazada. Esto también lo sabe el fiscal.
La Policía aún intenta reconstruir los pasos finales, mientras intenta hallar el resto de las partes del cuerpo.
Ya tiene identificadas las bolsas y analiza si todas fueron arrojadas el mismo día.

Sospechan que quien lo hizo utilizó un vehículo.
“Nadie se arriesgaría a volver varias veces a un mismo lugar con partes de un cuerpo”, dijo una fuente investigativa.
Tampoco descarta que el descuartizamiento haya sido para facilitar el transporte. “No es una sierra. No es una amoladora. Aparentemente es un cuchillo sin dientes, una cuchilla. Alguien con cierto conocimiento del cuerpo humano tiene que haber actuado”, dijeron.
A la escena se suman detalles que estremecen: las articulaciones fueron cortadas con precisión. Las bolsas estaban cerca, pero no juntas.
Una señal, quizás, de apuro o desorganización. “No es un mensaje mafioso. Es saña. Es desprecio”, conjeturó un perito.