Penas de 15 años y 17 años de prisión recibieron los autores del violento homicidio de Carlos Alberto Rizzo (58), quien fue ejecutado de un disparo de escopeta a corta distancia y por la espalda en barrio Comercial, en la Capital, en enero de 2024.
Santiago Facundo Gigena (25) recibió la pena más elevada, de 17 años de encierro, mientras que Carlos Gabriel (Pipo) Cuello (35) tuvo una condena de 15 años de prisión por parte de la Cámara 7ª del Crimen. Ambos condenados son medio hermanos porque comparten la misma madre.
La posibilidad de una prisión perpetua tenía que ver con la acusación inicial: un homicidio calificado por alevosía.
Sin embargo, en el juicio no se dieron los presupuestos básicos de esa figura penal, por lo que el fiscal Fernando López Villagra eligió acusar a ambos como coautores de “homicidio (simple) agravado por el uso de arma de fuego”.
Sin embargo, el fiscal se alejó del mínimo de la escala penal de esa figura -10 años y 8 meses de prisión- y por la crudeza de la ejecución solicitó condenas ciertamente alejadas de ese piso.
El defensor de ambos acusados, Jorge Pereyra, logró que cayera la agravante y en la penúltima audiencia, el jueves pasado, hizo confesar a Gigena y Cuello a partir de la reformulación de la acusación de un homicidio menos gravoso.

Ante esto, además de caer la prisión perpetua, se excluyó al jurado popular de la audiencia y el juicio continuó sólo con los jueces técnicos: José Daniel Cesano (presidente), Patricia Soria y Laura Hubermann.
Los alegatos se escucharon el viernes y las penas impuestas coincidieron exactamente con lo pedido por el fiscal López Villagra.
De igual modo ocurrió con otros acusados que llegaron al mismo juicio pero por otros hechos y delitos relacionados con abusos y portación de armas y amenazas. Los “hermanos Molina”, pertenecían a la banda rival de los homicidas. Franco Gabriel Molina se fue con una condena de 5 años y 11 meses de prisión (efectiva) y Feliciano Omar Molina 1 año y medio condicional. Al debate no asistió David Sebastián Molina, el tercer hermano que no fue juzgado porque está prófugo y tiene pedido de captura.
Una ejecución
Gigena y Cuello habrían ejecutado a Rizzo en una supuesta venganza, ya que lo consideraban cercano a una banda rival en el “territorio” de ese sector del sur de la ciudad de Córdoba.
Gigena y Cuello, según datos de la causa, integraban una facción que rivalizaba con otra en el populoso barrio Comercial. A Rizzo lo habrían señalado –como indicó un testigo– como posible proveedor de armas a los de “la contra”. Por eso, los hoy acusados habrían ido a buscarlo para darle un “ajuste”.
En el juicio celebrado la semana pasada, se apreció la crudeza con la que habrían actuado los agresores, que mataron por la espalda y a corta distancia con un disparo de escopeta.
También se fue vislumbrando que no se estaba cumpliendo los requisitos de la alevosía. Se estableció que primero hubo una discusión, con forcejeos, luego apareció el arma en las manos de Gigena -facilitada por Cuello-, ante esto se escuchó el ruego de la víctima con un “No me tires”, a posteriori el intento de escapar de Rizzo y, cuando este intentó huir, el disparo por la espalda.

En el debate se recibió el testimonio del cirujano Norberto Agüero Ramaccioni que atendió a Rizzo apenas ingresó al Hospital Príncipe de Asturias, quien señaló que luego de compensar a la víctima se lo operó de una herida en la zona lumbar derecha, pero que afectó seriamente la cavidad abdominal con compromiso de varios órganos.
Fue necesaria, en la primera intervención, extirpar parte del hígado, ablacionar el riñón derecho y extraer parte del colon (intestino grueso). Internado luego en terapia intensiva, el paciente no sobrevivió cuando transitaba el cuarto día de internación.
Respecto de la escena del enfrentamiento, los testigos que transitaron por la sala de audiencia apoyaron la acusación que indica que hubo una discusión de dos hombres con un tercero, un forcejeo, la aparición de un arma larga, el intento de huida y el disparo a corta distancia y por la espalda. También hubo quienes identificaron a los supuestos agresores y que los vieron con un arma. De igual modo, uno de los testigos señaló que ese día “salían de cacería”.
Sobre las intenciones de “apretar” a Rizzo, trascendió por varios testigos que ambos le adjudicaban a Rizzo proveer armas a los de la banda rival en el barrio. Además, en los días que mediaron entre la agresión y la detención de ambos, hubo quienes los escucharon decir en el barrio: “Eso pasa por andar prestando fierros”.