Con audiencias el miércoles y el viernes, comenzó el juicio por jurados populares en la Cámara 8ª del Crimen de Córdoba por el crimen de Valentino Blas Correas (17) y su encubrimiento. Ya se dijo que todavía no hubo mucha “acción”, pero fue interesante cómo los protagonistas, cuando presentaron el caso ante los jueces del pueblo, esbozaron algunas ideas que serán parte de sus armas en el desarrollo del debate.
Uno de los dos fiscales de cámara, Marcelo Hidalgo, prestó especial consideración al mecanismo sistemático de ocultamiento que, según graficó, se despliega desde la fuerza policial cada vez que se desea encubrir algún abuso de sus uniformados. Poniéndole “nombre y apellido” a ese artefacto, llamó “La maquinaria tropera”, a aquello que “aparece para ocultar y encubrir”. Señaló que usaba la palabra “tropera” porque se busca implicar a la “tropa” en la maniobra para garantizar así la efectividad de ese silenciamiento. El fiscal explicó que esa denominación la toma de lo que “viene heredado de la disciplina militar”.
Sobre esos “métodos”, Hidalgo enumeró “omitir poner en conocimiento de funcionarios” los hechos, “falsear” la información, “plantar” pruebas, “evadir responsabilidades” y “avalar el mecanismo” de “ocultar y encubrir”.
Sobre la sucesión de hechos del caso Blas Correas, detalló “10 eventos” entre la búsqueda del Fiat Argo, los disparos y las maniobras de encubrimiento. Mencionó “plantar” el revólver “tango” (por trucho) para “tapar el mocazo”, como habría dicho un jefe policial. También habló de la manipulación de los informes a la frecuencia radial y el “hallazgo” del revólver, entre otros.
Por otra parte, en esa suerte de alegato el acusador le dijo al jurado popular que iban a hablarles de una “perejil” que habría colaborado con la investigación, aunque sin tanta trascendencia.
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Ante esto, La Voz consultó con quienes serían los destinatarios del mensaje, los defensores de Wanda Esquivel, la agente que plantó el arma por orden del cabo Javier Alarcón, según la acusación. Los abogados Miguel Ortiz Pellegrini y Leandro Ortiz Morán recogieron el guante y confirmaron la alusión hacia ellos y su clienta. A su turno, Ortiz Pellegrini, para no usar la palabra “perejil” dijo en su presentación que Esquivel era “el último orejón del tarro”.
Aprovechó el penalista la designación de “maquinaria tropera” hecha por Hidalgo. Se preguntó qué podía hacer una mujer de sólo cuatro meses en la fuerza frente a las jerarquías superiores que imponían ese mecanismo.
También anticipó Ortiz Pellegrini la confrontación que puede haber con los acusadores por la pena a imponer a quien ya confesó y colaboró con la investigación: dijo que la declaración de Esquivel sirvió para comprometer a jefes policiales, al punto que días después “cayó” uno de elevada jerarquía.
El defensor de Esquivel anticipó al jurado que la consideración a esta colaboradora debe ser diferente respecto de los acusados de encubrimiento.
“Te estamos filmando”
De igual modo, en esta primera semana fue muy interesante lo que sostuvo el otro fiscal de este juicio, Fernando López Villagra. Primero dijo que lo que sufrieron los chicos dentro del auto frente a la balacera policial podría calificarse como una “masacre” y destacó que están vivos de casualidad. Calificó el hecho como “gatillo fácil” y “un episodio de violencia institucional”.
En su presentación del caso relató que los policías acusados “ensuciaron” antes y después de la balacera a los jóvenes que sólo habrían hecho un giro en “U” antes de ser interceptados.
Lo más llamativo de las expresiones de López Villagra es que describió cómo quedaron expuestos los policías a partir de su propia intención de disfrazar los hechos. Por radio dijeron que eran “saros” (delincuentes) y que habían “robado”.
A partir de eso, con armas en mano, los esperaron los cabos Lucas Gómez y Javier Alarcón, junto a sus respectivas duplas, las agentes Yamila Martínez y Wanda Esquivel. Cruzaron sus patrulleros en la ancha calzada de Vélez Sársfield, frente al complejo Pablo Pizzurno, dejando sólo un carril para el paso de los autos.
No sabían ellos, ni otros, que al haber mentido por radio que eran “saros” que habían “robado”, desde la Central (”Lobo 1″) de modo remoto encendieron las cámaras de los patrulleros.
Todo quedó filmado, como en un set de película de acción. Los patrulleros que “cruzaron” los autores de los disparos estaban provistos de cuatro cámaras que tomaban imágenes de alta fidelidad para los cuatro costados.
Cuentan quienes ya vieron esas imágenes que puede apreciarse cómo llega el Fiat Argo a muy baja velocidad y que también se distingue la actitud de Gómez con su arma y, luego, qué hace cuando está pasando el vehículo. Señalan que queda dilucidado cuál fue el comportamiento del autor del disparo fatal. También indican que se aprecia si puede sentirse que pueden atropellarlo o si es él quien se acerca al auto.
De igual modo, se distingue con claridad en las imágenes de las diferentes cámaras los seis fogonazos que habría disparado una vez que el automóvil sobrepasó la línea del retén policial.
Esta prueba crucial es la que todos esperan que se vea en las próximas audiencias de este juicio.
