Convendría cuestionarse o al menos comenzar a reflexionar sobre ciertas conductas a cargo de algunos integrantes de un segmento de la población que a menudo provoca pequeñas tragedias sociales, con consecuencias que se miden en dinero, dolorosos pesares y también vidas.
En la semana judicial que cierra, gracias a varios videos de fidelidad envidiable, pudo apreciarse con lujo de detalles la agresión que Lautaro Ordóñez (20) protagonizó en contra de dos policías que le estaban indicando que debía ser sometido a un control. Y, ante su actitud rebelde, que debía bajar del automóvil.
La patética puesta en escena que captaron ellos mismos con un teléfono en el interior del auto, mostraba el ridículo cuestionamiento a la exigencia policial una vez que había incumplido con las indicaciones. Sus dichos “¿qué delito estamos cometiendo?” y “no estamos haciendo nada malo” se respondían con una de las calificaciones legales que le cupieron luego a ambos jóvenes –conductor y la chica que lo acompañaba–: “resistencia a la autoridad”. Ese era el delito.
Luego, por si hiciera falta, Ordóñez se encargó de cometer un delito peor, las “lesiones leves” que produjo a dos policías que embistió, cargó sobre el capot del VW y arrastró varios metros, poniendo en peligro la integridad de ambos.
Ordóñez es una persona que ya registra otros episodios similares, como el que protagonizó en Potrero de Garay, donde pretendió ingresar con su vehículo a la ribera del lago Los Molinos y cuando se enfrentó con bomberos (otra autoridad) les dijo que la iban a pasar mal, porque su madre era jueza.
Además de varias infracciones de tránsito, tras el episodio del domingo pasado Ordóñez fue denunciado por una joven que asegura que abusó de ella y opina que él utiliza el alcohol como excusa para justificarse, cuando en realidad es violento y sabe lo que hace.
Este año se juzgó la conducta de otro joven desaprensivo que provocó dos muertes y secuelas definitivas a otra persona: Alan Amoedo tenía 27 años cuando, a mediados de mayo de 2021, embistió con su VW Vento a Sol Viñolo, Rodrigo Agustín Burgos y Fernanda Guardia. Luego se comprobó que llevaba más de dos gramos de alcohol por litro de sangre y estaba drogado con cocaína. Su conducta fue por demás desaprensiva, sin apego alguno a las normas de tránsito y con total desprecio por la vida ajena.
En febrero de 2019, María Grazia Costanzo (19) y Federico Agustín Cariola (22) murieron por la carrera de velocidad que corrieron Francisco Catalano y Álvaro Sánchez Pulgar, ambos de 24 años, en la ruta Intercountries, de Villa Warcalde, en el noroeste de la Capital provincial. Ambos estaban alcoholizados, iban a excesiva velocidad y tenían los autos “tuneados”. Catalano y Sánchez Pulgar fueron condenados a tres años y ocho meses y tres años y dos meses de cárcel, respectivamente.
En mayo de 2009 murió la joven Vanesa Damoli (19), quien iba en el interior de un auto que volcó en barrio Villa Belgrano, también en el noroeste de la ciudad de Córdoba, luego de una carrera de persecución con otro vehículo. Se probó que el conductor del auto donde iba la joven, Nicolás Alberto Bruna, iba alcoholizado, en tanto que quien manejaba el otro vehículo, Ramiro Faya, huyó. En el juicio, ambos fueron condenados a penas de prisión en suspenso.
En 2008 se conoció el caso de Franco Morata, el joven conductor del Mini Cooper que atropelló y dejó con secuelas al estudiante de medicina Nicolás Sánchez. No se pudo establecer si Morata estaba alcoholizado, porque se fugó y estuvo tres semanas prófugo, pero se conoció por testimonios que al momento del siniestro llevaba una pierna enyesada y a pesar de eso conducía a alta velocidad por las calles de Nueva Córdoba.
En marzo de 2007 se produjo la “Tragedia del Ford Ka”, el vehículo manejado por Matías Castro que iba con otras cinco personas y provocó la muerte de tres jóvenes. Era la primera vez que este irresponsable conductor salía con su vehículo y lo hizo en elevado estado de ebriedad, a alta velocidad y zigzagueando por la autopista Carlos Paz-Córdoba.
En estas tragedias –en ocasiones, no necesariamente viales– se registran varios factores comunes: adicciones, falta de apego a las normas, actitud desaprensiva y desprecio por la vida ajena.
Convendría preguntarse cuántos delitos pueden considerarse latentes, ya que estos factores están presentes en muchos momentos de las vidas de estas personas, que se supone tendrían que tener plena conciencia de sus actos.
No son personas que tienen actitudes deliberadas para delinquir. No “salen de caño” a robar, no son asesinos con intención directa de matar, pero en muchas ocasiones transitan por carriles que los convierten en transgresores en potencia de las leyes. Por lo visto, esas transgresiones pueden traducirse en graves consecuencias.
