“¿Cómo hicieron dos personas que parecen tener más defectos que virtudes, incluso físicas, para matar a una mujer y luego enterrarla?”.
“Dicen que la ahorcaron. Que le pegaron tantas veces hasta noquearla y después la ahorcaron, porque estaba robando. Pero jamás sabremos lo que pasó”.
Las preguntas quedan flotando en el aire denso de la siesta de barrio Zumarán. Salen de la boca de una vecina de unos 70 años que vive a metros de “la casa del horror”, donde el pasado miércoles la Policía encontró un cadáver enterrado en el patio trasero de la vivienda.
Los investigadores de la causa se hacían las mismas preguntas que la mujer, durante la siesta del pasado viernes: si se podrá saber a ciencia cierta lo que ocurrió con esa víctima, aún no identificada.
Todo sucede a metros de la calle Gaboto al 2015, en la zona norte de la ciudad de Córdoba. Una consigna policial vigila el domicilio para que nadie perturbe la escena del crimen, que de todos modos ya no cuenta con los precintos de peligro.
“Unos ‘pendejos’ vinieron y arrancaron las tiras”, dice la misma vecina que al mismo tiempo que descacharra el agua de sus macetas para cuidarse del dengue, pide no ser identificada.
El fiscal Andrés Godoy tiene en sus manos la causa. Espera los resultados de una autopsia que ya ordenó, dijeron sus colaboradores. Se apoya en el trabajo de la División de Homicidios de la Policía que rastrilla el barrio para dar con nuevas pistas.
La pareja fue imputada por homicidio simple. Pero aún resta mucho por averiguar, dicen los que estuvieron desde el primer momento interviniendo en la escena del crimen.
¿Efectivamente ahorcaron a la víctima? Es lo que suponen las fuentes de la investigación. Pero de momento lo único que hay son indicios.
Sobre la presunta víctima enterrada en la “casa del horror”
Aún no fueron identificados los restos que desenterró el miércoles pasado una unidad de Bomberos. Con sus canes adiestrados, dieron apoyo a la Policía que encontró el pozo debajo de la pileta de lona, donde la pareja había enterrado presuntamente desde febrero de 2022 a una mujer.
¿Cómo lo saben? Sencillamente lo dijo la misma dueña de casa, Elizabeth Natalia Miranda (43), quien hizo una denuncia al 911 porque su novio (Daniel Emanuel Ledezma) la había violentado.
Según el relato de Miranda, Ledezma (31) encontró a una mujer robando, la mató y la enterró.
Todo es materia de investigación por estas horas. Pero al cotejar los datos, los pesquisas se dieron con la información sobre una desaparición. Correspondía a N.L. (se reserva su identidad). Misma fecha. Misma zona.
N.L. era conocida en el barrio con un nombre que también se preserva, pero tiene otras iniciales: M.Z. Quienes la trataban dicen que vivía en la indigencia, pesaba tan solo 40 kilogramos y dormía en un auto a la vuelta del lugar donde se encontró el cadáver enterrado.
También se sabe de ella que había abandonado a sus tres hijos.
Todos coinciden en que consumía cocaína y fumaba “paco” (pasta base). Cuando desapareció, su entorno creyó que había caído en las garras de un dealer conocido en el barrio vecino Marqués Anexo.
Habría entrado a robar y no se habría dado cuenta que en esa casa de la calle Gaboto estaba Ledezma.
“Vivía muy pasada de rosca. Cuando consumía de más, armaba lío en la casa de la mujer que había acogido a uno de sus hijos y lo cuidaba muy bien. Tal es así que la mujer devolvió al menor”, dijeron sobre ella.
En la casa materna de la mujer que para el Ministerio Público Fiscal (MPF) continúa desaparecida, su progenitora no quiso hablar sobre el asunto. “Es muy delicado y prefiero no decir nada por el momento”, dijo ante la consulta de este medio.
La relación entre esa madre y su hija estaba rota desde hacía años. En su rol de abuela, ella se hacía cargo de los nietos que le había legado. Pero eso era lo único que las unía.
Según voces cercanas a la fiscalía de Godoy, tener la autopsia permitirá saber las causas de la muerte. Por cierto, eso le permitirá al fiscal mantener las imputaciones que pesan sobre Miranda y Ledezma. Pero aún así, aún no se podrá identificar el cuerpo.
“Estaba en un estado en el que era imposible diferenciar siquiera su sexo. Llena de cal. Envuelta en una lona”, dijeron los pesquisas que la encontraron.
También será difícil, reconocen en la fiscalía, saber la suerte que corrió la víctima en sus últimos minutos. Tal vez nunca se sepa de qué murió.
Sobre los presuntos victimarios que vivían en la “casa del horror”
Elizabeth Natalia Miranda era muy reconocida en el barrio. Hace poco se había accidentado en la rotonda de un gran supermercado ubicado en la rotonda de Rodríguez del Busto, en cercanías a su domicilio.
La casa fue heredada de sus padres, ambos fallecidos. Su madre también le legó el oficio de remisera, tras haber fundado una reconocida empresa del rubro que se mantuvo por años en los primeros puestos del mercado de aquella zona.
“Manejaba su propio remis hasta que el año pasado protagonizó un choque muy impactante”, dicen sus vecinos. Las heridas y los golpes la llevaron a tramitar el certificado de discapacidad. En los dispensarios, pedía leche y a veces conseguía. Andaba mal de dinero. Es todo lo que cuentan sobre ella.
Y también dicen que tenía mal carácter, que paseaba a dos perros raza Pit Bull Terrier Americano durante la madrugada, que peleaba a los gritos con su nuevo novio. Otros van más allá: “Guardaba cosas robadas en su casa”.
El “nuevo novio” es Ledezma. Tiene 10 años menos que ella. El fiscal investiga sus condiciones psiquiátricas. Sus colaboradores le habrían dicho que “no parece estar dentro de sus cabales”. ¿Será inimputable?, se preguntan los investigadores.
En el barrio dicen lo mismo: “La que hablaba era siempre ella. Él parecía ‘atontado’. Y siempre se imponía la voluntad de la mujer”.
La mujer nació en esa casa. El hombre es un forastero, según los vecinos. Ella se hablaba a menudo con quien se cruzaba, pero no era querida. A él no se le conocía el tono de voz. Tampoco era muy querido.
Ahora todo el mundo los quiere lejos. “Mirá si íbamos a pensar que vivíamos al lado de dos asesinos que iban a cometer un delito semejante”, dicen.
Los investigadores, en cambio, quieren saber más: por qué esa casa estaba llena de objetos extraños, como puestos allí, traídos de otro lugar. Eso se preguntan. Y los vecinos, para eso, tienen una respuesta simple: “ellos también choreaban”, dicen.
Será clave, también, el testimonio que puedan prestar los imputados cuando se presente ante sus ojos la fotografía de la mujer que era buscada desde hace más de un año por el fiscal Godoy. ¿Tendrá ante sí a los responsables de la desaparición que le llevó tantos trámites? ¿Y si fuese así, ellos confesarán que fue esa la mujer que mataron y enterraron?
Todo está a punto de revelarse.
