Sin respiro, sin pausa, sin tregua. Córdoba no deja de cubrirse y paralizarse con historias de espanto a lo largo de este 2022.
Si bien desde hace un par de años venimos presenciando una inquietante secuencia de crímenes y de casos verdaderamente escabrosos, la nueva normalidad que emergió tras la pandemia no deja de estremecer con tanto caso espeluznante.
No llegan a 60 los asesinatos cometidos en este 2022 en toda la provincia de Córdoba. Es una cifra tan baja como los 88 crímenes contabilizados por estos lados el año pasado y los 121 de 2020.
En Córdoba, como en otros puntos de la Argentina, llamativamente se viene registrando una baja en la cantidad de asesinatos, según los informes oficiales. Sin embargo, parece que menos termina siendo más.
Sobre todo si se tiene en cuenta la violencia intempestiva, la crudeza y la saña de numerosos de esos homicidios y otros casos criminales. A veces, por inseguridad; a veces, por violencia de género o familiar; a veces, por violencia urbana. A veces, ya ni se sabe.
Hoy, Córdoba se paraliza ante el horror desatado en esa casa venida a menos en barrio Autódromo, donde dos hermanas fueron salvajemente asesinadas y arrojadas dentro de un pozo abandonado, en el patio.
Un doble crimen que se descubrió de casualidad, porque los propios autores, según señalan fuentes de la causa, decidieron contarlo. Si no, ese pozo hoy seguiría escondiendo horror.
Lo de Autódromo es hasta ahora el último episodio de una cadena de terribles episodios de espanto que no están teniendo freno.
Qué podemos decir del salvaje asesinato del funcionario municipal que días atrás fue torturado, maniatado y asfixiado en su casa de Villa María; crimen por el cual hay seis detenidos y un sospechoso que aún escapa.
Qué decir de las ocho personas (va de nuevo: ocho) enviadas a juicio por una salvaje venganza a plomo contra una familia de Morteros, a comienzos de año, donde un hombre murió y otros resultaron heridos. Un ataque con el sello narco.
Qué decir de aquel pibe secuestrado, salvajemente torturado durante cuatro días (y sus noches) en una casa y asesinado a golpes en Traslasierra. Un asesinato cuyo esclarecimiento aún no se da.
Qué decir de aquellos tres brotes psicóticos ocurridos en hogares cordobeses y que terminaron en escalofriantes historias: la mamá que masacró a su hija; el joven que robó una camioneta y empezó a chocar autos hasta que mató a un motociclista; o ese joven que, con machete, atacó a su familia en la cocina.
Hablamos de los casos más resonantes.
Y qué decir de aquel automovilista que, porque le habían escupido a su esposa en el marco de una discusión de tránsito, se bajó con un cuchillo del coche, persiguió y mató al otro conductor, para luego intentar escapar.
En todo este extenso cuadro, la violencia de género tampoco se detiene. La cifra de abusos sexuales abruma.
El último espanto fue el de la joven violada por varios hombres y arrojada desde un auto en la Circunvalación de la Capital.
La pesadilla no termina. La chica quedó con secuelas y trastornos. Su familia denuncia que el ataque se agrega a una escalada de ataques similares ya denunciados y que una fiscal no evitó.
En Córdoba, el espanto no está teniendo freno. Y para peor, parece que nos estuviéramos acostumbrando y naturalizándolo, como si fueran historias que nos llegan de otro lado.
En toda esta realidad, aquella impensada historia que detonó de lleno y directamente bajo el ala directa del Estado: las muertes de los bebés en el Neonatal, con una investigación que avanza a paso firme, constituye un caso que no deja de estremecer por lo que es, lo que fue, lo que significa y lo que, según la Justicia, nadie evitó.
