Resulta violento para un niño de tan sólo 3 años, en pleno proceso de formación y aún mucho por aprender, apreciar imágenes que no puede elaborar en su interior, con una psiquis en pleno desarrollo.
Lo ocurrido en una escuela privada del noroeste de la ciudad de Córdoba, en una sala de música cuyo docente decidió bajarse los pantalones en dos oportunidades, fue objeto de un juicio que terminó en dura condena para el maestro, por exhibiciones obscenas calificadas reiteradas. Por eso lo elevada de la sentencia, de cuatro años y 10 meses de prisión.
Los padres de esos pequeños comenzaron a advertir conductas extrañas hasta que pudieron individualizar qué episodios eran los que habían sufrido y quién era el responsable. A pesar de que constituye un delito de difícil prueba, formularon las denuncias, no se dieron por vencidos y siguieron el proceso como querellantes.
Contaron con los responsables del establecimiento, que contribuyeron con la investigación judicial, apartaron al docente e hicieron todo tipo de prevenciones para que los chicos no volvieran a sufrir algo similar.
Estar parado frente a un aula es toda una responsabilidad, que no debe defraudarse. La integridad de los niños no puede ser objeto de abuso; por eso deben extremarse todas las precauciones.
El maestro de música quiso excusarse durante el debate asegurando que no se había bajado los pantalones, pero lo contradecían los relatos de los niños víctima, que conocían que tenía un lunar en uno de sus glúteos. Si no, ¿cómo sabrían ellos ese detalle?
El docente, además de la pena de prisión que se le ha impuesto (que aún no está firme), recibió una inhabilitación profesional de nueve años y ocho meses. También se tomaron otros recaudos, como la necesidad de que realice terapia psicológica relacionada con su problemática y se comunique la condena a las autoridades de la escuela y del Ministerio de Educación.
Cualquier prevención no resulta exagerada frente a quienes traicionan la responsabilidad de pararse en un aula, con niños a su cargo.
