“Vos a mí no me tocás”. La respuesta tajante de la empleada de un área de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) hacia su entonces jefa, luego de que presuntamente esta la manoseara, terminó en un escándalo interno, una denuncia penal, imputación y elevación a juicio.
En un contexto de supuesto hostigamiento laboral de la imputada hacia el resto de las subordinadas, aproximadamente en julio de 2019 fue gestándose un clima enrarecido a partir de comentarios con tintes discriminatorios y vinculados al cuerpo de la trabajadora (no se brinda aquí la identidad de la acusada ni de la denunciante, para evitar la revictimización de esta última).
Así, la entonces jefa (personal no docente, que ya no trabaja más en esa área) habría vertido comentarios a las subordinadas como “estás gorda” y “dejá de comer”. Y particularmente, a la posterior denunciante: “Tenés que ir al gimnasio”. La causa, instruida por el fiscal federal N° 1, Enrique Senestrari, derivó en la imputación y elevación a juicio del expediente en junio pasado.
El Juzgado Federal N° 1, a cargo del subrogante Alejandro Sánchez Freytes, la elevó a juicio, pero el Tribunal Oral Federal N° 1 se la remitió nuevamente para que corrigiera un paso técnico, antes de volverla a enviar.
De comentarios al presunto abuso
Tras una cirugía de reducción mamaria, la denunciante (sigue actualmente en funciones en la misma área) señaló que al reinsertarse en su trabajo empezó a tener problemas con su entonces jefa, ya en su primer día de reincorporada esta comenzó a llamarla de manera insistente a su oficina para que le mostrara cómo le habían quedado sus pechos.
La subordinada accedió porque, según dijo, no le dio vergüenza debido a que sus senos se encontraban cubiertos por las gasas posoperatorias. La situación habría escalado con el correr de los días y se habrían producido comentarios inapropiados como “Tenés que ir al gimnasio” o “Ahora te vestís más ajustada por las lolas” o alusiones a que en el verano iba a trabajar “de escote”.
La secuencia habría seguido por WhatsApp el 1° de julio de 2019 (en invierno), cuando su jefa le envió un audio en el que directamente le habría pedido que le mandara una foto de sus pechos para mostrársela a una amiga que –presuntamente– también quería realizarse la misma operación. “Cuando puedas y estés sola, sacate una foto (…) Quedate tranquila que no se la voy a mostrar más que a ella”, le habría dicho.
La respuesta fue cortés pero firme: “Decile que se fije en Google. Yo de ahí saqué todo, antes y después. Ya sé que es todo para ella, pero no me gusta sacarme fotos. Mil disculpas”. Cuatro días después del chat, ya en la oficina, mientras ella y otras compañeras (todas subordinadas) se encontraban trabajando, la jefa habría ingresado al despacho de la denunciante.
En la secuencia, le habría tirado del saco y la habría manoseado, diciéndole “mira cómo te quedaron”, en referencia a sus pechos. La denunciante le respondió: “Vos a mí no me tocás; el único que puede es mi novio”. El episodio desencadenó que la empleada se retirara temblando, llorando y con taquicardia.
“Las palabras de la víctima se encuentran acreditadas también por las declaraciones testimoniales de sus compañeras de trabajo, testimonios todos precisos y concordantes, que coinciden en que el día del hecho estuvieron presentes y vieron a la víctima llorar en una crisis de nervios”, indicó Senestrari.
Al declarar, una de las compañeras de la denunciante manifestó que el día del presunto abuso, mientras se encontraba atendiendo a una persona, la jefa vio cuando le acomodaba el saco a la víctima, pero sin observar si la había manoseado o no. En cambio, sí indicó que vio a esta llorando y enfatizando que “no iba a permitir” que ella (la jefa) la manoseara.
Al describir a la imputada, la tildó como “obsesionada por la estética”, “jodida” y que “crea malestar laboral”. Otra testigo relató que fue compañera de las demás y que había pedido el cambio de oficina por el maltrato que había recibido a lo largo del tiempo por parte de la acusada.
Pero su testimonio, para el fiscal, resultó relevante al señalar que la jefa había manoseado a la denunciante y que le habría dicho algo así como “ahora que tenés las t… nuevas”. Y que, en ese contexto, la víctima se puso mal y le respondió: “A mí nadie me toca; sólo mi novio”.
Otra compañera, si bien manifestó que no alcanzó a ver el supuesto abuso, sí notó a la denunciante nerviosa e insistente en el mismo punto: Que ella (la jefa) “no tenía por qué manosearla”.
“Así, de los testimonios brindados por las compañeras de trabajo de la denunciante y de la imputada, se desprende que efectivamente el hecho existió, dado que (la testigo) vio cómo (la imputada) tocaba los senos (de la víctima). Finalmente, relatan todas que la víctima manifestó: ‘Vos no tenés por qué manosearme; a mí solo me toca mi novio’”. Expresiones claras y contundentes de rechazo que, sumadas a los chats de WhatsApp y los peritajes psicológicos, demuestran la afectación negativa que el hecho le provocó”, indicó el fiscal.
“Los testimonios son coincidentes en que la imputada creaba un ambiente laboral hostil, que en varias oportunidades realizaba comentarios fuera de lugar y que era una persona difícil para trabajar, es decir que el contexto en el que se desató el hecho era un ambiente de acoso laboral. También surge de los testimonios que la imputada es una persona obsesionada por imponer abusivamente a sus subordinadas su propio criterio de estética corporal, ya que repetía frases como ‘deberías ir al gimnasio’, ‘tenés que ir a zumba’ ‘ahora te vestís más ajustada porque tenés lolas nuevas’”, indicó el instructor.
Senestrari ponderó que existía una “relación asimétrica” entre las empleadas y su jefa, “lo que conlleva una relación de poder sobre ellas, incluida la víctima”.
El peritaje
El peritaje oficial realizado determinó que la denunciante sufría “angustia, ansiedad, temor, vergüenza, asco, sentimientos de impotencia e indefensión”. “Se infiere la presencia de una sumatoria de indicadores que resultarían compatibles con hechos de victimización sexual”, agregó el reporte.
Por su parte, la perita de la querella adhirió al informe oficial y afirmó que había “indicadores de persecución de índole sexual y hostigamiento, controversia y daño psicológico”. “Se observa daño psicológico leve, trastornando su capacidad de adaptación hasta que se reviertan las presiones de quien fuera su jefa en ese momento”, concluyó.
El fiscal imputó a la responsable del área como presunta autora de abuso sexual simple. La mujer negó el hecho y se abstuvo de declarar. La Voz se contactó con el área, desde donde confirmaron que ya no trabaja más allí, pero se negaron a brindar información a la prensa de dónde se desempeña hoy. “Es información privada”, se excusó una empleada.
Para Senestrari, “en ningún momento la víctima dio consentimiento ni autorización para que se le realizara el referido tocamiento”; manifesto además, de manera inmediata, “un absoluto rechazo y malestar ante la conducta”.
Por estas horas, el TOF1 devolvió al Juzgado N° 1 la causa para que corra vista correctamente de la elevación a la querella (en primer lugar) y luego al fiscal, antes de volverle a enviar el expediente.
