Es mucho tiempo 30 años, especialmente para contar todo lo que ha pasado y todo lo que hizo Mirtha Murúa de Almada.
Desde aquella fatídica tarde del 9 de agosto de 1995, cuando le avisaron que su hija había tenido “un accidente”, no ha parado de reclamar por ella y por otras catástrofes aéreas posteriores.
El vuelo 2306 de Interaustral unía Córdoba con Mendoza. Cuando sobrevolaba las Altas Cumbres, sufrió la apertura de su puerta y la cabina se despresurizó violentamente. La corriente de aire arrastró al exterior a la azafata Lilian Noemí Almada (28) que, por sus funciones, ya se había soltado el cinturón de seguridad.
Satisfecha por lo conseguido para reivindicar a su hija, “honrando su memoria”, Mirtha entiende ahora que ya es tiempo de disfrutar de sus hijos, nietos y bisnietos.
En julio fueron a Buenos Aires y pasaron una semana todos juntos, con la abuela.
Para este aniversario, surgió la necesidad de hablar de Constanza, la hija que Lilian dejó en casa luego de darle el pecho. Era bebé y tenía apenas 3 meses de vida. Hoy tiene 30 años.
Para recibir a La Voz, la abuela se puso “coqueta” con un chal blanco que le tejió “Coti”.
“Son 30 años, ya es hora de celebrar la vida de mi hija. Ya estamos celebrando la vida, la huella de ella ha quedado plasmada en el cariño de la gente, de mucha gente. Y su hija Constanza ha tenido la necesidad de participar de esta entrevista. Ella es una mujer, porque ya tiene su hogar. Ahora, va viendo toda la lucha que yo he tenido para honrar la vida de su madre. Porque cuando vos hacés una trayectoria judicial no es para que te devuelvan tu hija. Es para realmente hacer algo por esa muerte injusta”, señala la mujer en su casa de Córdoba.

Sin que medie pregunta, la mamá de la comisario de a bordo se acuerda de aquel 9 de agosto: Lilián amamantó a su hija, se la dejó a cargo y salió hacia el aeropuerto para cubrir el turno de una compañera que pidió el cambio.
Hablaron de la posibilidad de que volviera a almorzar, pero lo hizo en la aeroestación. Ahí quedaron los canelones que ella le había preparado con cariño.
Dice que está satisfecha con lo conseguido en la Justicia y con lo que hicieron los jueces Octavio Cortez Olmedo, José Pérez Villalobo y José Tribuzzio, el fiscal Miguel Rizzotti y su abogada, María Elba Martínez.
Pero es consciente de que no se llegó a fondo con los responsables de la falta de mantenimiento de una puerta que no cerraba bien pero los vuelos seguían saliendo. También se queja porque anularon el sensor de apertura.
Por eso, no se cansa de repetir: “Mi estribillo era ‘La corrupción te mató sin balas, hija’”.
De inmediato, vuelve a aquella mañana en la que se despidió. “Lilián era fanática de ‘el Gabo’, Gabriel García Márquez. Estaba leyendo Crónica de una muerte anunciada. La dejó a la mitad en su mesa de luz".
El leitmotiv de la entrevista vuelve a su conciencia. “Permanentemente estamos juntos con Constanza, hemos viajado a Buenos Aires y ella, ahora, se ha quedado admirada por lo que hice. Pero hice lo que cualquier madre hace”, apunta.
Agrega sin darse cuenta de las palabras que Constanza le agradece su “constancia”.
“Constanza quiere decir algunas cosas a través mío. Ella me agradece la lucha. La lucha constante, porque fueron muchos años. A mí me quisieron frenar muchas veces y yo nunca les permití”, comenta Mirtha.
“Yo salí a luchar como una guerrera y verdaderamente no, no había nadie quien me pare”, señala.
Tras la reivindicación de la causa de su hija, Mirtha continuó batallando con otras que llegaron a tribunales: las trageuias aéreas de Lapa, Fray Bentos y Sol, entre otras. Cuenta que el director de cine Enrique Piñeiro la invitaba a participar de audiencias en los tribunales por esos casos. .
En el interior del avión
Más allá de las preguntas, cuando la dejan hablar, Mirtha accede a recuerdos. Y desemboca en lo que se enteró que sucedió adentro del turbohélice Casa 235-200 en los minutos previos a la despresurización fatal.

Califica la situación de “atípica” y relata el momento clave: “Lilian no tuvo tiempo de decirle a los pasajeros que se soltaran el cinturón porque iba a servir la merienda. Cuando está por sacar el teléfono para avisarles, se despresuriza”.
Y detalla: “En el último asiento iba un muchacho que tiene fábrica de zapatos en Mendoza y venían conversando. A él se le desprendió el cinturón”, recuerda la mamá de la azafata.
Ese pasajero, que estaba al fondo, sufrió mucho para tratar de sostenerse. “Tuvo pánico y un visitador médico le dice ‘Agárrate del pie de la butaca, vamos a ir hasta adelante”, señala Mirtha.
Agarrándose como podía, yendo hacia adelante, alguien llegó a la cabina donde estaban encerrados los pilotos. Golpeó y, cuando lo atendieron, se sorprendieron. La alarma de apertura de puerta externa estaba anulada y los tripulantes ni se habían enterado de lo sucedido. No entendían bien que “la chica azafata” había salido despedida y caido al vacío.
Después, bajaron la altitud, giraron y regresaron al aeropuerto Ingeniero Taravella, de Córdoba.
No conoció a su madre
Otra vez, la abuela vuelve a hablar de “Coti” y cómo la criaron, sin mamá: “Hemos tenido que armonizar porque ella tenía que crecer en la felicidad. No había conocido a su mamá, pero por lo menos tenía que crecer feliz y en eso todos hemos estado a la par de ella. Ella iba al colegio Saúl Taborda también” (como lo hizo Lilián).
-¿Cómo está ella ahora?
-Ella está feliz, digamos, en este sentido. Toda la vida ha vivido con su padre y le hizo seguir la carrera que ella quería: diseño de modas.
No más dolor y a vivir la vida
“No soy de las personas que se iba a tirar a la cama a llorar. Primero, porque tenía otros hijos, y, si lloraba, lloraba en el baldío para que no me viera nadie”, aclara y completa que sí lo hacía en el cementerio
Pero describe que donde más siente a Lilian es en las Altas Cumbres. “Porque acá en Córdoba está su cuerpo, pero allá está su alma”, marca.

En octubre de 2019, “justo antes de la pandemia”, fue Mirtha con las compañeras de secundario de Lilián. Todas tenían la misma edad que ella, cuando ocurrió la tragedia, unos 52 años. En un momento, pasó un cóndor bajo por las Altas Cumbres. Las chicas le gritaron: “¡Señora, es Lilian!”
Este sábado, justo el día en que se cumplen tres décadas, cinco mujeres de la familia irán a ese lugar de fuertes emociones. Estará Mirtha con sus hijas Cecilia y Emilse, junto con dos nietas: “Coti” y otra que había nacido meses antes que su prima.
“Vamos en son de alegría”, comenta sobre el espíritu del viaje.
Al despedirse, siempre agradecida, vuelve con un chiste que suele hacer sobre la próxima nota: “Bueno, ya no me queda mucho”, ironiza. Hace varios años que pasó los 80 y sigue con la energía y el humor intactos.