El reconocido cantante Juanes, en una reciente aparición junto a Paulina Cocina en su visita al país, confesó cuál es su debilidad culinaria: la provoleta. Este clásico de la gastronomía argentina, infaltable en cualquier buen asado, es mucho más que un simple queso a la parrilla. Para aquellos que, como Juanes, son fanáticos de este manjar, y buscan llevarlo a otro nivel, te contamos dos claves fundamentales para lograr una provoleta que sea crocante por fuera y suave por dentro.
El secreto de la crocancia perfecta de la provoleta (y cómo evitar el desastre)
La provoleta a la parrilla es una de las grandes “estrellas” de las entradas, pero su cocción esconde un secreto clave para evitar que el queso se deshaga en los fierros. Cualquier desprevenido podría pensar que basta con comprar el queso y ponerlo en la parrilla, pero la realidad es que para que quede crocante por fuera y mantenga su suavidad interior, hay pasos esenciales a seguir.
La primera clave es la aireación. Este truco fundamental consiste en sacar la provoleta de la heladera y dejarla reposar durante un día entero en un lugar donde circule aire. A mitad del proceso, se recomienda darla vuelta para que se endurezca de ambos lados. Este paso garantiza una provoleta crocante por fuera y muy suave por dentro.

Además, la elección del queso es crucial; hay que elegir una provoleta de buena calidad, preferentemente el provolone hilado semiduro, ya que el sabor y la textura varían notablemente. Una vez aireada, la cocción requiere fuego medio o alto, sin necesidad de envolverla en papel de aluminio ni usar provoletera.
Se necesitan aproximadamente tres minutos de cocción de cada lado para lograr la textura deseada. Para los verdaderos fanáticos de una corteza extremadamente crocante, un un truco es pasar la rodaja de provoleta por harina antes de llevarla al fuego. Esto ayudará a crear una capa extra crujiente.
Si bien la provoleta clásica con orégano y ají molido es deliciosa, hay infinitas posibilidades para darle una “vuelta de tuerca” y personalizarla, convirtiéndola en una experiencia gastronómica única. Podés agregar tomate, rúcula, huevo, cebolla, jamón y morrones (como si fuera una pizza) o un chutney de tomate con hierbas frescas, ideal para sumar un toque agridulce.