Eduardo van der Kooy, secretario de Redacción del diario Clarín, afirma que “el peronismo ha dejado de entender lo que es Argentina”. Pero, en diálogo con Voz y Voto, alerta sobre la forma en la que Javier Milei está gobernado al país.
–Dijo que “el peronismo ha dejado de entender lo que es la Argentina”. ¿Podría desarrollar esa idea? ¿Qué ocurre con el PJ cordobés?
–Cuando hablé de ese proceso de incomprensión, y cité a Federico Zapata, que es cordobés, me refería sobre todo al kirchnerismo, que es hoy la expresión más vigente y dominante dentro del peronismo a nivel nacional. Ese sector parte de la idea de que el país debe adaptarse a lo que ellos piensan, y no a lo que realmente es. No sólo por la idiosincrasia argentina, sino también por las profundas transformaciones sociales que se han dado, incluso durante los gobiernos kirchneristas. Han pasado muchas cosas, y todos los indicadores sociales, en general, han empeorado. También mencioné un libro de Guillermo Oliveto, que describe bien cómo un país que siempre se destacó por su clase media fuerte, hoy tiene una clase media en decadencia. Si miramos 50 años hacia atrás, esa clase perdió casi un 40% de su peso. Me refería a eso. Y también a que esa incomprensión interna se complementa con una mirada hacia el exterior que tampoco entiende el mundo actual. Al menos el kirchnerismo más duro sigue construyendo un relato económico basado en ideas de un mundo que ya no existe. Eso es un obstáculo estructural para el peronismo, más allá de liderazgos o estructuras organizativas. Es un problema serio para encarar el necesario proceso de reconstrucción.
–Un impedimento para generar una propuesta atractiva para algún sector social.
–Claro, algo que convoque. El peronismo lo tuvo en muchos momentos de su historia. Hoy no lo tiene.
–¿Cree que Cristina Kirchner es hoy una facción minoritaria dentro del peronismo? ¿Sigue siendo la líder de un sector que le responde?
–Dentro del núcleo más concentrado del peronismo, sigue siendo mayoritaria. Pero es evidente que su liderazgo se va reduciendo día a día. Su decisión de tomar el control del PJ no demuestra fortaleza, sino debilidad. Nunca fue peronista. Nunca le interesó el peronismo.
–¿Nunca fue peronista?
–Nunca.
–¿Entonces qué es?
–Es kirchnerista. Una vertiente nacida del peronismo, que empezó como un experimento en Santa Cruz y se consolidó con el gobierno de su marido, que fue, por lejos, mejor que los dos suyos. Cristina está más cerca del pensamiento de centroizquierda o directamente de izquierda, que del peronismo tradicional.
–En ese ámbito ideológico, Schiaretti quiere construir una fuerza de centro. ¿Hay lugar para una avenida del medio? ¿La renovación del PJ puede ir por ahí?
–Debería haberlo. Es una construcción pendiente si aspiramos a un ciclo de gobernabilidad duradero. Me refiero a políticas de Estado con ciertos consensos básicos, como ocurre en la mayoría de los países normales. Argentina no tiene eso. El problema es que la política profundiza cada vez más los extremos. Ese espacio del medio queda vacío, y quienes lo intentan ocupar no logran sostenerlo porque vivimos en una sociedad que se mueve entre polos. La última elección lo mostró: todas las opciones moderadas fracasaron. Por ejemplo, Patricia Bullrich le ganó a Rodríguez Larreta, que era la figura más dialoguista.
La renovación del PJ
–¿La polarización es el mayor obstáculo para una renovación del PJ desde Córdoba, o hay otros factores estructurales, como los liderazgos?
–Está bien que se intente construir ese camino. Pero, y lo digo como alguien de la misma generación, no sé si Schiaretti es biológicamente la persona indicada para encarnar un proceso de renovación, no solo de conducción, sino de ideas. Tal vez en lo conceptual sí, pero eso tiene que ir acompañado de una energía que no sé si está en condiciones de desplegar. Y no es un tema de voluntad. Hay que entender el momento histórico que atraviesa la sociedad argentina, y por qué tiende siempre a buscar los extremos. Cada dirigente que llega, lejos de descomprimir, profundiza esa lógica.
—El cordobés votó masivamente por Milei, con su estilo confrontativo y su idea de dinamitar el sistema. Pero, ¿hasta cuándo se puede gobernar en soledad?
–Parte de esa respuesta se definirá en las elecciones legislativas de octubre. Aunque el resultado no le cambiará el panorama parlamentario al gobierno, porque no tendrá mayoría en ninguna de las dos cámaras, una buena elección le serviría a Milei para revalidar su gestión y encarar los próximos dos años con mayor respaldo.
–¿Qué puede pasar en la provincia de Buenos Aires si no hay acuerdo entre los libertarios y el PRO, y gana Cristina? ¿Eso sí sería un problema para el gobierno?
–Sí, pero antes hay una parada clave: la elección en la Ciudad el 18 de mayo. Si se confirma lo que dicen las encuestas y gana Leandro Santoro, eso va a sacudir fuerte. Porque van a pensar: “Si perdemos en el distrito donde el peronismo es más débil, ¿qué nos puede pasar en la provincia de Buenos Aires?”. Eso puede empujar a que se cierre una alianza real, y no una cooptación, como propone hoy La Libertad Avanza. Macri quiere revivir el viejo proyecto de Juntos por el Cambio. Cualquiera de las dos estrategias corre el riesgo de encontrarse con una sorpresa: que el kirchnerismo gane.
La popularidad de Milei
–La figura de Milei pareció atravesar un valle de popularidad. Todo empezó con el discurso en Davos, que no fue muy afortunado...
–Fue un disparate.
—Sí. Y después vinieron el escándalo de $Libra, el intento fallido con los dos jueces de la Corte... Pero cerró con éxito el acuerdo con el Fondo y volvió el Milei de siempre. ¿Aquellos episodios no le costaron apoyo?
–No creo que haya perdido apoyos significativos por ahora. Pero esas cosas dejan marcas y van al archivo. La opinión pública argentina funciona así. Pensemos en Menem: lo bancaron y lo bancaron hasta que un día dejaron de hacerlo. En sociedades en crisis, lo que manda es el bolsillo y mientras Milei mantenga la expectativa de baja inflacionaria, que después podemos discutir a qué costo, esas transgresiones quedan en el archivo, pero no impactan de inmediato. Ahora, lo que sí va a pasar en las legislativas es una fragmentación. Aunque el Gobierno sea primera minoría o logre una mayoría, igual va a haber sangría. Porque hay votos que hoy tiene Milei que en realidad pertenecen al PRO o a Bullrich. Y esta elección intermedia les permite decir: “Para presidente lo voté a Milei, pero acá voto a los míos”. Ahí puede perder volumen. Y además, hay un desgaste. El estilo del Presidente, provocador y desafiante, cansa. Es difícil construir algo duradero con una mayoría social si todo el tiempo estás atacando al resto.
–Por la intensidad.
–Exacto. Ese nivel constante de confrontación agota. Y tarde o temprano eso se va a expresar.