Sergio Massa, que dirige una economía incendiada desde hace 15 meses, no tuvo que dar una sola explicación en materia económica. Fue tan superior el desempeño del candidato oficialista en la primera parte del debate previo al balotaje que logró poner a la defensiva a Javier Milei en el único tema en el que el libertario muestra solvencia: la economía.
Massa ni siquiera fue cuestionado por la inflación descontrolada, ni por el cepo, ni por la falta de insumos en las fábricas. El actual ministro de Economía fue quien exigió respuestas como si comandara un país pujante y Milei se vio obligado a aclarar una y otra vez sus conceptos, a desdecirse, a explicar sus cambios de opinión, a reconocer que le pidió disculpas al Papa Francisco por el modo en que lo había insultado y a confesar su admiración por Margaret Thatcher. “Antipatria”, le retrucó el candidato oficialista.
El debate comenzó muy adverso para el libertario. Massa lo acorraló, insistió en contar que Milei fue rechazado cuando intentó ingresar al Banco Central y también logró vincular esa frustración con su idea de “dinamitar” la entidad monetaria. Reiteró en varias oportunidades que Milei antepone sus obsesiones personales y sus prejuicios ideológicos a los intereses de los 45 millones de argentinos.
En reiteradas ocasiones el candidato oficialista hizo referencia a la supuesta falta de equilibrio emocional de su adversario, pero no logró alterarlo: Milei estuvo tenso en algunas partes del debate e inseguro en otras, pero en todo momento mantuvo el control de la situación.
Tal vez sea el principal mérito del libertario, que en cambio tuvo dificultades para explicar sus propuestas y en reiteradas ocasiones demostró un profundo desconocimiento del funcionamiento del Estado y hasta de la jurisdicción de las fuerzas de seguridad. Cedió a la palabra cuando debía hablar de combate al delito y terminó reconociendo una buena gestión de Massa en Tigre en esa materia.
Massa no necesitó esforzarse para que ese déficit de su contrincante quedara en evidencia. Hizo valer las tres décadas que lleva en la arena política. Controló los tiempos, mostró seguridad de modo permanente, arremetió con propuestas en todos los ejes temáticos y apenas recibió algunos reveses reiterados en el insistente reproche de Milei por “hacer negocios con empresarios amigos”. En ningún momento tuvo un gesto de abatimiento.
Milei reiteró una y otra vez su diatriba contra la “casta política chorra, inútil y parasitaria”. Como tantas veces incluyó a Massa en esa categoría y tantas otras lo acusó de ladrón. “Querés un mercado bien cerradito para darles ventajitas a tus amigos”, repitió en numerosas ocasiones y otras tantas lo trató de mentiroso a Massa.
Por momentos el libertario se enredó en complejos conceptos económicos, pero todo el debate sostuvo su idea-fuerza: el Estado hace todo mal y es el enemigo. Defendió a las AFJP y ratificó su alineamiento con Estados Unidos e Israel –Massa abogó por un multilateralismo sin prejuicios ideológicos–, pero interpuso la variable temporal a todas las decisiones que se vinculan con el ajuste que prometió inicialmente: dijo no será inmediata la quita de subsidios, ni la apertura total de la economía. Milei dejó de lado la motosierra.
Ni Mauricio Macri ni Cristina Kirchner tuvieron espacio en el debate. “Esto es entre vos y yo”, le reiteró Massa con insistencia, cada vez que Milei hizo referencias al kirchnerismo. En muchos fragmentos conversaron, fueron pocas las interrupciones. El debate fue atrapante de principio a fin, batió nuevos récords de audiencia, y volvió a generar extremo interés ciudadano en lo que la política tiene para decir. En eso ganamos todos.
