“En un Congreso sin mayorías, vamos a tener la llave para sacar leyes. Será para aprobar normas que beneficien a la gente, no una ganzúa para sacar ventaja”.
La definición pertenece a un hombre que suele difundir fielmente el pensamiento íntimo del gobernador Juan Schiaretti, quien luego de la campaña legislativa volvió a refugiarse en su habitual hermetismo.
El schiarettista paladar negro sumó otra frase que no escapa del molde mesurado del mandatario provincial. “Intentaremos poner un poco de cordura en esta locura en la que están los dos principales espacios de la grieta. Unos festejan derrotas y otros creen que ya ganaron las elecciones que serán dentro de dos años. No tomaron dimensión de la crisis que atravesamos”, dijo el peronista cordobés, en obvia referencia al Frente de Todos y a Juntos por el Cambio.
Schiaretti volvió el jueves pasado a Capital Federal después de 20 meses. La última vez que había ido “al puerto”, como le gusta decir al gobernador, fue el 19 de marzo de 2020.
Aquella vez, como todos los gobernadores, concurrió a la quinta presidencial de Olivos para respaldar la decisión del presidente Alberto Fernández, quien anunciaba entonces el comienzo de la cuarentena por el Covid.
Esta vez el viaje fue por motivos familiares, aunque no faltó la cuota de política. El gobernador acompañó a su esposa Alejandra Vigo, quien juró como senadora nacional.
Reuniones políticas
Según fuentes oficiales, Schiaretti no tenía agendado ningún encuentro político, pero en el Senado mantuvo una breve reunión con su amigo y colega santafesino Omar Perotti.
El gobernador de Santa Fe tiene la misma visión sobre la situación del país, pero dio un paso con el rumbo político opuesto al de Schiaretti: en las pasadas elecciones legislativas, hizo un acuerdo con la vicepresidenta Cristina Fernández.
A Perotti no le salió bien la arriesgada movida. El acuerdo con el cristinismo no evitó una dura derrota en su provincia, a manos de Juntos por el Cambio.
Pese a esa sorpresiva maniobra de acercarse al cristinismo, Schiaretti considera al santafesino como un eventual aliado dentro del PJ nacional.
En los pasillos y palcos del Senado, el mandatario cordobés también charló de manera animada con otros dos colegas peronistas: el catamarqueño Raúl Jalil y el chubutense Mariano Arcioni.
El primero está más cerca de la Casa Rosada, mientras que Arcioni no oculta su fastidio con el cristinismo duro, al tiempo que consolida su alianza con Sergio Massa.
Los schiarettistas difunden un entusiasmo, que en los hechos puede sonar poco realista, sobre la injerencia que los bloques federales tendrán en la flamante conformación del Congreso nacional.
Los tres diputados que responden a Schiaretti integran la bancada federal en la Cámara Baja, conformada por ocho legisladores.
Alejandra Vigo, a su vez, armará un bloque unipersonal en el Senado. El propio Schiaretti dialoga con otros gobernadores para una bancada de entre cuatro y cinco senadores, que serían la llave para sancionar leyes en la Cámara Alta, donde no hay mayorías absolutas.
El Frente de Todos quedó reducido a 35 senadores, mientras que Juntos por el Cambio puede exhibir 33 bancas, después de acordar con dos peronistas disidentes: el salteño Juan Carlos Romero y la neuquina Lucila Crexell.
Schiaretti pergeña su prometida proyección nacional de una opción “federal”. La realidad marca una ambición más austera: asegurarse el financiamiento de la Nación para el rojo de la Caja de Jubilaciones.
El aporte nacional está garantizado por una ley, pero se sabe que las diferencias políticas suelen gambetear las normas.
Encono en el poder central
Luego de sus fuertes críticas al Gobierno nacional durante la campaña, el presidente Alberto Fernández y Cristina Kirchner tienen una coincidencia: se les frunce el ceño cuando escuchan el nombre del gobernador de Córdoba.
Schiaretti sabe de ese encono en la cúpula del poder central. Su única preocupación es seguir recibiendo los fondos de la Anses para la Caja.
Nunca se acercará a Cristina Kirchner, pero el gobernador no dudaría en sentarse a dialogar si en algún momento el Presidente decide tomar distancia de su poderosa vicepresidenta. Claro que este es un escenario poco probable, admiten en el Centro Cívico con cierta resignación.
Este año Córdoba recibirá el 48% de la asistencia que la Nación destinó a las 12 provincias que mantienen sus propios sistemas previsionales.
La Provincia hizo los deberes y cumplió con el envío de la documentación para recibir el financiamiento nacional. El resto de los distritos está en deuda.
Más allá de las cuestiones administrativas, el gobernador sabe que su punto débil sigue siendo el rojo previsional. Es la única dependencia financiera de la Casa Rosada que lo inquieta, luego de haber refinanciado la deuda, con el aval de la Nación.
Para cubrirse de eventuales represalias, el gobernador cuenta con legisladores para negociar con el oficialismo en el Congreso.
Los legisladores schiarettistas no votarán leyes que perjudiquen al sector productivo y las reformas judiciales que pretende el cristinismo. Pero hay otras cuestiones, como las normas económicas y el gasto social, que podrían avalar si hay algún beneficio para Córdoba
Más que llave para aprobar leyes, el mandatario cordobés tiene una herramienta en defensa propia, si se complica la relación con la Casa Rosada.
