“Estamos dispuesto a dejar sangre en las calles para que no haya más hambre en el país”, fue la inquietante definición de Juan Grabois, un dirigente social cercano a la vicepresidenta Cristina Kirchner.
La alarmante amenaza dirigida al presidente Alberto Fernández agudizó la preocupación del gobernador Juan Schiaretti por el escenario nacional.
Sus íntimos comentan que el gobernador vio atónito por televisión el desmesurado discurso del dirigente cristinista.
En charlas privadas, el gobernador suele comentar que uno de los logros más importantes de este período democrático, que se inició el 10 de diciembre de 1983, fue –precisamente- haber superado la violencia política que atravesó el país en las décadas de 1960 y 1970.
Quienes conocen el origen de su militancia estudiantil, primero en el Ateneo Universitario de Ciencias Económicas que lideraba Domingo Felipe Cavallo, su posterior paso por el integralismo social cristiano y luego el Peronismo de Base, Schiaretti siempre se pronunció en contra de la violencia política, que en aquellos años llevó a que muchos jóvenes tomaran las armas.
“El ataque armado de Montoneros en La Calera fue un punto de inflexión para el pensamiento político del ‘Gringo’; pese a que nunca militó en esa organización, siempre se opuso a su metodología violenta”, reconoció un viejo compañero de ruta del gobernador, en referencia a la toma armada por parte de Montoneros de la ciudad de La Calera, el 1 de julio de 1970.
Ahora el contexto es otro. Pero el mensaje de Grabois –según sus allegados– retrotrajo a Schiaretti por un momento a aquellos años de discursos inflamados.
Este antecedente histórico nada tiene que ver con la realidad actual, pero es un indicio sobre cómo pudo haber tomado el gobernador los dichos de Grabois.
Los schiarettistas dicen que el mandatario provincial “no puede creer” que ningún funcionario oficialista haya salido a cuestionar a Grabois.
Entre sus íntimos, Schiaretti interpreta que nadie salió a criticarlo porque en el Frente de Todos se sabe que el referente del Frente Patria Grande tiene diálogo permanente con Cristina Fernández.
Esto no significa que la vicepresidenta esté detrás de la amenaza de Grabois, pero su silencio parece avalar el ataque verbal más grave en contra del Gobierno que ella construyó.
Como ya se dijo en esta columna, Schiaretti está convencido de que el engendro político que gestó Cristina Fernández, con un presidente sin poder, puede terminar mal.
“Nunca vi en la historia que una vicepresidenta tenga más poder que el presidente. Es una situación inédita en nuestro país”, dijo en noviembre del año pasado, luego de las elecciones legislativas nacionales.
En privado, el gobernador no oculta un pronóstico pesimista. Considera que Cristina Fernández es la jefa política de este “gobierno kirchnerista”. Y cree que de la vicepresidenta sólo hay que esperar una radicalización en momentos de crisis.
Problemas propios
En este contexto, el miércoles pasado Schiaretti habló sobre la crisis nacional, algo poco habitual en él, y máxime en un momento delicado.
“Estamos preocupados por la situación económica generada por la alta inflación. La gente va cayendo en su nivel de vida y eso nos debe preocupar a todos”, argumentó, sin esquivar la pregunta sobre la realidad nacional.
El gobernador fue más allá: blanqueó –sin grises– su proyecto político nacional. “Estamos construyendo una alternativa para salir por arriba de la grieta”, aseguró en un breve contacto con los periodistas, luego de un acto en Malvinas Argentinas.
Por esta postura, el mandatario cordobés es percibido como un opositor en la Casa Rosada. No lo invitaron a las reuniones con gobernadores peronistas que viene manteniendo la nueva ministra de Economía, Silvina Batakis.
No habría que descartar que sea convocado la semana próxima, pero con gobernadores opositores.
Desde su entorno, aseguran que es “difícil” que se sume a una ronda de contactos con la Casa Rosada. Schiaretti piensa que el Congreso nacional es el lugar adecuado para un eventual diálogo institucional entre oficialismo y oposición.
Sin embargo, más allá de la crisis nacional, el gobernador tiene motivos para no estar tranquilo por su gestión.
La nueva crisis en la Policía de Córdoba, por la muerte de un joven en una comisaría de La Falda, hizo mucho ruido en el oficialismo provincial.
El malhumor social que generan los hechos de inseguridad cotidianos y este nuevo crimen que involucra a policías, dejan espacio para las críticas de la oposición, en los umbrales de un año electoral.
Schiaretti mira y habla del escenario nacional, pero tiene motivos para estar inquieto por lo que sucede en Córdoba.
