“Los gobernantes no debemos ser analistas de la realidad. Tenemos que trabajar para resolver los problemas de la gente”, suele decir Juan Schiaretti.
El gobernador trata de cumplir a rajatabla esa definición. En sus discursos, siempre en actos oficiales, casi no hace referencias a la realidad nacional, más allá de sus críticas al “centralismo porteño” y al reparto de los subsidios nacionales. Pero sus funcionarios más cercanos filtran algunas de sus opiniones en privado.
Quienes lo frecuentan a diario aseguran que Schiaretti está muy preocupado por “lo que viene” para el país, más allá de que descuenta que la semana próxima el acuerdo con el FMI será convertido en ley.
“El gobernador está muy preocupado. El país no caerá en default, pero por la guerra en Europa del Este la inflación se puede disparar. El alza de precios perturba todas las variables económicas”, aseguró un funcionario schiarettista que suele interpretar bien el pensamiento de su jefe político.
Antes de la invasión de Rusia a Ucrania, Schiaretti ya estaba convencido de que la inflación iba a superar el 50 por ciento.
Prueba de esto es que varios días antes de que los tanques rusos cruzaran la frontera de Ucrania, la Provincia les ofertó a los gremios estatales 30 por ciento de aumento para el primer semestre del año.
No lo dirán, pero hasta los propios gremialistas se sorprendieron de conseguir este incremento.
Los estatales se sentaron en la mesa de negociación pidiendo un 60% para todo el año, pensando en que los negociadores schiarettistas iban a hacerles una oferta en línea con el 50 por ciento que cerraron muchos sindicatos privados.
Finalmente, acordaron por semestre. Pero la suba salarial para los primeros seis meses (la paritaria provincial es febrero-junio) va en sintonía con la aspiración inicial de los gremialistas estatales.
Eso fue antes del comienzo de las acciones bélicas en Europa. Ahora, ni entre sus íntimos Schiaretti se anima a hacer un pronóstico sobre cuánto será la inflación anual.
Dicen que en los últimos días, cuando el gobernador habla del tema, hace referencia a una “tormenta perfecta” a nivel nacional. Este pesimismo se sustenta en este combo inquietante: una eventual alta inflación y un Gobierno nacional atravesado por la interna entre el albertismo y el cristinismo.
Debilidad política
Schiaretti no va a Capital Federal, pero tiene diálogo con algunos funcionarios nacionales y buenos contactos que le pasan información de primera mano sobre lo que sucede en ese nivel, más precisamente en la resquebrajada coalición gobernante del Frente de Todos.
El gobernador conoce que luego del acuerdo con el FMI, el albertismo lanzará oficialmente la candidatura del presidente de la Nación a la reelección.
Esto puede tensionar aún más la relación con Cristina Kirchner. Un contexto de crisis económica, con debilidad política e internas en el oficialismo, es lo que genera intranquilidad en el gobernador por el futuro inmediato, admiten desde su entorno.
La preocupación del mandatario y de sus funcionarios más cercanos es que una crisis es el escenario menos deseado para cualquier gobernante. Aun para Schiaretti, el dirigente peronista más distante de la Casa Rosada.
En este contexto, los schiarettistas aseguran que no hay ninguna posibilidad de que el mandatario provincial se acerque a Alberto Fernández, si el Presidente se aleja de Cristina Fernández.
Schiaretti no cree que haya un quiebre definitivo en la alianza gobernante, pero como ocurre con la discusión por el acuerdo con el FMI, el cristinismo se diferenciará todo lo que pueda de la gestión del Gobierno nacional.
Parece una contradicción, porque Cristina Fernández impulsó a Alberto Fernández para que llegara a la Casa Rosada. Pero la vicepresidenta ya ha dado muestras de su pragmatismo político. En los últimos días, brindó pruebas al respecto: su hijo Máximo Kirchner abandonó la presidencia del bloque oficialista en la Cámara Baja y votó en contra del acuerdo con el FMI. Sin embargo, el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, el más cristinista del gabinete nacional, apoyó el proyecto.
En el Centro Cívico, creen que el debate por el refinanciamiento de la deuda dejará secuelas en el Gobierno nacional. Un ministro de Economía, Martín Guzmán, debilitado, y un Sergio Massa ganando protagonismo en ambas veredas de la grieta oficialista. Suena casi paradójico, ya que fue quien le salvó la ropa al Presidente en la discusión con la oposición por la refinanciación con el FMI. Pero, además, se está ganando la confianza de la vicepresidenta.
Estas son especulaciones políticas, que habrá que ver si el tiempo las confirma. Lo concreto es que Schiaretti ve un escenario nacional inquietante en lo económico y también en lo político.
