Juan Schiaretti y Martín Llaryora están en Riad, la capital de Arabia Saudita, a más de 13 mil kilómetros del convulsionado escenario electoral nacional, que tiene impacto en Córdoba.
La distancia no significa que los dos referentes peronistas cordobeses no estén al tanto de lo que sucede en la “República del Amba” –según la denominación que da Schiaretti al decisivo distrito electoral del Gran Buenos Aires– así como en Córdoba.
El actual gobernador y el que viene saben que están en una encrucijada. Por eso decidieron alejarse, pero regresarán dos semanas antes del crucial balotaje que resolverá quién será el próximo presidente: el peronista Sergio Massa o el ultraliberal Javier Milei.
El origen ideológico de los dos candidatos presidenciales no es neutro para los peronistas Schiaretti y Llaryora. Los cordobeses pueden pagar un costo político en el peronismo nacional si se mantienen prescindentes en la pulseada por el poder.
Antes de embarcarse hacia Arabia Saudita, Llaryora tuvo algunos anticipos del clima político que lo recibirá a su regreso. Tuvo llamados de dirigentes y operadores massistas (no habría que descartar alguno del propio Massa), en los que le advirtieron sobre las consecuencias políticas de no jugar, cuando al frente del PJ está el liberalismo, incluido Mauricio Macri.
Llaryora deberá decidir, cuando hasta su círculo más cercano está dividido. Algunos opinan que debe jugar con Massa, el candidato peronista, un viejo compañero de ruta en su militancia de juventud. Otros llaryoristas están convencidos de que “lo mejor” que le puede pasar al próximo gobernador es que Milei sea el próximo presidente.
En esta encrucijada, Llaryora transmite tranquilidad a los suyos. Está convencido de que quienquiera sea el próximo presidente, necesitará al PJ cordobés para asegurar la gobernabilidad.
El gobernador electo no cree que si mantiene su prescindencia haya lugar para castigos políticos del presidente que viene.
Ya se dijo. Antes de partir, Schiaretti dejó trascender que no se iba a pronunciar sobre este mano a mano entre los dos candidatos presidenciales.
El gobernador nunca fue propenso a los barquinazos. Suele ser coherente en sus decisiones políticas. La prescindencia es el camino elegido, al menos por ahora.
Llaryora les dice a los pocos que lo escucharon en los últimos días que “no se moverá un centímetro” de la postura de Schiaretti.
Quizá sea la última decisión política fuerte que tome el gobernador y excandidato presidencial antes de dejar el poder provincial.
Pendientes
No obstante, ambos referentes peronistas, aun a miles de kilómetros de distancia, están pendientes del cambiante escenario electoral.
Sobre todo Llaryora, quien analiza los costos de la prescindencia. El próximo gobernador deberá convivir los próximo cuatro años con el nuevo presidente. Es lo único seguro.
Schiaretti habría dicho en privado que él no tiene agarrado a nadie y que, por lo tanto, mal podría “liberar” a sus votantes. Es cierto, los ciudadanos, mayoritariamente, no siguen lo que opinan o les indiquen los gobernantes o líderes políticos de turno.
Pero esta definición no dice toda la verdad. El PJ gobierna Córdoba desde hace 24 años y tiene una fuerte y aceitada estructura electoral. Es con la que anhelarían contar tanto Massa como Milei en esta campaña para el balotaje.
Schiaretti y Llaryora saben que el voto peronista cordobés duro, más allá del marcado sentimiento antikirchnerista, está más cerca de Massa que del candidato libertario.
Esto quedó demostrado en las elecciones del domingo pasado. Si se repasan los resultados por localidad y ciudad, los schiarettistas llegaron a la conclusión de que el crecimiento de cinco puntos de Massa en Córdoba fue por los votos peronistas.
Schiaretti pudo recuperar lo que le restó el candidato oficialista gracias a los independientes que tradicionalmente apoyan a Juntos por el Cambio. Patricia Bullrich fue la gran perjudicada del último reparto del voto cordobés.
El gobernador y su sucesor comparten su avidez por las encuestas que sondean el humor electoral de los cordobeses.
En este escenario de mano a mano por la presidencia, según los números que manejan en el Centro Cívico, habría un 70% de los cordobeses que está más cerca de votar a cualquier opositor que al oficialismo nacional.
En esto coinciden los massistas. “Hoy estamos 70 a 30 en Córdoba; como la fórmula del fernet, pero en contra. Lo bueno es que estamos a tiempo de mejorar este escenario”, resumió un peronista cordobés que trabaja para Massa.
El estallido de Juntos por el Cambio a nivel nacional también es tema de análisis para Schiaretti y Llaryora.
Los opositores cordobeses, sobre todo los radicales, tratan de evitar los cruces que se produjeron a nivel nacional, con una cómoda neutralidad que proclamó la UCR local.
Una neutralidad que en los hechos también está en duda, como la prescindencia del PJ provincial. A tres semanas del balotaje, nada se puede dar por cerrado.
Faltan capítulos de esta novela electoral. El 5 de noviembre, Schiaretti y Llaryora regresarán a Córdoba y tal vez se encuentren con un escenario más previsible.
Es difícil que el gobernador se mueva de su postura. Es más difícil aun, para no decir imposible, que Llaryora marque diferencias con quien todavía es su jefe político.
Como dijo un experimentado delasotista alejado de las luces del poder, más allá de las operaciones y movidas políticas, para convertirse en el próximo presidente Massa y Milei deberán ganar el respaldo de la mitad más uno de ciudadanos descreídos y al borde de la indignación con la clase política.
Schiaretti y Llaryora adhieren a esta teoría. Tal vez sea un modo de sacarse responsabilidad de una prescindencia que puede tener algún costo político.
