En el altar hay lugar para una sola cosa y el Gobierno de la Libertad Avanza eligió poner ahí la baja de la inflación. Todos los otros objetivos económicos han quedado supeditados a ese objetivo excluyente que es la baja de los precios.
En abril el equipo económico celebró el número de 2,8% (después del 3,7% de abril), sobre todo porque a mitad de mes levantó el cepo cambiario y eso significó una prueba de fuego en materia cambiaria.
Hasta el ministro Luis Caputo recurrió a los escraches en redes sociales a las empresas que, al día siguiente del levantamiento de las restricciones, mandaron listas de precios con aumentos del 7-10%. Todo vale, incluso viejos métodos del kirchnerismo.
A los pies de ese altar sagrado se dejó entonces la acumulación de las todavía negativas reservas del Banco Central y la necesidad de acompasar el tipo de cambio con la inflación y con lo que está pasando con las monedas del mundo.
Nos volvemos caros y el sector exportador tiene hoy un tipo de cambio más barato incluso que el blend con el que vendía antes de que se levantara el cepo.
Se mandaron al freezer todos los estímulos que podrían estimular el crecimiento de la economía. Hay pocos pesos –la base monetaria representa el 7% del PBI, cuando el promedio fue entre el 14 y 18% en las últimas dos décadas- y eso significa que hay poco combustible para que la economía crezca vigorosamente.
Por ahora, estamos viendo rebote después de dos años de caída y parecería que el crecimiento en serio deberá esperar, aunque hay matices.
El economista Gastón Utrera, por ejemplo, dice que se pueden dar las dos cosas. “Es habitual que haya una disyuntiva entre menos inflación o más crecimiento, pero esa una falsa disyuntiva hoy; no está ocurriendo eso ahora: la inflación está bajando y la actividad económica está creciendo aceleradamente. Y no es casualidad, en regímenes de alta inflación, la inflación es tan negativa para la economía que da vuelta esa relación: con alta inflación tenés baja actividad económica, cuando lográs bajarla, se recupera”, diferencia.
Para el 2024, el consenso era unánime: para bajar los precios y salir del precipicio de la híper, indefectiblemente había que enfriar la economía.
El Gobierno enarboló motosierra, dio señales suficientes de no estar dispuesto a abrir ninguna válvula de pesos y sigue en la misma tesitura: habrá superávit fiscal (es más, ahora la presión apunta a provincias y municipios) y no está dispuesto a avalar paritarias que superen la inflación mensual.
Es más, la pretensión es que sea del 1% al mes. Sostiene que hasta tanto no se mejore en serio la productividad, no hay pesos disponibles y suficientes como para pagar esos aumentos.
¿Está buena esa elección? ¿Lo que mata de verdad es la inflación? ¿Se puede vivir con menos crecimiento pero menos inflación o el empresariado preferiría un poquito de las dos cosas? ¿Se puede dar un círculo virtuoso entre ambas cosas?
Voces locales
El consenso entre los consultados por este diario es unánime. La inflación mata y es la prioridad principal a resolver. Algunos agregan algún “pero” después y otros dicen que incluso, acomodándose la macro, ya están viendo resultados.
Uno de los que más resalta esto es Marcos Lozada, director general del Sanatorio Allende, presidente de la Cámara de Empresas de la Salud de Córdoba y miembro de Aclisa, la otra cámara que agrupa a los sanatorios. “Para el sector salud, no hay peor cosa que la inflación. Para nosotros, menor inflación es más crecimiento, toda esta estabilización significa la posibilidad de volver a crecer. El impuesto inflacionario nos liquida”, remarca. Entiende que “aún no hemos salido de la bomba atómica de la gestión anterior”. “No coincido con que menos inflación es menos crecimiento” y asegura que la liberación del tipo de cambio y baja del impuesto a las importaciones permite hacer “proyecciones excelentes” para normalizar la actividad.
“El orden macro y bajar la inflación, va a traer un enorme crecimiento de la economía y una mejora del poder adquisitivo de la gente. Nosotros vivimos de eso y estamos haciendo una apuesta grande a que mejore sustancialmente”, remata. “Sí se viene un cambio en el modelo de negocios muy grande, el que funcionó en un modelo de inflación crónica no va a ser el mismo que con un país estable”, remarca.
Marcelo Olmedo, de Promedon, empresa líder de insumos médicos en el país y región, puesto a elegir, se inclina por menos inflación. “Claramente la batalla contra la inflación es la prioridad en Argentina, si abandonáramos eso nos quedaríamos a mitad del río. Se ha hecho un esfuerzo enorme, pero estamos aún en a niveles altísimos. Desperdiciar este esfuerzo y volver atrás, cuando sabemos que una vez que se escapa es muy difícil de controlar, me parece de altísimo riesgo, sabemos los estragos que ha provocado en la economía argentina no haberla controlado en los últimos 50 años”, describe.
“Debemos como país hacer un enorme esfuerzo para seguir y mantener en niveles razonables, a los que aún no hemos llegado. Yo priorizaría enormemente la batalla contra la inflación”, agrega, el extitular de la Cámara de Comercio Exterior de Córdoba.
“Sacrificar nada, pero parar la inflación a toda costa”, dice José Luis Palazzo, productor de espectáculos, un negocio donde talla fuerte la previsibilidad sobre el tipo de cambio.

“Siempre la inflación es un problema para cualquier tipo de proyección en cualquier espectáculo, como es la oscilación en el dólar y el cambio a la hora de contratar un artista. Pero el mayor enemigo de la industria a la que yo represento es la falta de previsibilidad y la inflación genera eso, porque programamos con un año de anticipación y salimos a la venta con espectáculos que van a realizarse recién el año que viene”, señala.
“Yo me inclino por una menor inflación con menos crecimiento, siempre y cuando sea por un corto plazo, la mitad del gobierno”, apunta Sebastián Albrisi, titular de la Telemercado y secretario de la Cámara Argentina de Centros de Contacto.
“La inflación es una variable clave del ordenamiento económico para poder sustentarse en otras cuestiones que tienen que ver con la eficiencia, el mercado, el desarrollo y una mirada a más largo plazo”, agrega.
Objeciones
Claro que también hay objeciones. Los sectores productores de bienes, que en algunos casos pueden estar más expuestos a la desregulación arancelaria, el atraso del tipo de cambio o la apertura de importaciones, piden que se den otras cosas en simultáneo. “El orden macro es fundamental, necesario e innegociable. Sin previsibilidad, los negocios que generan valor y le dan potencia a la economía, no se desarrollan. Pero creo que el gran problema hoy es que no está puesto el foco en las agendas productivas”, dice Miguel Zonnaras, titular de Georgalos, una de las industrias de la alimentación más grandes de la provincia.
“Si el sector productivo no resuelve la presión fiscal consolidada que tiene en su actividad, difícil que pueda ser competitiva. El pedido es competir con el mundo y lo que tenemos que hacer es aceptar ese desafío, pero que compitamos con las mismas reglas de juego de los países con los que vamos a competir”, sostiene. Falta de infraestructura, logística y modernización laboral aparecen en el tapete.
“Yo no estoy seguro de que este gobierno esté pensando en una agenda micro, están concentrados en la macro”, cruza Luis Macario, titular de la Unión Industrial Córdoba.
“Yo quiero menos inflación con crecimiento, pero no sé si es compatible en estos tiempos. Creemos que acomodar la macro era absolutamente necesario para que el sector privado tenga previsibilidad y hay hitos que se fueron logrando en función de la situación recibida: equilibrio fiscal, normalización de la deuda comercial con el exterior, la baja del riesgo país y algún avance en la mejora de la legislación laboral”, enumera.
“El gran punto es la micro: cómo se encara una agenda de competitividad que permita a la industria que crezca, que es la que va a generar mayor puestos de trabajo. El año pasado en Córdoba se perdieron 30 mil y esos no volvieron”, reclama.
Gustavo del Boca, también exponente de la industria -es titular de la cámara que agrupa a los metalúrgicos- dice que se pueden dar las dos cosas a la vez y que hay deberes por hacer de uno y del otro lado del “portón”. “Una no es excluyente con respecto a la otra: hoy tenemos una baja en la inflación, que es excelente como noticia y las mediciones que tenemos no nos dicen que la actividad económica esté cayendo, sino que hay crecimiento. En eso Milei tiene razón”, apunta. Pero cree que es urgente tomar medidas en cuanto a la competitividad para tener chances de éxito.
“Portones adentro, es responsabilidad de cada una de las empresas tener más tecnología e infraestructura para ser competitivos, falta apoyo crediticio porque no hay capacidad de inversión sin eso, pero “portones afuera” seguimos teniendo impuesto al cheque, ingresos brutos y costos laborales altos –no salarios, remarca- y sobre esto tenemos que trabajar”, enumera. No obstante, rescata la reciente quita de retenciones a las exportaciones industriales (del 3% al 4,5%): “En una cotización mundial, eso es muchísimo”, dice.
“La pregunta no es fácil”, concede Carlos Gleria, de Guma, una gran productora cordobesa de productos de limpieza y tocador. El consumo masivo, como se sabe, es el que más demorado viene. “Para nosotros la estabilidad es fundamental para poder desarrollar estrategias y planificar el crecimiento. Nuestra rentabilidad está directamente relacionada con el volumen vendido, el cual todavía no se reactiva”, dice. La expectativa estaba puesta a más tardar en el último trimestre del año pasado.
Y ahí talla la micro, que viene más lenta. “Las paritarias están reconstruyendo el poder de compra de la sociedad, aunque es posible que de forma distinta de acuerdo al sector, también es cierto que aumentos que aún se están generando en agua, energía eléctrica, gas, transporte atentan contra la decisión de compra de mayor volumen”, detalla. Ese cambio de hábitos al que asistieron abruptamente las familias en el 2024 aún no se ha desarmado: el salario mejora, pero así y todo no alcanza.
La plata no alcanza
Según Indec, entre abril de 2024 y marzo del 2025 los salarios acumularon un aumento del 85,7% con una inflación del 56% en el período.
Los estatales tuvieron un ajuste de sueldos del 67%, los privados registrados lograron un aumento del 76% y los informales percibieron una suba del 183%.
Todos estuvieron por encima de la inflación pero, así y todo, la sensación es que la plata no alcanza.
Y es que lo que se denomina “ingreso disponible en los hogares” todavía está 11 puntos debajo de lo que estaba en noviembre pasado.
La mejora la absorbió la fortísima suba de todo lo que estaba atrasado: nafta, colectivo, servicios y prepagas.