Está instalado en buena parte de la opinión pública que 2024 fue el año del ordenamiento macro y este 2025 es el turno de la micro. Es decir, que una vez hecho el ajuste generalizado sobre el Estado, la ciudadanía en general y el sector productivo en particular empezarían a ver las mieles de la estabilidad y la previsión.
Ni una cosa ni la otra son tan ciertas. El gobierno de La Libertad Avanza avanzó mucho sobre el ordenamiento macro, pero es muy prematuro concluir que ya esa tarea está terminada. Primero, porque las tensiones para subir el gasto siguen estando presentes. Un ejemplo está en lo que sucede en el Congreso, cuya Cámara de Diputados dio media sanción al proyecto que restaura la vigencia de las moratorias previsionales, aumenta los bonos de suma fija a quienes perciben la mínima y dispone un aumento del 7% a todos por única vez.
Para hacer un parangón: en Córdoba, por caso, pese a que se firmó el acuerdo con Anses para el pago de cuotas mensuales por el déficit de la Caja de Jubilaciones, el gobernador Martín Llaryora no dispuso (al menos, todavía no) un bono adicional, la eliminación del aporte solidario o la suspensión del diferimiento al pago de haberes. Sus diputados pidieron en la Nación lo que no hizo todavía en Córdoba.
Es probable que esas tensiones por aumentar el gasto se aceleren, dado que faltan apenas tres meses para las próximas elecciones. La lógica que prima desde el retorno de la democracia a esta parte es que cada dos años los poderes ejecutivos ponen en marcha un “plan platita”. Cada uno en su territorio, con sus matices y nombres de acuerdo a la ocasión, toma una medida para repartir plata ajena en nombre de su propia corona. Así nos ha ido: no hemos hecho más que repartir pobrismo. Hace 15 años que no crecemos.
“No hay ninguna posibilidad de que el Presidente o el ministro de economía cedan un ápice en el superávit fiscal al que se han comprometido. Podrán venir los 24 gobernadores a pedirnos más plata; siempre quieren más plata, lo que es obvio, pero cualquier ley que pueda modificar ese resultado será vetada”, dijo este lunes el jefe de Gabinete de la Nación, Guillermo Francos, en el aniversario de la Fundación Mediterránea.

Sintonía fina en lugar de licuadora
La inflación cayó a fuerza de motosierra porque el Estado licuó y ajustó en 2024, pero esa receta ya no aplica a 2025, porque la licuadora funciona sólo con alta inflación. Hay que hacer sintonía fina en todas las áreas públicas, ofreciendo un servicio público de alta calidad y baja burocracia.
A ese orden macro, que se cristaliza con un descenso marcado de la inflación, le faltan varias cosas: una acumulación genuina de reservas, el levantamiento del cepo para las personas jurídicas, la llegada de inversiones y una serie de reformas de fondo que permitan que el sector privado despegue sin la asistencia permanente del Estado.
Por el otro lado, es muy difícil pensar que la micro va a despegar si la Argentina no repite primero varios años de orden macro; pero sobre todo, si no libramos primero una batalla cultural. Tenemos que erradicar la concepción de la economía moldeada al calor de un Estado que pretendió estar presente siempre y en todo lugar, pero que terminó haciendo mal lo que sólo él es capaz de hacer: defender el valor de la moneda, impedir el avance del narco, ofrecer condiciones de seguridad para vivir en paz. Eso no va más.
No está claro si lo que proponen ahora los libertarios va a funcionar, pero sí está claro que en la mesa no hay nada que se le parezca a lo que vivimos en las últimas dos décadas.
Es probable que no haya un boom de consumo como se alentaba en la previa de cada elección: precios estables y a la baja hacen que los pesos ya no quemen y que se pueda decidir mejor cada compra.
Es probable que al Gobierno le preocupen poco si se pierden empleos industriales porque se abrió el ingreso de importados, si eso sirvió para que los precios al consumidor bajen.
Es probable que se mofe de los reclamos de los gobernadores que piden el regreso de la obra pública para reactivar la industria de la construcción.
Es capaz de desairar a su vice y no ir a Rosario el Día de la Bandera y reparte insultos gravosos para quienes no piensan como él. Es más, se burla hasta de quienes le garantizaron la gobernabilidad en el Congreso.
¿Gusta? A quienes celebramos los modales republicanos, no; pero los buenos modales y las palabras bonitas nos han traído hasta acá.
Es todavía indescifrable para buena parte de los políticos argentinos, que esperan que siga la lógica del statu quo. “Es un presidente poco convencional, lo entiendo, pero es lo que quisieron los argentinos en un momento de crisis”, se defendió Francos. “A Milei no le importa nada más que su convicción de cómo se tiene que manejar el país: un Estado muy pequeño, que controle y que sea capaz de crear las condiciones para que el sector privado haga su trabajo”, reiteró en Córdoba.
Todos estos antecedentes indican que la micro no va a ser promovida ni alentada por el Estado que concibe Milei. Se trata, ahora, de competir en condiciones de estabilidad, que, por cierto, todavía no están del todo conquistadas. La moneda está en el aire.