Que un intendente repita mandato en la ciudad de Córdoba es la excepcionalidad en los últimos 25 años. De los últimos cinco ocupantes del Palacio 6 de Julio, sólo Ramón Javier Mestre tuvo reelección. Daniel Passerini tampoco tendrá ocho años de gobierno: se lo impide la Carta Orgánica, ya que fue viceintendente de su predecesor, el hoy gobernador Martín Llaryora.
Y ese es el primer condicionante para Passerini: el de la continuidad de lo conseguido por Llaryora en sus cuatro años en el municipio. Ese ciclo le sirvió de plataforma para llegar al Centro Cívico, rompiendo lo que parecía ser un maldición para los intendentes capitalinos. Desde la vuelta de la democracia, nadie había logrado dar ese salto directo (Ramón Bautista Mestre lo consiguió, pero recién cuatro años después de dejar la intendencia).
Passerini tiene que continuar con los logros de Llaryora, sobre todo en lo referido a la recuperación y puesta en valor del espacio público, una de sus políticas más valoradas por los cordobeses. Esos espacios deberán recibir el mantenimiento acorde, y esa política tendría que continuar en las plazas y parques que aún no fueron mejorados.
Pero lo importante es cuál será el sello propio del actual intendente. Médico de profesión, con especialidad en Toxicología, el involucramiento de la Municipalidad en el tratamiento de las adicciones fue uno de sus anuncios. También, mejoras en los hospitales, la creación de un servicio de telemedicina y la metropolización de las ambulancias del 107.
Sus proyectos van mucho más allá de lo que anunció este viernes. Una de las ideas que buscará materializar en su gestión tiene que ver con un nuevo hospital para urgencias, con una ubicación que sea de rápido acceso desde cualquier punto de la ciudad.
Lo material
Más allá de ese anhelo del intendente, es la obra pública la que suele ser el sello de las gestiones municipales. El ejemplo más trillado es el de la avenida Costanera, que justamente lleva el nombre de su impulsor: Ramón Bautista Mestre.
Sobre ese eje, Passerini atraviesa un período de serias restricciones presupuestarias: a las podas de subsidios, se suman el fuerte incremento en los precios de la construcción y una sensible merma en los ingresos, producto de la crisis.
Por eso, no hubo promesas de obras faraónicas ni de gran magnitud. La más disruptiva probablemente sea la extensión del bulevar San Juan en el tramo que va desde La Cañada hasta Mariano Moreno, donde la separación de carriles es de un cordón estrecho. Además, hay cuatro desagües y un colector cloacal.
Lo central
Sin embargo, lo que puede ser el sello distintivo de la gestión Passerini recae sobre tres ejes que suelen ser problemáticos: el transporte y su licitación –aunque no lo mencionó–, la basura y su licitación, y la novedosa decisión de involucrar al municipio en seguridad, con la implementación de la Guardia Urbana.
Ya es sabido que, en los dos primeros ejes, el riesgo de fracaso es alto: sólo bastaría mencionar que, de las cuatro empresas que largaron el actual sistema en 2014, sólo sobrevive una, y que la prestación nunca fue de la calidad prometida. De la basura, igual: se sigue con esquemas vetustos de recolección, salvo algunas excepciones, como los contenedores soterrados.
Y, en el tema de la seguridad, es una apuesta a responder uno de los principales reclamos de los cordobeses.
Si salen bien, pueden ser el diferencial de Passerini. Pero la historia indica que ese resultado fue casi siempre la excepción a la regla.
