El Gobierno de Javier Milei está cerrando la más compleja de sus apenas siete semanas de existencia.
Además el paro nacional en tiempo récord que le hizo la CGT el miércoles, el trámite legislativo de los casi 700 artículos de la “ley ómnibus” está mostrando más signos de estancamiento que de avance.
La tibia victoria que representó la obtención de un dictamen para pasar al debate del recinto se estrelló contra la cruda realidad: el oficialismo está lejos de lograr el consenso para que la ley pase Diputados, y se expone a una “paliza” legislativa que lo puede dejar con apenas una parte de la norma aprobada, en el mejor de los casos. En el peor, se agita un el fantasma de un rechazo liso y llano, algo que parece lejano pero que ya nadie descarta de plano.
Por eso, el titular de la cámara, Martín Menem, paso el tratamiento en el recinto para la semana que viene, a la espera de que se encienda una luz al final del túnel.
Anoche, el ministro de Economía Luis Caputo se presentó con buen semblante a una conferencia de prensa para anunciar que el oficialismo retira de la ley todo el capítulo fiscal, como prenda para facilitar el avance del resto de los artículos.
Los días por venir mostrarán si la movida es válida. Pero la jugada es importante:se retiran de esta discusión nada menos que los cambios propuestos para la movilidad jubilatoria y el aumento en las retenciones a las exportaciones –que provocó el “alzamiento” del gobernador Martín Llaryora y de otros mandatarios provinciales–. Y también Caputo da marcha atrás con otro proyecto de ley: el del regreso de la cuarta categoría de Ganancias.
Mientras tanto, el país parece estar detenido, observando cómo el Presidente mueve las fichas de un tablero que sólo él parece comprender. Antenoche echó a su ministro de Infraestructura por supuestamente haber filtrado a la prensa detalles de una reunión de Gabinete. Ayer, en declaraciones periodísticas, dijo que el país “está cerca de dolarizar”, y trató de “comunista asesino” al presidente de Colombia. Casi nada.
