El Gobierno nacional logró que se reinstalara la economía en la agenda de discusión pública. No era fácil esa vuelta al eje después de la turbia recomendación que cometió el propio presidente, para que se invirtiera en una fallida criptomoneda. A ese mes le siguieron varios errores no forzados, que terminaron con un recalentamiento de los dólares financieros y el eterno debate del tipo de cambio atrasado. Debate que siempre han logrado ganar los sectores a los que les conviene un dólar alto para pagar salarios baratos en pesos y proteger de la competencia sus producciones, con el argumento de la defensa del trabajo argentino.
La salida del cepo –parcial, dado que operan todavía algunas restricciones para las personas jurídicas– cambió el humor y, a casi un mes del anuncio, si bien siempre es pronto en materia cambiaria, la estrategia funcionó: no se fue al techo, coqueteó con el piso y da la sensación de que estará ahí, en el medio de la banda, sin descontrolarse.
Para presionar el tipo de cambio a la baja, juraron en todos los medios que sólo comprarán cuando la divisa perforara el piso de la banda; anunciaron el regreso del carry trade para extranjeros (con un plazo mínimo de permanencia de seis meses, aunque con posibilidad de salida por CCL), y presionaron al campo para que liquidara antes de que vuelvan a subir las retenciones.
El dólar, que había saltado inicialmente a la zona de $ 1.200, bajó hasta coquetear con $ 1.050 y, tras algunos días, volvió a ubicarse en torno a $ 1.170. Pero la primera impresión fue que el tipo de cambio no se descontroló, y eso llevó a muchos empresarios, que se habían preparado para ajustar precios, a postergar aumentos.
Con un tipo de cambio flotante, el Gobierno buscó desde el inicio disciplinar a empresarios poco acostumbrados a la volatilidad del dólar oficial. Aprender a flotar también implica aceptar que no se puede remarcar cada vez que el tipo de cambio sube o baja.
A esta estrategia se sumó otra más controvertida, reminiscente de épocas kirchneristas: funcionarios salieron con los tapones de punta contra empresas que enviaron listas con aumentos, incluso amenazando a través de redes sociales con tomar medidas para evitarlo. Una actitud que entra en tensión con los principios liberales y la idea de que el mercado se regula solo. Lo cierto es que los datos de inflación de abril serán positivos.
Todo indica que el índice estará más cerca del 3% que del 4% o el 5% que muchos esperaban si el salto cambiario hubiera continuado en mayo.
Ahora el ministro de Finanzas, Luis Caputo, ha puesto en el debate de la arena económica dos grandes tópicos. Ahí es donde más a sus anchas se siente el Gobierno. Uno, los dólares que los argentinos se resisten a usar; el segundo, la presión impositiva que las provincias y municipios eluden bajar. Está calculado que los argentinos tienen U$S 271 mil millones guardados en el colchón o en una caja de seguridad.
Eso es gravoso por dos lados: están parados; ergo, no generan rendimiento a quien los tiene ni sirven como crédito para quien los necesita, y están apolillándose sin que entren al circuito virtuoso de la actividad productiva o financiera. Encima, es muchísima plata: casi medio PIB del país ahí frenado, durmiendo el sueño de los justos.
Hay muchos dólares en negro, pero también plata blanca cuyos dueños no la quieren usar.
Pero quien la guardó en 2024 perdió como en la guerra. El blue subió en el año apenas 20%, contra una inflación del 118%, lo que significa que quien atesoró divisas perdió, en pesos, 83% de capacidad de compra. El plazo fijo, la inversión más accesible al ahorrista común, fue el gran ganador: 179% anual los anclados a UVA y 75% real el tradicional. El dicho dice que quien guarda siempre tiene, pero si se repite la historia será fastidioso tener y perder por segundo año consecutivo. Ya pasó el blanqueo, pero sigue habiendo plata escondida; mucha plata.
Y ahí Caputo aparece con su esbozo de ideas: que se va a poder tener un alias para una cuenta en dólares en las billeteras virtuales para que sea fácil pagar con dólares. Hasta es posible que se elimine el impuesto al cheque para las cuentas en dólares (de modo que las empresas cobren y paguen a sus proveedores por esa vía) y se habilitaría incluso el pago de impuestos con dólares.
Algunos imaginan la posibilidad de adelantar impuestos futuros gozando de una reducción sustancial, y también están quienes señalan que podría ampliarse el destino de los dólares ya blanqueados a transacciones que hasta ahora no estaban incluidas. Caputo asegura que Arca, la agencia que recauda impuestos, no preguntará sobre el origen de los fondos.
Habrá que esperar el detalle, pero los recaudos legales que existen para rastrear el origen de los fondos superan la voluntad de un ministro y no se pueden saltear por loable que sea el objetivo de remonetizar la economía.
¿Qué significa eso? El problema es que hay poca plata circulando: el equivalente al 6-7% del PIB, cuando en la convertibilidad rondaba el 14%. El Estado no emite. Literalmente hay pocos pesos y eso pone freno a la expansión económica. Pero, si se inyectaran más pesos, estos pondrían presión sobre los precios, porque no están dadas las condiciones para incrementar la producción.
A la inflación le está costando perforar el piso del 3%, pero todo se piensa en función de ese altar. Una manera de no sacrificar más la actividad sería que aparecieran dólares que moviesen la rueda productiva y que no presionaran sobre los precios, como lo han hecho los pesos las últimas dos décadas. La inflación es siempre un fenómeno monetario.
La gran duda es si los argentinos soltarán sus dólares atesorados. ¿Usted lo haría?
¿Qué pasa con el IVA?
El otro gran tema que tiene entre ojos Caputo es el IVA provincial. Como no logra por las buenas y de manera directa que las provincias bajen su gasto, lo quiere intentar por la vía indirecta.
El plan es dejarlas expuestas: según lo que explicó ayer en streaming, Nación cobraría lo que le corresponde al IVA para sí misma (habló de nueve puntos de los 21 que implica el IVA) y el resto quedaría para cada provincia, más lo que hoy están cobrando de Ingresos Brutos.
La recaudación del IVA se coparticipa 60% a las provincias y 40% a la Nación, pero antes hay un enorme detalle que Caputo sacó de la ecuación: Anses se lleva 11 puntos para cubrir el déficit previsional y una porción menor para financiar las cajas previsionales (que hoy no financia). Por lo tanto, el reparto de 60-40 es sobre 10 puntos de IVA y no sobre 21.
No está claro tampoco si la parte que se coparticipa quedará para cada provincia (recaudando Nación) más lo que hoy está cobrando de Ingresos Brutos.
De todos modos, el concepto de que “compitan entre sí para atraer inversiones” es interesante, porque se verá la que realmente hace un esfuerzo fiscal para acomodar sus cuentas y bajar los impuestos y así atraer inversiones. ¿Prosperará? ¿Habrá algún gobernador dispuesto a ser juzgado en flagrancia por sus votantes?