El insulto ya no es solo un exabrupto: se volvió una herramienta de comunicación política. Así lo plantea Lucas Raffo, consultor político de la firma Ad Hoc, que viene monitoreando el uso de palabras agresivas en la conversación digital.
“No es solamente una disrupción, sino una estrategia de comunicación, una forma de demostrar atributos como la autenticidad o la ruptura con lo tradicional”, sostuvo en el streaming La Voz En Vivo.
El equipo de Raffo detectó un fenómeno que trasciende al presidente Javier Milei, aunque lo tiene como figura central. “Efectivamente es el que más insulta, pero vemos un montón de actores políticos que han empezado a utilizar esta estrategia. Eso es efecto de la irrupción de Milei y sus modos”, afirmó.
Según sus mediciones, que comenzaron en enero de 2023, se detectaron 27,5 millones de insultos en la conversación digital en los últimos dos años y medio. “La campaña electoral fue el momento de mayor intensidad, pero una vez que terminó, el nivel de insultos no volvió a bajar: quedó alto. Eso muestra que no se agota en el fragor de la competencia, sino que continúa incluso como modelo de comunicación de gestión”, explica Raffo.
En ese relevamiento, el Presidente aparece en el sexto lugar entre los 10 perfiles que más insultan, con 1.589 expresiones agresivas registradas. “Nueve de esos diez perfiles son trolls, con anonimato y sin foto real. Milei es el único que no lo es”, destaca. Para el analista, este dato no es menor: “Hoy, una persona que entra a mirar una conversación política en Twitter tiene el doble de chances de cruzarse con un insulto que hace un año y medio”.
Discurso particular
Una de las particularidades que identificaron en el discurso presidencial es el uso reiterado de metáforas sexuales, muchas veces asociadas a lo anal.
“Tuvimos que incluir palabras como mandriles, que tienen una connotación evidente, ligada a la sexualidad, que el presidente utiliza como insulto. Eso lo diferencia de otros liderazgos”, remarcó. Mientras que el resto del arco político recurre a formas más moderadas, según Raffo, esas formas antes ni siquiera estaban presentes.
El consultor advirtió también sobre la responsabilidad de los medios: “Encontramos que, cuando los medios amplifican estas conversaciones y describen usando las mismas palabras, el nivel de interacción sobre ese contenido aumenta exponencialmente”.
Para él, existe una trampa: lo que antes era marginal ahora se convierte en noticia, y los medios, por su propia naturaleza de amplificadores, terminan legitimando ese lenguaje.
La categorización de los usuarios también cambia: Raffo distingue entre trolls, provocadores y amplificadores. “El provocador es alguien con identidad real que utiliza esa estética disruptiva para llamar la atención. Eso es lo que empieza a hacer la política”, describió.
Respecto del impacto de este fenómeno en la sociedad, reconoce señales de desgaste. “Desde Davos hasta hoy, hay más negatividad en la conversación sobre el presidente. En las encuestas, perdió algo de aprobación, aunque se mantiene fuerte en algunos sectores”, dijo.
Pero plantea un dilema mayor: ¿qué pasará si la economía no mejora? “Hay un juego ahí. La sociedad puede decir: ‘Te apoyé, te estoy bancando, pero te dedicás a insultar y no a resolver problemas’”.
En esa línea, comparó con el caso de Nayib Bukele en El Salvador, donde un estilo autoritario y violento parece ser tolerado por sus logros en seguridad.
Sin embargo, Raffo señaló que la estética no siempre es irrelevante: “En Argentina, cuando se resolvieron cuestiones económicas, las formas empezaron a importar, como ocurrió con los gobiernos de Menem y de Kirchner. Por ahora, soy más pesimista. Habrá que esperar para ver si el hartazgo crece”.