Nassim Nicholas Taleb, ensayista libanés de origen y naturalizado estadounidense, publicó en 2007 su libro más reconocido: El cisne negro. En pocos meses, la obra se transformó en un best seller mundial. Su impacto fue inmediato y transversal: estremeció los cimientos del mundo financiero, pero también hizo temblar a la política.
El concepto central del libro es que un “cisne negro” se trata de un evento inesperado, de baja probabilidad de producirse, que genera un enorme impacto, capaz de alterar el curso económico, político y social de un país.
Javier Milei era un joven y desconocido economista cuando Nassim Taleb pergeñó su libro. Sin embargo, parece una profecía de lo que hoy está sucediendo en la gestión libertaria.
El escándalo que estalló tras la difusión de audios comprometedores del ahora exfuncionario Diego Spagnuolo (exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad) puso en el centro de la tormenta a Karina Milei, hermana del Presidente y figura clave dentro del engranaje libertario.
Spagnuolo habla de supuestas coimas en la compra de medicamentos para personas con discapacidad. Una bomba. Un cisne de plumas muy negras que descendió sin aviso e impactó en la Casa Rosada.
La crisis llegó en el peor momento para los hermanos Milei: en la antesala de un test crucial en las urnas. Las elecciones en la provincia de Buenos Aires, territorio donde el kirchnerismo aún conserva un potente músculo electoral.

Serán la primera gran medición del ánimo popular tras el escándalo que envuelve al Gobierno nacional. La noche del domingo traerá no sólo los resultados de las ocho secciones bonaerenses: también marcará señales, definiciones y quizá hasta una fuerte advertencia para los libertarios, que llegaron al poder con el destino de “desterrar a la casta política”.
Los hermanos Milei soñaban con replicar en Buenos Aires su performance en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba), donde vencieron al macrismo (oficialismo) y al kirchnerismo. Pero Buenos Aires no es Caba. Es otro mapa, otro escenario, otro sistema electoral (el vetusto de boletas de papel). Y ahora, también, otro contexto.
Con el cierre de campaña teñido de polémica, el oficialismo libertario ya no habla de victoria. Se conforma con “perder por poco”, admiten algunos libertarios, lejos de las cámaras y los micrófonos.
El objetivo es resistir el embate de los candidatos apadrinados por Axel Kicillof, Cristina Fernández y Sergio Massa. Una batalla que ya no genera entre los libertarios el optimismo de un mes atrás.
Córdoba, otro campo de batalla
Mientras tanto, en Córdoba, el arranque de la campaña para las elecciones del 26 de octubre se desarrolla bajo el mismo manto de incertidumbre: ¿cuánto dañará al espacio libertario este cisne negro que irrumpió con estrépito?
Faltan 50 días para la elección. Y aunque el resultado bonaerense influirá inevitablemente en el tablero cordobés, hoy por hoy lo que domina el ambiente es un clima de desánimo entre los libertarios.
En la otra vereda, en el oficialismo hay un entusiasmo creciente por el resultado que pueda conseguir en octubre la lista de Provincias Unidas, el nuevo sello que impulsa el gobernador Martín Llaryora. Y su carta fuerte es el exgobernador Juan Schiaretti, como primer candidato.
Apenas dos meses atrás, en el Centro Cívico sobrevolaba un pesimismo espeso. Schiaretti guardaba silencio, y desde su entorno dejaban trascender que tal vez no competiría. El aire olía a derrota segura.
Preocupado, Llaryora activó su plan B: envió “a caminar” la provincia a la vicegobernadora Myrian Prunotto, al ministro de Gobierno, Manuel Calvo, y al legislador Miguel Siciliano. Las encuestas no traían buenas noticias al gobernador.
En paralelo, Milei recuperaba el terreno perdido durante el verano, y las encuestas lo mostraban en ascenso.
Por aquellos días, hubo otra señal de alerta para el oficialismo cordobés: Natalia de la Sota cerró las puertas de su flamante búnker en barrio Rogelio Martínez de la Capital provincial a los emisarios del oficialismo, que trataron de convencerla para que volviera a sus orígenes políticos.
Todo parecía teñido de negro para el oficialismo provincial. Tan negro como el cisne que ahora perturba al propio Milei.
“Viene todo muy bien. El único problema es que faltan casi dos meses de campaña”, confesó, sin rodeos, un funcionario llaryorista. La frase resume el nuevo ánimo: optimismo contenido y prudente, porque la campaña aún está en pañales.
Hoy, con los libertarios golpeados por el escándalo y sin una campaña visible en marcha, las encuestas inspiran poca confianza. Pero el entusiasmo es concreto entre llaryoristas y schiarettistas. También en el delasotismo, que intuye una buena cosecha de votos de Natalia de la Sota, apalancada en su fuerte discurso antilibertario.
Del otro lado, los libertarios se mantienen casi en silencio. Aguardarán el veredicto de las urnas bonaerenses. Esperan un milagro. Que el cisne negro que cayó sobre la Casa Rosada no sea tan destructivo como aparenta.