Javier Milei se encargó solito de meterse en el brete en el que está ahora. Nacionalizó las elecciones bonaerenses, cuando en realidad se trataba, en esencia, de una pulseada interna en el peronismo, entre un Axel Kicillof decidido a convertirse en el nuevo líder del PJ y una Cristina Fernández que, desde su prisión domiciliaria, intenta no perder protagonismo en la política nacional.
Fiel a su estilo, el Presidente, quien suele jactarse de acelerar siempre en las curvas, no pisó el freno. Ni siquiera cuando algunos de sus colaboradores más leales le advirtieron sobre lo que afrontaría: una contienda en el barro, frente al kirchnerismo, en territorio hostil y con un sistema electoral (la boleta de papel tradicional) que favorece a los aceitados aparatos de los intendentes peronistas, los denominados “barones del conurbano”.
Pero, claro, cuando los hermanos Milei –el Presidente y Karina– decidieron redoblar la apuesta para clavarle “el último clavo al cajón del kirchnerismo”, el contexto político y económico era otro: el Gobierno recibía buenas noticias de las encuestas y los mercados financieros estaban en calma.
Hoy, ese escenario quedó atrás. Los audios que salpicaron con presuntas coimas a la hermana presidencial, sumados a un dólar indómito, componen un telón de fondo incómodo, acaso el peor posible para los libertarios, de cara a las elecciones bonaerenses de este domingo.
Milei eligió nacionalizar los comicios bonaerenses, y esa decisión inevitablemente tendrá eco más allá de los límites del principal distrito electoral del país: impactará también en Córdoba.
Una derrota de La Libertad Avanza por más de cinco puntos en territorio bonaerense será leída como un severo golpe político para el Presidente. Y habrá que observar, con atención, cómo reaccionarán los siempre sensibles inversores financieros ante un eventual resurgir del PJ.

En cambio, una victoria libertaria –algo que casi ninguna encuesta pronostica- sería interpretada como otro “milagro” político de Milei. Y también una reivindicación para su hermana, envuelta en un vendaval mediático y tapada de memes hirientes en las redes sociales.
Un revés ajustado –como suponen no pocos libertarios– dejará la puerta abierta a múltiples interpretaciones. En ese caso, Milei salvaría la ropa, en medio de un escenario adverso que nadie esperaba cuando decidió jugar fuerte este partido.
Realidad opuesta
En Córdoba, el clima es otro. Se aguarda con ansiedad el resultado de los comicios bonaerenses, en los que apenas se elegirán legisladores provinciales y concejales. Pero la nacionalización –fogoneada por Milei– alteró el eje de una elección que, en origen, parecía puramente local.
El oficialismo cordobés (Provincias Unidas) transita una realidad diametralmente opuesta a la inquietud que hoy se vive en la Casa Rosada.
La candidatura de Juan Schiaretti y los tropiezos de Milei devolvieron el optimismo al Centro Cívico, donde dos meses atrás se respiraba un aire denso y derrotista.
Sin embargo, hay un cabo suelto que incomoda al gobernador Martín Llaryora, y a Schiaretti, su principal candidato: Natalia de la Sota.

Por ahora, los pocos cruces en la tibia campaña cordobesa se dan entre peronistas. Sin un acuerdo táctico, por verse afectados, hay un trabajo de pinzas entre el kirchnerismo y el oficialismo provincial para erosionar la figura de De la Sota.
Desde el ala kirchnerista, sostienen que la diputada resta votos a su espacio y que, eventualmente, si retiene su banca, regresará al redil del PJ provincial.
Mientras tanto, desde Provincias Unidas, aseguran que detrás de su candidatura se esconde la mano de Sergio Massa, movido por un ánimo de revancha personal.
Tanto schiarettistas como llaryoristas coinciden en esa lectura: Massa estaría dispuesto a cobrarse una factura política. En esa visión interesada de los peronistas cordobeses, el dirigente de Tigre está convencido de que perdió el balotaje contra Milei por culpa de Schiaretti.
Y motivos no le faltan. El exgobernador jugó fuerte contra el candidato del kirchnerismo en plena campaña para el balotaje, sin lanzar una sola crítica contra el por entonces indescifrable candidato libertario.
Ese supuesto rencor de Massa parece haberse extendido también a Llaryora. Fue frío el saludo que cruzaron en su reencuentro, el miércoles pasado, en el porteño teatro Colón, durante la celebración por el 80° aniversario del diario Clarín.
Nada quedó del buen vínculo personal que tenían hasta no hace mucho tiempo. Aquella amistad había nacido en la juventud, cuando ambos militaron a favor de la candidatura presidencial de Ramón “Palito” Ortega.
Schiaretti evitará mencionar a De la Sota en la campaña. Para eso están otros: el candidato llaryorista Miguel Siciliano y el diputado schiarettista Carlos Gutiérrez, entre otros.
Sin embargo, el oficialismo sumó un refuerzo sorpresa para tratar de limar a la hija del exgobernador: Olga Riutort. Ya asegura en público, y sin rodeos, que Natalia de la Sota es impulsada por Massa.
Riutort fue esposa de José Manuel de la Sota durante más de 15 años. Esa relación se remonta a los años en que Natalia era una adolescente.
En la política, como en la vida, lo personal y lo público suelen entrelazarse sin pedir permiso.
Massa no pisará suelo cordobés en la campaña. Sus dirigentes locales no integran la lista delasotista. Entonces, surge una pregunta: ¿cuál es el verdadero nexo entre el exministro de Economía y la diputada peronista?
Desde Provincias Unidas, apuntan –en voz baja– al supuesto financiamiento de Massa a la campaña de De la Sota. Pero nadie se atreve a confirmarlo en público.
En la otra vereda, en el búnker delasotista aseguran estar listos para ir al barro. Y advierten: si el oficialismo insiste en el tema del financiamiento massista, Natalia de la Sota no dudará en hablar de los fondos públicos que –también supuestamente– sostienen las siempre costosas campañas del poder provincial.
En este entuerto peronista, hay un dato que corrobora la incomodidad que genera De la Sota: Schiaretti dijo que participará de un debate con los 18 candidatos en carrera, pero evitará confrontar con sus cuatro principales rivales. La intención es clara: evitar un cruce con la diputada de emblemático apellido peronista.
Por ahora, en una campaña cordobesa desabrida, la pimienta la aportan los peronistas. Y todos miran de reojo lo que harán los libertarios después de este domingo.