Para el gobernador Martín Llaryora, la convocatoria al diálogo de parte del Gobierno nacional significa “recuperar el sentido común”.
En diálogo con La Voz en Vivo, valoró positivamen el encuentro con Diego Santilli y Manuel Adorni, y ahora espera que la economía se ponga en marcha porque, asegura, el presupuesto de la provincia se atará al crecimiento prometido.
—¿Lo dejó satisfecho este primer contacto con Santilli?
—Sí. Fue una reunión muy cordial y productiva, que permitió generar un nuevo marco de diálogo y establecer la confianza necesaria para trabajar en conjunto entre el Gobierno nacional y la Provincia. Se trata de ir impulsando medidas que beneficien a todos los argentinos. Era necesario recuperar el sentido común, volver a una relación institucional adecuada, dejar atrás el insulto y el agravio, y retomar una forma de trabajo que en su momento había comenzado bien pero luego se deterioró. Celebro este reencuentro porque es una oportunidad importante que debemos aprovechar todos. Vi muy bien la reunión, con actores a los que conozco hace tiempo. Esperemos que el Presidente tome en cuenta lo conversado, tanto en el primer encuentro como en este, para poder encaminar los temas nacionales.
—Cuando menciona los temas que pueden ser tomados por el Presidente, ¿a qué se refiere y cuáles fueron los que Córdoba puso sobre la mesa?
—La reunión con el Presidente, y la que ayer (por el lunes) profundizamos, giró en torno al futuro de la Argentina y a los pilares sobre los que debe crecer, como él mismo planteó: alcanzar un crecimiento del 6%. Si el país crece a ese ritmo y se implementan las medidas que propusimos, ese crecimiento se traducirá en una mejora real para los argentinos. Para eso deben darse varias condiciones. En este marco de confianza, lo que proponemos es que los presupuestos provinciales se orienten a impulsar políticas que generen inversión y crecimiento, y que la Nación acompañe ese proceso apoyando a las provincias que adopten medidas de inversión, producción y reducción impositiva.
—Hubo funcionarios muy valorados por usted, como Guillermo Francos, que en su momento no lograron destrabar soluciones para las provincias porque la billetera de Caputo estaba cerrada. ¿Cambió algo?
—Se habló concretamente de una mayor flexibilización en los fondos que la Nación pueda disponer para las provincias. Ese tema estuvo sobre la mesa. Y el Presidente, para poder avanzar con el presupuesto, sabe que hay distintos dictámenes y que necesariamente habrá que hacer algunas concesiones de sentido común. Son cuestiones que se venían planteando y que antes, en algunos casos, el propio Gobierno terminó resolviendo unilateralmente. Por ejemplo, los aportes para la discapacidad. Demostramos que cuando los pedíamos antes no éramos “degenerados fiscales”, como se decía, porque eran medidas posibles. Finalmente se aprobaron y eso muestra un cambio de actitud importante. Lo mismo con las universidades. El Gobierno tomó nota y lo está considerando. En el presupuesto que presentó habrá modificaciones que se debatirán. Por eso también vamos a presentar un presupuesto provincial alineado con esa expectativa de crecimiento. Desde Córdoba queremos acompañar ese objetivo del 6% que el Presidente propuso. Uno podría preguntarse cómo se compatibiliza eso con las rebajas impositivas o los incentivos. Bueno, muchas veces una rebaja no es simplemente un beneficio fiscal, sino que está asociada a una inversión real. Por ejemplo, el régimen que permite deducir casi 100 millones de dólares del impuesto sobre los Ingresos Brutos a cambio de realizar inversiones. Todo se sostiene si hay confianza en el crecimiento del país. Por eso, si hacemos un esfuerzo por el país, frente a las dificultades que tenemos, necesitamos el apoyo nacional en los temas que nos afectan. Se trata de reconstruir la confianza y empujar todos para el lado del crecimiento.
Llaryora y la Caja
—Entre esos temas crónicos que atraviesa Córdoba, el más sensible es el de la Caja de Jubilaciones. ¿Cuál es la estrategia que están planteando para la relación con la Nación?
—Hemos avanzado por dos caminos a la vez: el de la negociación y el de la vía judicial. Eso nos permitió obtener un fondeo que utilizamos para mejorar los haberes más bajos. Hoy Córdoba tiene una de las jubilaciones mínimas más altas del país, y vamos a seguir trabajando, confiando en una respuesta nacional que mejore el flujo de fondos. El problema es que la Nación debe atender más de una docena de cajas al mismo tiempo, con un esfuerzo económico importante. Por eso seguiremos reclamando una mejora en los envíos, porque además tenemos deuda acumulada, tanto de stock como de flujo. No vamos a abandonar la vía judicial, porque cualquier mejora que logremos ayuda a reducir el déficit y a seguir fortaleciendo los ingresos de nuestros jubilados. Un jubilado provincial percibe mucho más que uno nacional, y eso implica un esfuerzo enorme de los cordobeses. También está en discusión la reforma previsional nacional, que podría afectar a las cajas provinciales. Muchos distritos las transfirieron a la Nación; nosotros somos de los pocos que defendemos mantenerlas bajo administración provincial. Ojalá el régimen nacional también pueda mejorar, porque hoy sus jubilaciones son tan bajas que hacen imposible vivir con dignidad.
Llaryora y la autopista Ruta 19
—¿Se trató en la reunión el tema de la autopista a San Francisco, que depende de la liberación de un crédito del BID ya otorgado?
—Fueron encuentros iniciales. Lo más importante era retomar el diálogo y reconstruir la confianza. También generar un presupuesto provincial alineado con el nacional. Porque si el país no crece, podés cambiar todas las leyes que quieras, pero sin trabajo todo el peso recae sobre el Estado. Por ejemplo, cuando se recortan subsidios, aumenta la demanda en salud, en educación, en asistencia social. En Córdoba, los pedidos de boleto educativo crecieron 40%, y también aumentaron los chicos que comen en los comedores. Vamos a apostar a un presupuesto que incentive el crecimiento. Pero frente a las dificultades, también necesitamos que la Nación se la juegue con nosotros, que nos acompañe. Un ejemplo es la Ruta 19. Esa obra empezó con un crédito del BID. Cuando se interrumpió la ejecución por decisión nacional, el crédito quedó suspendido. Hoy la estamos financiando con fondos propios, pero sería justo que ese crédito del BID se nos reasigne para completar la obra. Es un dinero ya disponible, con afectaciones específicas, que la Nación no puede usar para otra cosa. Si lo trasladaran a Córdoba, no cubriría todo el monto, pero como decimos siempre: toda gota moja, y todo ayuda.

Llaryora y la reforma laboral
—El Gobierno nacional insiste que para crecer se necesita una reforma laboral. ¿Cuál es su visión?
—Lo primero es entender el objetivo: hay dinamizar el mercado de trabajo. Eso lo dijo también el Presidente y coincido. Hay que ayudar a los trabajadores que hoy están en la informalidad. Son millones que se desempeñan en pequeñas industrias, comercios, talleres, pinturerías, verdulerías. Emprendedores sin acceso al crédito formal, ahogados por tasas altísimas, sin beneficios fiscales, y con una legislación laboral pensada para grandes empresas. Y los pequeños empresarios muchas veces ni siquiera pueden pagar un contador propio, no tienen acceso a los mismos programas ni instrumentos que las grandes compañías. Y encima se les aplica el mismo régimen laboral. Es imposible sostenerlo. Por eso hablo de una modernización pensada para rescatar a los trabajadores de ese sector. Es puro sentido común y los sindicatos lo entienden. Estoy convencido de que, actuando de buena fe, se puede construir un régimen especial para las Pyme. Un esquema con esfuerzos compartidos, que hagan los gremios, el Estado y los propios emprendedores. Con programas de incentivo al empleo, reducción de multas, beneficios fiscales y una legislación adaptada a esa realidad. Ahora, si se usa el argumento de “ayudar a las Pymes” para, en realidad, quitar derechos a los trabajadores de las grandes empresas... eso ya es otra cosa. A eso no lo comparto. Con inteligencia y diálogo se puede lograr una reforma sensata. Conozco a la nueva conducción de la CGT y a la Unión Industrial Argentina. Si todos nos enfocamos en lo que tenemos en común, que es ayudar a los pequeños, modernizar las reglas y generar empleo genuino, se puede avanzar. Pero no con la excusa de los chicos para favorecer a los vivos de siempre.
Llaryora, las elecciones y la oposición
–¿La derrota de octubre estuvo atravesada por una mirada del electorado sobre lo nacional, o influyó algún disgusto con las políticas del gobierno de Córdoba?
–Todas las elecciones tienen múltiples lecturas. Pero cuando uno vota algo nacional, se centra en lo nacional. Es como cuando votás lo local: lo hacés en función de si el intendente te gustó o no, si la gestión funcionó. He sido intendente, ahora soy gobernador, y también participé de elecciones legislativas de medio término. Es muy difícil para una expresión provincial competir en ese tipo de elecciones y me di cuenta de cómo la gente valora distintas situaciones. Me pasó en una elección de medio término, cuando era vicegobernador y fui candidato a diputado nacional. Perdí esa elección. Muchos vecinos, incluso amigos, me decían: “Es una locura, si vas de candidato a diputado vas a perder, y tu carrera política se termina”. Sin embargo, dos años después fui intendente de Córdoba y hoy soy gobernador. Así que está claro que cada elección tiene sus particularidades. Dicho esto, no me escapo: en el recorrido también vi cosas que me planteaban sobre la gestión provincial y que tenemos que mejorar. De todos modos, quiero felicitar a quienes ganaron; hicieron una muy buena elección. La nuestra fue difícil, dentro de nuestras posibilidades. Logramos un diputado más. Me hubiera gustado ganar... no se pudo. Hay que hacer autocrítica y seguir adelante.
–¿Qué cosas le planteaban respecto de la gestión provincial?
–Cuando uno camina son muchos los temas…
–Pero seguramente los tiene en la cabeza.
–Sí. Muchos vecinos nos pedían que estuviéramos más cerca de la ayuda al Gobierno nacional. Además, influyó mucho el contexto. Casi al final, si no intervenía Estados Unidos, el modelo económico nacional no sé si llegaba con el mismo margen. El miedo fue fundamental. Tal vez nos vieron con una propuesta sólida, superávit, modelo productivo, empleo, pero pensaron que era un esquema para un país más estable, no para un momento de crisis. Recuerdo a un pequeño comerciante que me dijo: “Estoy mal, no vendo bien; pero si el lunes el dólar explota, pierdo lo poco que tengo”. Ese miedo al lunes pesó mucho.
–¿Le pedían más acompañamiento al Gobierno nacional?
–Sí. Nos veían como en otra etapa. Decían: “Si la economía estuviera bien, el modelo cordobés estaría perfecto”. Pero en una situación de crisis, entendían que hacía falta más articulación. En los últimos días de campaña percibí ese temor a que la economía se desmoronara y el esfuerzo quedara trunco. Muchos acompañaron al Gobierno nacional aun sufriendo económicamente. Fue un voto de confianza, eso explica también nuestra caída en muchos lugares.
—¿Y en la Capital, qué pasó? ¿Hubo más miedo? Perdieron casi 20 puntos.
—Hay lugares y lugares. Además, no se puede comparar con un marco local sin considerar el contexto porque la ola fue nacional. Ganaron incluso en la provincia de Buenos Aires. Esa ola nos terminó tapando. Hay que tener humildad y hacer la lectura de lo que ocurrió. La gente no se equivoca. Nosotros tenemos que trabajar en la gestión. El Presidente también tiene su responsabilidad y si no nos convoca, es más difícil articular. Siempre fuimos propensos al diálogo franco, tal como empezó la gestión. Ojalá esto marque una nueva etapa y que este año podamos crecer: la única salida es el crecimiento. En ese marco, nos vamos a jugar por un presupuesto con más programas de incentivo a la producción y al empleo y con reducciones impositivas que inédito desde la vuelta de la democracia. Y sostener políticas tiene costo, porque la economía nacional lleva cuatro meses de recesión y se prevén aún un par de meses más.
—Habló de la estrategia de la oposición, ¿a qué se refirer?
—A que no somos ajenos a lo que está pasando en el mundo, tampoco en Estados Unidos. La Libertad Avanza aplicó una estrategia muy eficaz: presentó candidatos nuevos, sin cuentas pendientes, sin haber gobernado. Eso les permitió atraer votos de gente que quería acompañar a Milei sin reparos personales hacia los postulantes. En cambio, muchos opositores tradicionales se equivocaron: trataron de quedar bien con Milei, votaron cosas que contradecían sus propias banderas y terminaron afuera, desplazados por una estrategia nacional que buscó construir un bloque propio, disciplinado y sin interferencias.
—¿Esa estrategia fue mejor que haber llevado a Schiaretti como cabeza de lista?
—No, no tiene nada que ver. Nosotros llevamos al mejor de los nuestros. Estoy absolutamente convencido de que si Juan hubiera sido presidente el país estaría mejor. Hicimos una elección muy buena para ser de medio término. Sumamos un diputado más y, si uno mira los números históricos, fue de las mejores. Cualquier otro candidato hubiera sacado bastante menos votos que Juan.
—Después de las elecciones, lo cuestionan más Rodrigo de Loredo y Luis Juez que la propia Libertad Avanza. ¿A quién percibe como su principal oposición de cara a 2027?
—Cuando llegue el momento de la elección me van a juzgar por lo que haya hecho. Fui intendente de Córdoba y siempre sostuve lo mismo: cuando termina una gestión, los vecinos son los que dicen si se mejoró o no. La mejor política es una buena gestión. No me preocupa quién será el adversario, sino que, en este tiempo tan difícil y apenas llevo dos años de gobierno, pueda mostrar que recibí la provincia de una forma y la dejo mejor. Ese es mi objetivo.
—Desde la oposición remarcan que, cuando finalice su mandato, el peronismo llegará a 28 años en el poder.
—Hace 28 años yo estaba en San Francisco, ni me acuerdo bien. Tengo 53. Es como hacer responsable a un periodista de lo que hacía su medio hace tres décadas. Son cosas del oficio. Hace dos años y medio que soy gobernador. Si quieren sumar también mis cuatro años en la intendencia, háganlo. Lo cierto es que muchos de los que hoy critican gobernaron la ciudad, y cuando nosotros llegamos tuvimos que sacarla del abandono. En cinco años y medio, más allá de la crisis tremenda que estamos atravesando, y que no generamos nosotros, la diferencia con la Córdoba de antes es enorme. Siempre hay margen para mejorar, claro, pero lo que se ve es progreso. Lo mismo ocurre en la provincia con todos los recortes que sufrimos, la seguimos llevando adelante. Y eso no lo digo yo, lo dicen quienes nos visitan. Por eso insisto, los vecinos no son ingenuos. Saben comparar, saben ver cómo estaba algo y cómo se transformó.
—¿Habrá algún receteo de Provincias Unidas? ¿Cómo seguirá tras el resultado electoral? Algunos críticos dijeron que “nació muerto”.
—Había muchos interesados en que nunca naciera, esa es la verdad. Hoy el bloque de Provincias Unidas, o más bien el interbloque que conformamos tanto en Diputados como en el Senado, nos da una fortaleza que individualmente no tendríamos. Naturalmente, quienes responden a la lógica de la Capital Federal y a los partidos que se organizan desde allí buscan desactivar cualquier expresión federal antes de que tome vuelo. A eso se suma que muchos del interior no acompañan como deberían. Pero nadie va a defender mejor al interior que los legisladores que realmente lo representan, no los que la Capital coloca en las listas provinciales y luego le deben el cargo a los partidos porteños. Así ha sido siempre: los movimientos federales son difíciles, el poder en la Argentina está concentrado en Buenos Aires. Pero no hay que bajar los brazos. Esa representación del interior profundo nos permite plantear posiciones que mejoran la calidad de vida de los argentinos fuera del Amba.
Llaryora y los cambios de gabinete
—¿Tiene pensado cambios en su gabinete?
—Siempre hago modificaciones durante el año. A veces no hace falta cambiar personas, sino recalibrar programas o esquemas de financiamiento. Se trata de ajustar, de decir: “A esto hagámoslo de esta manera” o “a esto mejorémoslo”. No descarto hacer algunos cambios, pero no estoy pensando en una reestructuración grande.
Llaryora y Fadea
—¿Qué pasa con Fadea? ¿Cuál es la situación actual?
—Fadea es una industria nacional y me da mucha lástima el estado en que está. Estoy convencido desde hace muchos años de que es una de las industrias madre de Córdoba. La industria aeronáutica existe en muy pocos países del mundo, y Fadea no sólo fabrica aviones, también los mantiene. En Sudamérica hay, como mucho, dos empresas en condiciones de hacerlo con responsabilidad y seriedad. Digo que hacer funcionar Fadea bien sería relativamente sencillo, pero es una empresa nacional que depende de la Nación. Y ya vimos cómo terminaron las privatizaciones: muchas veces las grandes compañías sólo buscan ocupar un lugar táctico, impedir competencia y mantener los precios altos. Hoy, Fadea podría ser un jugador relevante, pero necesita inversiones. Espero que el Gobierno nacional decida lo mejor para ella porque es su responsabilidad. Mi visión es desarrollista: creo que Fadea bien administrada, y cuando digo “bien administrada” me refiero a un modelo de gestión ágil, con autonomía y capitalización, puede salir adelante perfectamente. Lo ideal sería combinar gestión pública y privada, con decisiones cotidianas, no atadas a la burocracia de un ministerio en Buenos Aires. Imaginen lo absurdo: tener que viajar a la Capital para pedir autorización por un repuesto o una reparación urgente. Una empresa necesita respuestas rápidas. Si no se invierte lo necesario, si no hay decisiones ejecutivas, no es que la empresa sea mala: la están llevando a la quiebra. Fadea necesita autonomía, inversión y una conducción profesional que entienda el valor estratégico de una industria que muy pocos países tienen.





















