El esquema de alianzas políticas no para de crujir en la Argentina. La implosión inicial se produjo con la victoria presidencial de Javier Milei el año pasado. Juntos por el Cambio es historia desde aquel momento. Y el kirchnerismo no ha logrado aún reponerse de aquel golpe. Para colmo, desde hace dos semanas, Alberto Fernández no cesa en aportar más descomposición moral a ese entramado maltrecho que es el peronismo liderado todavía por Cristina Fernández de Kirchner.
Ese plano general desordenado que exhibe la política nacional es oro en polvo para los objetivos de Milei y, fundamentalmente, para su plan económico. El tiempo se ha convertido en un insumo escaso, que coquetea como puede con la paciencia social de una mayoría que soporta los fuertes efectos recesivos que devienen de bajar la inflación y de ordenar las variables económicas como prioridad libertaria suprema.
Era esperable que las colaboraciones legislativas iniciales de aliados a La Libertad Avanza menguaran luego del primer semestre y de la aprobación en el Congreso del generoso paquete de desregulaciones pedido por el oficialismo y contemplado en la Ley Bases. Pero no deja de llamar la atención cómo están emergiendo en tiempo real fuertes divergencias en la alianza no formal de gobierno que conforman la fuerza de Milei y la del PRO, liderada por el expresidente Mauricio Macri.
Desde su reaparición y relanzamiento en la escena política, Macri no ha parado de emitir y, especialmente, concretar acciones que marcan un límite respecto del gobierno libertario.
Si bien el apoyo total y rotundo al rumbo económico no cambió, Macri sí decidió comenzar a descalzar a Milei en lo que atañe a lo institucional, un aspecto determinante en la construcción simbólica y discursiva que el Presidente plantea como oposición a lo establecido hasta antes de su llegada al poder.
Que se note
Macri no dudó este miércoles en Diputados en terminar aliado al kirchnerismo –entre otras bancadas– para comenzar a frenar el DNU con el que Milei otorgó 100 mil millones de pesos para gastos reservados a su valorado asesor Santiago Caputo, jefe político de la nueva Secretaría de Inteligencia del Estado (Side).
El expresidente no sólo mandó a reforzar el cuórum para evitar que la sesión en la que se abordó el tema se cayera, como pretendía el oficialismo. También ordenó que una veintena de fieles diputados suyos votara en contra de que se gaste ese dineral sin rendición de la Side y con escasísimo control. Aportó, como si se tratara de un opositor más, a dejar en evidencia la contradicción del mensaje inalterable del Gobierno que machaca con que “no hay plata” pero dispone miles de millones en aspectos que sí considera prioritarios para la gestión.
Macri tiene planes similares y dañinos para el oficialismo para cuando el tema llegue al Senado. Si, como se especula, el proceso avanza rápido en esa cámara, la jugada del expresidente podría poner a Milei en los libros de récord Guinness: convertirlo en el primer mandatario con un DNU rechazado por ambas cámaras. Para un presidente que se ufana seguido de protagonizar hechos históricos, esto sí entraría en esa categoría de manera incontrastable.
El problema de Macri y del sector que representa en el PRO no es con Milei, con quien el vínculo personal sigue siendo muy bueno. El centro del conflicto es Santiago Caputo, apuntado públicamente por el expresidente como quien impide el desembarco de macristas en puestos de gestión en el Ejecutivo.
Fuera del ámbito público, los señalamientos de Macri en contra de Caputo incluyen aspectos más que controversiales. El espionaje –territorio que cree controlar ahora Caputo– siempre fue una debilidad para el fundador del PRO.
La nominación del juez federal Ariel Lijo es otra línea divisoria entre Macri y Milei. Para el expresidente, la postulación del hoy juez federal “es un error”. Parece más probable que los votos requeridos para los dos tercios que necesita Lijo en su camino a la Corte Suprema de Justicia provengan del kirchnerismo y no del partido “amarillo”, al menos del sector que responde al expresidente.
Patricia Bullrich, distanciada de Macri más allá de los saludos de ocasión, también mostró control de su tropa, que casi sin fisuras acompañó al bloque libertario de Milei sobre el polémico DNU. La ministra de Seguridad también aseguró que no tiene problemas con que Lijo se convierta en supremo en la Corte.
Macri avisó y envió una señal evidente: acompañamiento, pero no sometimiento. Una posición parecida a la exhibida por la vicepresidenta Victoria Villarruel, vetada, como el líder del PRO, por la otra pata del trípode de poder presidencial: Karina Milei.
Dicen quienes escuchan a la vice hablar en privado que ella ya tiene planes para 2027, cuando deje el poder. Nadie conoce los de Macri, pero hay versiones que no descartan que sean comunes a ambos. Las alianzas a veces se rompen y otras veces se arman.
