Un clima de tensión creciente rodea los días previos a una elección crucial para el destino político de Javier Milei y del kirchnerismo como eje de la oposición al Gobierno nacional. El domingo próximo se vota en la vasta demografía bonaerense.
El mileísmo pasó de decir que arrasará en las urnas a sostener que el resultado será el techo electoral de sus adversarios y el piso propio para octubre. El kirchnerismo se mantiene cauto, como quien presagia un triunfo.
En la escena pública, la confrontación se libra a destajo. La oposición consiguió asestar un golpe durísimo, con una operación de manual de campaña negativa: difundir a días de la elección grabaciones de origen incierto que instalan la duda sobre conductas ilícitas de altos funcionarios, instar una investigación judicial inevitable y administrar en capítulos la intriga sobre nuevas revelaciones.
El Gobierno respondió con una perplejidad sorprendente. Primero alimentó las dudas con su silencio, luego expuso una teoría conspirativa tan vasta como inexplicada, y finalmente le echó nafta al fuego solicitando censura previa para quienes difundieron los audios.
Un procedimiento inadmisible para nuestro orden jurídico que, a los efectos políticos, sólo acrecienta el interés sobre aquello que se quiere ocultar.
Algunos de los actores señalados por la Casa Rosada como responsables de la operación tienen antecedentes innegables de servicialidad para el escándalo: Jorge Rial, Franco Bindi, Gregorio Dalbón. Pero en los audios que dispararon la investigación judicial no hablan ellos, sino Diego Spagnuolo, un exfuncionario cercano a Milei.

Fue otro registro clandestino con la voz de Karina Milei (en el que no parece estar induciendo ilícitos) el que detonó la desesperación oficial.
Los precedentes de campaña negativa que tenía el oficialismo para levantar la guardia eran evidentes: a Patricia Bullrich le derrumbaron su propuesta económica como candidata presidencial cuando, en un canal de Franco Bindi, el comunicador Tomás Méndez difundió audios clandestinos contra Carlos Melconian. Y el Gobierno sabía desde hacía tiempo que existían las prolíficas confesiones grabadas de Spagnuolo.
Sólo el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, enhebró una respuesta ordenada en su exposición en el Congreso. ¿El resto del oficialismo quedó inerme por mera improvisación o por sus dudas (o certezas) sobre los procedimientos ilegales que comentó Spagnuolo?
Benjamin Constant, protagonista de la Revolución Francesa, solía decir que los objetos se agrandan en medio de las tinieblas. “En la sombra, todo parece hostil y gigantesco”. ¿La sombra en la que el mileísmo quedó pasmado es la de una previsible operación de campaña sucia o es la sombra de la sospecha fundada sobre su propia transparencia?
Ese pensamiento de Constant lo recordó hace poco otro pensador francés, Pierre Rosanvallon, en un profundo tratado sobre el populismo.
Rosanvallon explica allí que los populismos –de izquierda o de derecha– se caracterizan por apelar a emociones para construir mayorías. De esas emociones, tienen predilección por las emociones de intelección: “Las visiones conspirativas del mundo corresponden de hecho al intento de restaurar la coherencia en un mundo vivido como indescifrable y amenazador”.
Tortugas
¿Al equipo de Milei, que con habilidad supo englobar en la conspiración de la casta el origen de todos los males y corrupciones, de pronto le instalaron con métodos clásicos los mismos demonios de la opacidad?
¿A los ingenieros del caos les ganaron de mano otros idóneos más experimentados? ¿Y todo lo que se les ocurre es pedir censura previa para incrementar la intriga?

La fragilidad de la respuesta política del Gobierno ya complicó el principal activo político de la Casa Rosada: el plan económico. Y no sólo porque el horizonte electoral actúe como disparador del riesgo país.
Domingo Cavallo lo sintetizó así: “El empeoramiento de los últimos meses no puede atribuirse solamente al riesgo ‘kuka’ ni a las embestidas de la oposición en el Congreso, sino también a imprevisiones e improvisaciones del equipo económico”.
Para el exministro, es elogiable que el Gobierno haya puesto énfasis en eliminar el déficit fiscal. “Pero el error ha sido haber utilizado la inconvertibilidad de la moneda para conseguir una caída de la tasa de inflación más rápida, aplicando controles de cambio a la vieja usanza y dictando el tipo de cambio oficial sin acumular reservas propias y con manejos muy discrecionales y erráticos de la política monetaria”. ¿Habla sólo del equipo económico o del economista Milei?
Las elecciones del domingo y las de octubre próximo van a definir el diseño político y económico del país en un contexto de alta incertidumbre, porque Argentina navega en medio de un experimento único: la confrontación polarizada entre dos modelos populistas –en su concepción política–, pero opuestos en su narrativa económica.
Y esto, en un país cuya tradición populista está tan arraigada que hasta el propio Rosanvallon la menciona en su tratado como un antecedente nítido e ineludible para entender el fenómeno político más relevante de Occidente en este primer cuarto de siglo.