“Si querés ser alguien en política, tenés que jugar. Si querés hacerte valer, tenés que competir. Después te puede ir mal o bien, pero tenés que arriesgar. A mí me tocó perder y otras veces ganar; la única forma es jugar”. Martín Llaryora repite este tipo de discurso cada vez que se acerca un proceso electoral. Es una línea de pensamiento que lo acompaña desde que perdió en San Francisco su primera interna peronista, mucho antes de gobernar la ciudad del este provincial.
Dentro de tres meses, Llaryora enfrentará un proceso electoral nacional de medio término por primera vez como cabeza de un gobierno provincial. Históricamente, el peronismo cordobés les ha otorgado una importancia relativa a esos comicios. Sin referencias nacionales a las que responder, por su condición de partido provincial, la ecuación hasta ahora siempre fue la misma: un desempeño de regular a bueno en las intermedias nacionales, y victorias consecutivas –siete en total desde 1998– en las provinciales. Negocio redondo.
El proceso electoral que se viene tiene características innovadoras respecto de los anteriores. En primer lugar, el principal rival que tendrá el Panal es una fuerza nacional liderada por el político más disruptivo desde que se vota en Argentina: Javier Milei.

Esa caracterización no es menor. El contrincante por vencer no es comparable, por ejemplo, con Mauricio Macri, quien recogió de Córdoba triunfos nacionales memorables para Cambiemos y Juntos por el Cambio.
A diferencia de Macri, Milei encarna un cambio cultural que se propone de raíz, mucho más profundo que el que intentó llevar a cabo, sin éxito, el ingeniero hincha de Boca Juniors. Para sumarle complejidad al Centro Cívico, el apoyo y respaldo que los cordobeses sostienen por Milei sigue siendo alto. Más aún si se tiene en cuenta la magnitud del ajuste que este produjo desde que está en el gobierno. “El ajuste lo pagó la gente, no la casta”, dijo esta semana la macrista María Eugenia Vidal en el streaming La Voz en Vivo.
El otro elemento distintivo de las elecciones que se avecinan es que, si se termina confirmando la postulación de Juan Schiaretti como candidato a diputado, el oficialismo provincial quedará expuesto a una evaluación nacional de los resultados, que hasta ahora siempre evitó por su estatura doméstica.
Schiaretti prueba su armado nacional y será ganador o perdedor en esa liga el domingo 26 de octubre por la noche, cuando se cuenten los votos. Este miércoles, Llaryora y cuatro pares provinciales (Pullaro, de Santa Fe; Torres, de Chubut; Sadir, de Jujuy, y Vidal, de Santa Cruz) lanzaron un frente federal junto con Schiaretti para competir “mancomunadamente” en octubre.
Esos dos factores –la potencia electoral de Milei en Córdoba y la renacionalización de la figura de Schiaretti tras la candidatura presidencial de 2023– caracterizan el escenario que enfrenta el oficialismo provincial.
En 2017, cuando el hoy gobernador perdió por amplio margen frente a la ola “amarilla” del por entonces presidente Macri, el resultado de esa legislativa estaba cantado. Por eso, José Manuel de la Sota desistió de competir. La derrota era previsible y las consecuencias no eran una amenaza. Los comicios que vienen asoman mucho más indescifrables en ese plano.
Opositor sin matices
No es casual que Llaryora haya decidido acelerar justo en este momento. El anuncio del aumento no uniforme para los pasivos provinciales contrastará más fuerte aun la semana que viene con el veto que ejecutará Milei sobre las leyes previsionales votadas por el Congreso. En las últimas horas, Llaryora volvió a pedirle a la gestión Milei que se corriera del camino si no sabe gestionar la obra pública. El gobernador montó un acto político para reclamarle a la Nación que firme, de una vez, el traspaso de la ruta 19 para poder finalizar la autopista que unirá la Capital con su San Francisco natal. Lo hizo el mismo día en que el afable ministro Guillermo Francos dijo que las subas a los jubilados dispuestas por Llaryora fueron tomadas como una “afrenta” por el Gobierno nacional.

Esa actitud más confrontativa de Llaryora con la Nación incluye un peligro que el gobernador seguro no desconoce: aun con Schiaretti en la boleta, si los libertarios se imponen en octubre –cosa posible, según la mayoría de las encuestas que circulan hoy–, el gobernador podría volver a los tiempos de la primera ley Bases, enrolado en el grupo de quienes ponen palos en la rueda y a los que Milei castiga sin piedad. Ese eventual escenario podría convertirse en un llamado de atención para 2027, el principal objetivo del sanfrancisqueño.
Claro que un eventual triunfo gracias a la presencia de Schiaretti revertiría el paisaje. De allí la insistencia del Panal para que el exmandatario provincial ponga el cuerpo. Parece que lo hará.

Córdoba se encamina a un choque de fuertes ascendencias, que además se cruzan. Tanto Schiaretti como Milei gozan de un altísimo reconocimiento: el cordobés, por lo hecho en su gestión, aunque en un plano provincial; Milei, por comenzar a dejar en el pasado la sombra que más rechaza el electorado cordobés: el kirchnerismo. Qué prevalecerá es el gran interrogante que se revelará en tres meses.
La respuesta es crucial para Llaryora.
Las declaraciones del intendente de Arroyito, Gustavo Benedetti, que tomaron trascendencia nacional, marcan la encrucijada en la que están Llaryora y otros gobernadores del resto del país. “Votan a Milei, pero piden que gobernemos como el kirchnerismo”, dijo el radical, de excelentes lazos con el Panal.
La complejidad de esa ecuación desafía a toda la política. “Estamos encarando un nuevo proceso electoral como si Milei no hubiera ganado las elecciones, como si nada hubiera cambiado”, dice un funcionario con despacho en el Centro Cívico que, sin embargo, ya se apresta a activar los mismos métodos de siempre para iniciar la campaña.