El amplio triunfo de La Libertad Avanza en Córdoba y en casi todo el país en octubre sacudió el tablero político nacional. Martín Llaryora no fue la excepción. El gobernador pasó de calificar de “cruel” la gestión del presidente Javier Milei a mostrarse colaborativo con el Gobierno nacional para, entre otras cosas, acompañar la aprobación del Presupuesto 2026.
Después de la derrota contra los libertarios a nivel provincial, Llaryora se tomó unos días para reflexionar y recalibrar su mirada. La noche del 26 de octubre celebró que Provincias Unidas consiguiera tres bancas, pese a haber perdido por 14 puntos.
En aquel mensaje, pronunciado en plena derrota, no hubo espacio para la autocrítica, aunque tampoco se escucharon cuestionamientos al presidente Milei. Ahora, el giro discursivo es evidente. Se muestra dispuesto a cooperar con la Casa Rosada, y el proyecto de Presupuesto provincial adoptó una letra violeta: rebaja de impuestos y un claro corrimiento de la obra pública como prioridad.
El gobernador reclama cambios en el proyecto del Presupuesto nacional. Pero sus funcionarios más cercanos admiten que a las provincias les conviene la aprobación de la llamada “ley de leyes”.
Con el Presupuesto nacional aprobado, y quizá también con las leyes laboral y tributaria, mejoraría notablemente la percepción en los mercados financieros sobre el plan económico del ministro de Economía, Luis Caputo.

Así podría aparecer el financiamiento externo que los gobernadores necesitan para reactivar la obra pública. Llaryora y su ministro de Economía, Guillermo Acosta, tienen una muy buena relación con Caputo. Hablan más de lo que trasciende. La firma del ministro para tomar deuda está asegurada.
Si bien Llaryora habla de “inversión social” más que de infraestructura, el mandatario no dejará pasar la oportunidad de cortar cintas en el año previo a las elecciones de 2027, cuando irá por su reelección.
Como ya se dijo en este espacio, Llaryora no innova en su estrategia electoral. Al igual que José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti, está convencido de que un gobernante con alto nivel de aprobación es ”imposible” que pierda una elección.
Hacia eso apunta el gobernador, especialmente el año próximo. Aunque 2026 no será un año electoral en Córdoba (sólo se elegirá intendente en Marcos Juárez), para Llaryora sí lo será: buscará consolidar su gestión para llamar a las urnas en abril de 2027.
Un vínculo con la Casa Rosada
En una entrevista con La Voz en Vivo, el martes pasado, Llaryora esbozó una tímida autocrítica. Reconoció que debía revisar aspectos de su gestión, más allá de que la de octubre fue una elección legislativa nacional.
“En la campaña, muchos cordobeses me pidieron que apoyara al Gobierno nacional. Reconocen nuestra gestión, pero también apoyan a Milei”, admitió.
Con matices –y también con profundas diferencias–, Llaryora se mira en el espejo de la relación que en el pasado tuvieron Schiaretti, cuando estaba en el Centro Cívico, y Mauricio Macri, sentado en el sillón principal de la Casa Rosada.
Los cordobeses votaban al PJ cordobés a nivel provincial y a Juntos por el Cambio en las elecciones nacionales.
Esa es la única coincidencia con aquel pasado reciente: tal como marcó Llaryora, muchos cordobeses votaron a Milei y también al cordobesismo. Es el escenario probable que percibe el gobernador para 2027. Por eso, despegará lo que más pueda los comicios provinciales de los presidenciales.
El resto son contrastes. Macri no ocultaba que prefería a Schiaretti como gobernador antes que a un opositor como Luis Juez o un radical, que eran sus aliados en Juntos por el Cambio.
Ese escenario se repitió en las elecciones de 2015 y de 2019. Pero en 2023 la historia cambió. Dos años atrás, Macri apoyó con fuerza a Juez, luego de que Schiaretti intentó un acuerdo nacional con Horacio Rodríguez Larreta.
El expresidente sintió entonces que buscaban jubilarlo de la política, y en Córdoba se inclinó por Juez, quien finalmente perdió por sólo 64 mil votos frente a Llaryora, el candidato bendecido por Schiaretti.
Hoy, Llaryora interpreta que le conviene mostrarse “colaborativo” con la gestión libertaria. No obstante, tiene claro que en 2027 tendrá enfrente a un candidato de Milei o a un aliado con la bendición presidencial.
El Presidente ya le comunicó a su mesa política que dentro de dos años quiere gobernadores propios o aliados en los seis principales distritos electorales: Buenos Aires, Caba, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos.
Para las campañas por la lucha por el poder falta mucho. Llaryora concentra ahora sus energías en consolidar su administración. Y para eso necesita tener relación fluida con la Casa Rosada.
“Para diferenciarse, siempre hay tiempo”, sintetizó un llaryorista de pura cepa.
El resultado de las elecciones de octubre, y sobre todo el granítico respaldo de Estados Unidos a la gestión libertaria, convencieron a Llaryora –como a la mayoría de los gobernadores– de que Milei podría transitar sin mayores sobresaltos el camino hacia su reelección.
El viraje en la percepción sobre el escenario político nacional es drástico: ahora todos ven que el Presidente tiene chances de ser reelegido.
Más allá de la eventual mejora de la economía, apuntalada por el acuerdo comercial con la administración de Donald Trump, en la visión optimista de Llaryora sobre el futuro de Milei también pesan la crisis del PJ nacional y el apagado debut electoral de Provincias Unidas.
Varios gobernadores opositores de la región central del país –entre ellos Llaryora– priorizarán sus gestiones para sostener el poder en comicios anticipados; lejos, lejísimo, de los presidenciales. Evitarán confrontar con un Milei probablemente empoderado.



























