Parece como el gran problema de fondo, pero no supera la superficie. En apariencia, el gran dilema que tiene el oficialismo cordobés es su definición respecto de la segunda vuelta electoral entre Sergio Massa y Javier Milei.
En realidad, el tema central es el armado de la estructura de poder con la que el peronismo provincial hará su recambio de liderazgo. Es una batalla que se libra en varios campos y que está dejando caídos por todos lados.
Sólo algunos de esos combates tienen una mínima visibilidad, los restantes son subterráneos, con pujas cruzadas de intereses políticos y económicos.
Mientras, Juan Schiaretti y Martín Llaryora desean prolongar al máximo su permanencia en el exterior para evitar decir media palabra de la definición presidencial argentina.
Por esos vericuetos de la política, volverán a suelo cordobés cuando el oficialista Massa esté de campaña por estas tierras.
El ministro de Economía ya se ocupó de hacerle llegar todo tipo de mensajes al gobernador electo. En las diversas charlas que viene manteniendo el enviado massista Juan José Álvarez, exministro de Justicia y Seguridad en la presidencia de Eduardo Duhalde, con sus interlocutores cordobeses, dejó claro la dependencia que tiene la Provincia de las decisiones de la Nación y de lo conveniente que sería para Llaryora un pronunciamiento claro varios días antes del balotaje.
Ese contexto de aprietes para celebrar los 40 años de democracia está dirigido a Llaryora porque entienden que con Schiaretti no hay chances de negociar, porque se está yendo y porque saben del encono que tiene hacia los líderes de la actual Unión por la Patria.
No es casual que Llaryora haya planteado que la decisión le corresponde a Schiaretti. Y que el resto de los actores con cierto peso se mantenga al margen. Por caso, el viceintendente a cargo del Ejecutivo y futuro intendente capitalino, Daniel Passerini, dijo ayer que la decisión la tomaban Schiaretti y Llaryora.
Los que se han pronunciado están bien en los márgenes. No se ha habilitado a ministros, a secretarios ni a dirigentes de cierto peso para que manifiesten sus simpatías ante la segunda vuelta. Y eso que algunos vienen trabajando fuerte para Massa en el distrito más adverso.
Tensiones
Es que esa definición que se encamina hacia la indefinición se da en ese contexto de recambio de jefatura partidaria, con la irrupción de un nuevo estilo.
Llaryora está armando dos gabinetes, el provincial y el municipal de la ciudad de Córdoba, que imagina funcionando en espejo en unas cuantas áreas.
Su decisión de poner a prueba a una larga lista de aspirantes para diferentes despachos ofreciendo el mismo sitial a distintas personas ha llevado la tensión al máximo.
Entonces, hay disputas entre los que se van, los que se quedan y los que aspiran a llegar.
En ese contexto, la violenta pelea gremial entre los Saillén y Sergio Fittipaldi –transida por los más oscuros intereses vinculados a barras, a narcos y a la delincuencia– es un emergente de las pujas por el control de los voluminosos negocios de la higiene en ambas administraciones.
Otra área donde las controversias se fueron de control fue por la posible cartera de Seguridad y Justicia, que todo parece indicar no será unificada y se mantendrá como dos ministerios separados. Fueron tan virulentas las operaciones públicas, para las que se usaron hasta notificadores oficiosos, entre los aspirantes a un puesto que ni se había creado, que tuvo que llegar un mensaje explícito del Poder Judicial al futuro gobernador sobre la conveniencia de no hacer grandes cambios en esa cartera.
En Seguridad, se juega por estas horas con diferentes nombres, incluidos los de algunos “opositores” que vienen armando desde hace tiempo su mudanza al oficialismo.
Otra área compleja es Salud, donde están en juego intereses político-empresariales en la disputa por uno de los ministerios que más problemas le trajeron a la actual gestión provincial.
Nuevamente han quedado expuestos los poco claros manejos de fondos en la obra social de la Provincia, el Apross, que viene acumulando todo tipo de reclamos, agudizados por el contexto de crisis nacional.
Por eso, para Llaryora la gira por el exterior es una excusa para prolongar un pronunciamiento sobre el balotaje y el balotaje es una pantalla ideal para disimular las tensiones internas de su armado, que deberá estar listo en no mucho más de un mes.
