La remontada de expectativas que La Libertad Avanza concretó en apenas un mes y medio es el logro político más importante de los casi dos años del gobierno libertario de Javier Milei. Una segunda ola violeta que, como la primera, ni siquiera los libertarios vieron venir con claridad.
El Presidente y su estrecho círculo supieron convertir la derrota estrepitosa del 7 de septiembre pasado en las legislativas de provincia de Buenos Aires en el principal motivo del triunfo en estas elecciones nacionales, que son las que valen. El triunfo de Áxel Kicillof fue de corto aliento: Cristina Fernández tal vez fue la única peronista que lo vio venir.
El éxito del kirchnerismo en su refugio bonaerense fue el detonador de una explosión de incertidumbre política, cambiaria y financiera. También fue el hecho que alertó a una inmensa cantidad de argentinos sobre la posibilidad de regresar a un lugar que habían decido abandonar hace apenas dos años.
Dos frases de eficacia ayer comprobada explican con claridad ese proceso: “riesgo kuka” y “hagamos que el esfuerzo valga la pena”. No quedan dudas de que esos mensajes básicos constituyeron sentido para ese 40 por ciento de votantes que le dio a Milei el triunfo que necesitaba.
No hay otra explicación para el cambio de expectativas que se generó en un mes y medio. Porque, además, en esas seis semanas se disparó el dólar, las tasas de interés explotaron, la economía se estancó todavía más y los salarios y jubilaciones continuaron tan retrasados como venían.
Lo que ocurrió fue pura política: habrá que revisar (otra vez) la máxima que dice que los libertarios no saben hacer política. Lo real es que tienen dificultades para construir consensos, pero no hay dudas de que saben ganar elecciones.
Objetivo cumplido
El dólar MEP empezó a descender ayer, porque el Gobierno quedó en el techo de la banda política: logró una cifra muy próxima al escenario de máxima que se había propuesto. Consiguió casi todas las bancas a las que aspiraba y también logró darle a Milei el oxígeno que hasta ayer recibía tan sólo del pulmotor que le prestó Donald Trump.
No fue un triunfo aplastante ni pone al Gobierno en una situación de autonomía en materia de gobernabilidad, ya que las bancas le alcanzarán a Milei para ratificar los vetos, pero seguirá necesitando aliados para el cuórum y para aprobar las leyes.
Pero está claro que La Libertad Avanza no volverá a estar entre las cuerdas en cada sesión de la Cámara de Diputados, como ocurrió durante todo este año.
Tampoco caben dudas de que el kirchnerismo pierde potencia como aglutinador del peronismo y que también puede perder Buenos Aires, aunque sea por apenas un punto. No queda claro cuántas derrotas más deberá sortear el PJ nacional hasta iniciar el proceso interno que tarde o temprano deberá afrontar.
Lo cierto es a casi ninguna alternativa del peronismo le fue bien ante la remontada de expectativas de Milei. Bien lo saben Martín Llaryora y Juan Schiaretti, los principales impulsores de Provincias Unidas, el nuevo espacio multipartidario del interior que dio su primer paso con un resultado deslucido, ganando por muy poco en una sola de las seis provincias en manos de los gobernadores asociados. Ese triunfo fue en Corrientes.
Córdoba esta vez no sobresalió como en otras ocasiones. La Libertad Avanza logró un resultado apenas superior al porcentaje nacional de respaldo a candidatos de Javier Milei, y con eso le alcanzó para quedarse con cinco de las nueve bancas de la Cámara de Diputados que estaban en juego en la provincia.
Lo que sí ocurrió en Córdoba es que Provincias Unidas estuvo muy por debajo de las expectativas que había despertado la postulación del tres veces gobernador Schiaretti.
Los discursos de Llaryora y Schiaretti remarcando que el peronismo cordobés ponía en juego dos bancas y logró tres, no lograron ocultar la decepción: perdieron por 14 puntos frente a una lista de La Libertad Avanza liderada por un perfecto desconocido para los cordobeses.
Perdieron en toda la provincia. Al campo no le importó la continuidad de las retenciones, ni el hecho de que las hayan eliminado por tres días para beneficio exclusivo de los grandes exportadores de granos. A la industria parece no importarle la total ausencia de políticas productivas. El ajuste a los hachazos no mereció mayor reproche entre los votantes cordobeses, que siempre saben lo que votan y que una vez más probaron su capacidad de discernimiento entre una elección nacional y otra provincial.
La otra evidencia de la elección cordobesa tampoco implica novedad alguna: la enorme dificultad del peronismo cordobés para saltar la barrera de la provincia de Córdoba. Ni siquiera liderando una estrategia conjunta con otras cinco provincias Schiaretti logró reconocimiento local como dirigente nacional.
El peronismo, además, tiene en Natalia de la Sota una luz de alerta. La diputada revalidó su banca con porcentajes similares de votos detraídos al cordobesismo y al kirchnerismo. Nada hace prever que se trate de una aventura pasajera: impulsa decididamente el regreso del peronismo cordobés al PJ nacional, y está mucho más cerca de alinearse con Axel Kicillof que de volver al cordobesismo.
El Panal sólo observó un dato positivo en el escenario de ayer: el triunfo de La Libertad Avanza no fue en beneficio de Luis Juez ni de Rodrigo de Loredo, sino que empoderó al diputado Gabriel Bornoroni, quien no oculta que pretende ser el “puro” para la elección provincial de 2027. Dividir no le sirvió ayer al oficialismo provincial, pero nunca deja de ser un objetivo de quien gobierna Córdoba.




























