En junio de 2018, Argentina inició un proceso de endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional que terminó en la aprobación de una línea de crédito por 57.000 millones de dólares, de los cuales se usaron algo más de 44.000 millones.
Todavía falta echar luz con rigurosidad sobre el destino de esos fondos, pero no cabe duda que una parte se destinó a financiar la salida de capitales especulativos extranjeros que llegaron durante los dos primeros años del gobierno anterior.
Todo sobre el acuerdo del Gobierno con el FMI
En estos días, el actual gobierno tiene que afrontar un difícil vencimiento ante el FMI, pero Argentina no está en condiciones de cumplir sin asistencia.
Algún día deberán explicarnos por qué motivo, el ministro de economía Martín Guzmán y el Poder Ejecutivo se tomaron dos años y dos meses para traer al Congreso una propuesta razonable que sirva para no caer en default. Un gobierno remolón, que juega con fuego y luego pide ayuda a los opositores porque no tiene apoyo pleno de sus propios partidarios, es un gobierno poco responsable.
La propuesta que se envió inicialmente a la Cámara de Diputados de la Nación no servía para lograr los consensos mayoritarios. Había que rehacer el proyecto de ley. Lo hicimos, con el espíritu constructivo de una fuerza opositora comprometida con el país, en momentos delicados.
Por una mayoría abrumadora, se aprobó la media sanción del proyecto que evita un colapso económico de magnitud. Pero permanecen los desafíos y las asignaturas pendientes para darle a la Argentina una salida real, no un parche.
Estratégicos
En eso hay que trabajar, poniendo el acento estratégico en sectores que permitan crear trabajo e invertir en el federalismo productivo, combinando un mayor y más rápido ingreso de divisas con crecientes grados de desarrollo productivo y justicia social.
El gobierno debe entender que existe una enorme capacidad de producir más biocombustibles, tanto en bioetanol de maíz como en biodiesel.
Es una virtuosa manera de agregar valor y consolidar arraigo, pero también es un camino sencillo para afrontar la encrucijada en que nos pone el alza sostenida del precio internacional del petróleo y del gas. Y es, además, un camino sano en términos ambientales.
Vamos a impulsar la Ley que permite un esquema de cero impuesto a las ganancias a todas las PYMES de la Argentina que reinviertan sus utilidades en bienes de capital. Nuestras pequeñas y medianas industrias sostienen el 70% del empleo y explican el 45% del PBI nacional. Necesitan políticas bien orientadas.
Hay que hacerlo cuidando y sosteniendo la enorme capacidad del complejo agroindustrial, que sólo en concepto de exportación de cereales y oleaginosas ingresó divisas, el año pasado, por casi 40.000 millones de dólares.
Potenciar la economía del conocimiento y entusiasmar a miles de jóvenes creadores para cuadriplicar las exportaciones de esa industria en sólo dos años, también es posible. Podemos generar un ingreso de divisas que supere los 20.000 millones de dólares anuales.
Ahora, no se puede hacer la plancha y hay que pensar más allá del Fondo Monetario Internacional, con fuerte impronta productiva y federal. La salida de Argentina es el crecimiento con justicia social, equilibrio fiscal y federalismo productivo.
