Los referentes provinciales alineados con la Casa Rosada tienen una única coincidencia: intentan minimizar el tema. Pero la realidad marca que hay una fractura expuesta en el Frente de Todos cordobés.
Las diferencias políticas entre Carlos Caserio, Martín Gill y Gabriela Estévez no son nuevas, pero en los últimos días quedaron desnudadas con hechos concretos.
La interna frentista tiene nombre y apellido: Juan Schiaretti. Los peronistas cordobeses que integran el Frente de Todos nacional tienen posturas distintas respecto del PJ provincial que conduce el gobernador.
El jueves pasado, el villamariense Gill hizo una demostración de fuerza con un acto al cual asistieron un centenar de intendentes. La mayoría eran peronistas, pero también hubo radicales, vecinalistas y macristas.
El villamariense no mencionó su ambición de ser candidato a gobernador. Les dejó esa definición a los intendentes que hablaron y lo lanzaron como un dirigente con proyección provincial.
El acto de Gill generó ruido interno en el Frente de Todos y, llamativamente, gestos de satisfacción de encumbrados funcionarios schiarettistas.
El intendente de Villa María se esforzó en remarcar que su convocatoria “va más allá del peronismo”. En la amplia mesa que encabezó, hubo algunos intendentes radicales, lo que motivó una satisfacción moderada en el Centro Cívico.
Todas las fotos que muestran cierta dispersión en la oposición son bienvenidas en el oficialismo provincial. Aunque por ahora son sólo postales.
“Los intendentes van a todos los actos en los que pueden sacar algún beneficio para sus gestiones. Gill aún maneja parte de las obras que él repartió cuando era secretario de Obras Públicas de la Nación”, argumentó un dirigente radical con cargo en la conducción provincial del partido.
Y agregó: “También fueron al Centro Cívico cuando Schiaretti anunció un plan de viviendas, pero eso no significa nada electoralmente. Nosotros (por Juntos por el Cambio) tenemos que mostrar que somos una opción seria de poder y los melones se van a acomodar”, razonó el dirigente del sector de Mario Negri.
La otra orilla de la grieta
Tres horas antes de la convocatoria en Villa María, Caserio recibió en su despacho de la vicepresidencia del Banco Nación, en Capital Federal, a una docena de intendentes peronistas cordobeses.
Hace dos semanas, estos jefes municipales alineados con el exsenador nacional tomaron una decisión fuerte: armaron un bloque propio en la Mesa Provincia-Municipios, escindido del oficialista Hacemos por Córdoba.
Dos meses atrás, luego de la áspera interna en el departamento Punilla, dos legisladores caseristas (Mariana Caserio y Miguel Maldonado) abandonaron el bloque oficialista en la Legislatura para crear su propia bancada.
El bloque de intendentes se denomina Frente Peronista de Córdoba, y la bancada legislativa es Identidad Peronista.
Los sellos llevan nombres que tienen el indisimulable objetivo de marcar diferencias con el schiarettismo: resaltar la pertenencia al peronismo, ante el plan del gobernador de ampliar los límites de su partido con la variopinta coalición Hacemos por Córdoba.
Las estrategias de Caserio y Gill son bien distintas. Mientras el funcionario del Banco Nación fuerza las diferencias con el Centro Cívico –aunque no descarta sentarse a negociar en algún momento–, el villamariense se muestra dialoguista con el poder provincial.
Estas posturas disímiles generan agrios comentarios internos, que por ahora no se hacen públicos. “Martín está buscando un ministerio si el PJ sigue en el poder. Jamás será el compañero de fórmula de Martín (Llaryora). ‘El Gringo’ (Schiaretti) nunca lo avalaría”, disparó un intendente frentista que este viernes participó de la audiencia que Caserio armó en Buenos Aires con el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat de la Nación, Jorge Ferraresi.
Desde el entorno de Gill tampoco ahorran críticas hacia el exsenador. “Caserio hace la suya, que es sobrevivir políticamente. Nosotros apostamos a construir un espacio provincial”, repitió uno de los intendentes que se sentó en la cabecera del acto de Gill.
Equilibrio
En este escenario de división, la camporista Gabriela Estévez hace equilibrio entre Gill y Caserio. Mantiene diálogo con ambos, pero no mostrará sus cartas mientras su jefe político, Máximo Kirchner, no decida una estrategia electoral para Córdoba.
Los intendentes que responden a Estévez no integran el bloque que impulsó Caserio, y tampoco fueron a la convocatoria de Gill.
Estévez se mueve en un piso de vidrio. Admite las dificultades de ser cristinista en Córdoba, pero cree que en algún momento le servirá ser la referente de la vicepresidenta y de su hijo en la provincia.
Por su parte, Caserio mantiene una línea directa con el presidente Alberto Fernández, mientras que Gill se reporta con el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, y el jefe de Gabinete, Juan Manzur.
Ambos hacen su juego en el mar de incertidumbre política que siembra la interna en el Gobierno nacional. Lo que está claro es que tienen miradas opuestas en la relación con el poder provincial, lo que expone la grieta que hoy existe en el Frente de Todos cordobés.
