La política argentina cambió de raíz en los últimos años. Durante casi dos décadas, el escenario estuvo marcado por dos polos estables: el kirchnerismo y Juntos por el Cambio. Esa dinámica se quebró en 2023, con la llegada al poder de La Libertad Avanza. El triunfo de Javier Milei no solo modificó quién gobierna: alteró alianzas históricas y abrió un proceso de redefinición dentro del peronismo y lo que queda del kirchnerismo.
El mapa político es distinto, pero también lo es el ánimo social. Un estudio nacional de la consultora Vox Populi revela cómo se expresa hoy la polarización, y detectó que hay más enojo, más divisiones y un alto nivel de desconfianza entre ciudadanos con diferentes simpatías partidarias.
Y abre un nuevo escenario que podría denominarse “polarización visceral”.
La encuesta (1.400 casos online entre el 2 y el 16 de mayo de 2025) muestra un dato clave: el 52% de los argentinos cree que el nivel de enfrentamiento político es hoy mayor que hace dos años. Apenas un 17% dice que bajó y un 31% que se mantiene igual.
Esa percepción cambia según dónde se viva y qué edad se tenga. En el Área Metropolitana de Buenos Aires, el 58% siente que la crispación aumentó, contra un 48% en el interior del país. Y entre los más jóvenes (18 a 34 años) la percepción de enojo es aún más alta: llega al 59%.
Pero la diferencia más marcada está en la identidad política. Dos de cada tres simpatizantes del peronismo (67%) creen que la tensión es mayor, contra apenas un tercio de los votantes de la UCR, el PRO o La Libertad Avanza (entre 33% y 36%).
División y consenso
El estudio, a cargo del magister Luis Castelli, también exploró cómo reaccionan los argentinos frente a seis temas de agenda pública. Allí aparecen algunos consensos, pero también fuertes divisiones:
- Con amplio apoyo: la baja de la edad de imputabilidad de menores para delitos penales es la medida más aceptada, con un 70% de respaldo.
- Con apoyos divididos: la regularización de inmigrantes y el protocolo antipiquetes tienen mayoría a favor (53% cada uno). Sin embargo, el protocolo genera más rechazo (32%) que la ley migratoria (21%).
- Con polarización fuerte: el aborto legal (43% a favor y 39% en contra) y el cambio de sexo libre e irrestricto (41% a favor, 38% en contra) son los temas más divididos.
- Con diferencias partidarias claras: los votantes de La Libertad Avanza son los más firmes en respaldar el protocolo antipiquetes y la baja de imputabilidad. En cambio, los peronistas muestran niveles de apoyo mucho menores en esos mismos temas.
En otras palabras: hay consensos en medidas vinculadas a seguridad, pero los debates sobre derechos individuales siguen generando grietas profundas.
El informe también indagó sobre cuánto aceptarían los argentinos medidas “iliberales”, es decir, decisiones que ponen en riesgo reglas básicas de la democracia.
La frase con más apoyo fue: “Cuando el país está en peligro, los líderes deberían actuar con decisión, aunque eso suponga alterar los procedimientos habituales”. Un 55% se mostró de acuerdo, contra un 20% en desacuerdo.
Otra idea con apoyo importante (45%) es que el Poder Judicial no debería contradecir al Parlamento anulando leyes aprobadas por mayoría.
En cambio, frases como “No me importan los medios que empleen los políticos si consiguen resultados positivos” o “Las personas mal informadas no deberían votar” tuvieron un respaldo más bajo (35%). Y la afirmación con más rechazo fue: “Las protestas que impiden un acto partidario pueden estar justificadas” (43% en contra, 24% a favor).
Otro de los datos del estudio es que los votantes de La Libertad Avanza son los más propensos a aceptar estos “atajos” a la democracia, mientras que los kirchneristas tienden a justificar con más fuerza las protestas que bloquean actos políticos.
Más allá de los temas concretos, lo que más llama la atención es la intensidad del rechazo entre sectores políticos. La encuesta muestra altos niveles de polarización afectiva; es decir, antipatía hacia partidos, líderes y hasta votantes que piensan distinto.
Los datos son contundentes:
- El 75% de los simpatizantes de LLA rechaza al PJ.
- El 63% de los peronistas rechaza al PRO y el 57% a LLA.
- El 79% de los libertarios rechaza a Cristina Kirchner, y el 76% de los kirchneristas a Javier Milei.
- Incluso los votantes se rechazan entre sí: el 68% de los peronistas dice sentir rechazo total hacia los votantes de LLA, y el 54% de los libertarios rechaza a los votantes del PJ.
Este clima muestra que ya no se discuten solo proyectos de país, sino que lo que pesa es la desconfianza hacia “el otro” como identidad política.
Midiendo el rechazo: el índice DIPA
Para ordenar estos datos, Vox Populi creó un indicador específico: el DIPA (Diferencias en el Afecto Interpartidista). Mide en una escala de 0 a 30 cuánto rechaza un ciudadano a otros partidos, líderes o votantes. Cuanto más alto el puntaje, mayor es la polarización.
Los promedios nacionales muestran un nivel elevado:
- 17.2 en partidos.
- 18.6 en líderes.
- 15.5 en votantes.
El grupo más polarizado es el de los simpatizantes del kirchnerismo, con un DIPA de 20.5. Dentro de ese espacio, un 65% está en el segmento más extremo (20 puntos o más). Los votantes de LLA registran 16.5 en promedio, con un 40% en el rango alto. En contraste, PRO (12.6) y UCR (12.2) aparecen bastante menos polarizados.
Otro dato llamativo: quienes votaron por Sergio Massa en el balotaje de 2023 muestran un índice más alto (19.7) que quienes apoyaron a Milei (16).
Además, el estudio muestra que la polarización crece en ciertos perfiles: hombres (18.0 de media), ciudadanos muy interesados en las próximas elecciones (19.9), y quienes se ubican en los extremos ideológicos, tanto a izquierda (19.4-22.6) como a derecha (19.4-22.6).

La conclusión del informe es clara: la política argentina ya no se organiza solo por propuestas, programas o debates. Hoy lo que marca la cancha es la pertenencia, y en muchos casos, el rechazo a quienes piensan distinto.
En este nuevo escenario, donde las coaliciones tradicionales se debilitaron y surgieron nuevas fuerzas, el mayor desafío no está solo en definir políticas públicas. Está en cómo se reconstruyen los vínculos sociales y políticos en un país donde, cada vez más, los adversarios se ven como enemigos.