Durante los últimos 15 años, Córdoba ha sido un territorio esquivo para el kirchnerismo, un distrito electoral en el cual al proyecto de Cristina Fernández siempre le costó consolidarse. Por eso, en apariencia, la ratificación de su condena a seis años de prisión, junto con la inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos, debería resonar poco –o nada– en esta provincia. Pero esa certeza, como tantas otras en política, aún está por probarse.
El fallo reciente de la Corte Suprema, que selló el destino judicial de la dos veces presidenta y última vicepresidenta de la Nación, también impactó en el PJ cordobés, que se autodenomina –con orgullo de identidad– “cordobesismo”.

Los máximos líderes de esta corriente, el gobernador Martín Llaryora y su antecesor Juan Schiaretti, optaron por el silencio. Ni una palabra sobre la mujer que gobernó la Argentina durante ocho años. Ni una mención al veredicto. Fue un silencio tan elocuente como una declaración pública.
En medio de esa calma aparente en Córdoba, una voz se alzó para romper el silencio peronista local: la de Natalia de la Sota. Con el peso simbólico de su apellido y la convicción de ver una oportunidad para diferenciarse del oficialismo, calificó al fallo como “extemporáneo”, a escasas semanas de la oficialización de candidaturas en la provincia de Buenos Aires, donde Cristina Kirchner había anunciado que competiría por una banca en la Legislatura.
Estrategia estudiada
Este gesto de Natalia no fue un mero exabrupto. Fue una estrategia estudiada: buscará su reelección en la Cámara de Diputados por fuera del cordobesismo, en un espacio propio. Una grieta que se abre en el PJ provincial, sembrando inquietud en el anhelo de Llaryora y Schiaretti de sostener la unidad.
El fuerte pronunciamiento de De la Sota obligó al Centro Cívico a mover sus fichas. Miguel Siciliano, presidente del bloque oficialista en la Legislatura, salió a hablar. Lo hizo como emisario de una doctrina para el PJ cordobés: “Cuando habla la Justicia, la política se calla”.
Ese principio marcó la separación definitiva del PJ cordobés con el kirchnerismo, allá por el año 2008, en los tiempos agitados del conflicto con el campo.
Desde entonces, no hubo reencuentros, salvo por un gesto aislado: el del fallecido José Manuel de la Sota, quien se reunió con Máximo Kirchner dos meses antes de morir trágicamente en un accidente. En aquella última jugada, buscaba la unidad del PJ frente al avance del macrismo.
Hoy, su hija, que argumenta que la excluyeron del oficialismo parece caminar otros senderos. Su inminente candidatura por fuera del espacio oficialista podría debilitar la lista que construirá Llaryora. Y ese temblor también alcanza a Schiaretti, cuya posible postulación en octubre se vuelve cada vez más incierta. ¿Competirá, sabiendo que hay fisuras en su base? ¿Lo hará si el apellido De la Sota desafía desde otra vereda?
Casi como una práctica habitual, en el PJ cordobés hacen una lista de potenciales cabezas de lista, si Schiaretti no juega: el ministro de Gobierno, Manuel Calvo, el mencionado Siciliano, y Héctor “Pichi” Campana, son los nombres que más se repiten entre los peronistas.
Aunque que Campana sea un dirigente muy cercano a Alejandra Vigo y al exgobernador Schiaretti, le resta chances, cuando el gobernador Llaryora use la lapicera la inscribir las candidaturas a legisladores nacionales.
En el oficialismo también hay una certeza: el llaryorista puro Ignacio García Aresca tendrá un lugar preponderante en la boleta del cordobesismo. El gobernador quiere a un hombre de su extrema confianza en el Congreso.
En la intimidad, el mandatario provincial suele decir que si “el Gringo” (Schiaretti) decide no competir, el principal candidato para octubre “será el modelo cordobés”.
Por su parte, en privado, la diputada De la Sota asegura que su espacio será sin el kirchneristas. Su lista, dicen quienes la rodean, se poblará de peronistas sin partido y de extrapartidarios sin etiquetas, pero no habrá lugar para los K.
Sin embargo, desde el kirchnerismo cordobés insisten en que en octubre habrá una boleta que represente el ideario de Cristina Fernández.
Hasta hace poco, el nombre que más sonaba era el del legislador Federico Alesandri, cercano a la expresidenta, con quien se reunió en varias oportunidades en el Instituto Patria.
Pero los vientos de estas horas parecen soplar hacia otro rumbo: el del diputado Pablo Carro, quien aparece con más fuerza para encabezar la nómina del cristinismo duro. Lo podría acompañar la dirigente social Constanza “Coti” San Pedro, referente local del partido de Juan Grabois.
El Frente Renovador cordobés, que a nivel nacional conduce Sergio Massa, organizó ayer un seminario que llevó el nombre de “Encuentro Federal por una Argentina que produce”. Participaron dirigentes nacionales Guillermo Michel y José “Vasco” de Mendiguren.
Los massistas locales, a través del intendente de Cruz Alta, Agustín González, salieron a cruce de los kirchneristas duros. Los acusó de actuar como “los sectores de la izquierda testimonial”, al rechazar una posible alianza.
Los massistas no lo confirmarán por ahora, pero se encolumnarían detrás de la candidatura de Natalia de la Sota, “sin pedir nada a cambio”, admiten, parafraseando a Luis Juez, cuando se refiere a su apoyo a la lista libertaria.
Así, para el peronismo, el tablero electoral en Córdoba comienza a dibujar una partida tensa y fragmentada. Un escenario parecido al de la oposición, en el cual también abunda la incertidumbre.
No está dicha la última palabra. Aunque hay indicios concretos de que no se dará en el cordobesismo el escenario ideal que alguna vez pensó Llaryora: una fórmula con los dos apellidos más emblemáticos del PJ: Schiaretti-De la Sota.