Martín Llaryora no oculta que está “recaliente”. Se queja porque no pudo festejar su triunfo provincial, que será confirmado la semana que viene por el escrutinio definitivo.
Al futuro gobernador hay otras cuestiones que lo sacan de las casillas, no sólo no haber podido festejar. El triunfo ajustado sobre el opositor Luis Juez y los problemas por el lento escrutinio le arruinaron el arranque de la campaña en la Capital. Su estrategia era mostrarse victorioso la misma noche del domingo pasado y levantarle la mano al candidato a intendente oficialista, su actual vice, Daniel Passerini.
Las elecciones en la Capital se han convertido en la obsesión del por ahora ganador provisorio de los comicios provinciales.
Cuando le mencionan la palabra “provisorio”, se alimenta la bronca del intendente capitalino. “Todos los candidatos que competimos tenemos las mismas actas. Todos saben que gané, menos uno que no lo reconoce, para ayudar a su socio político en la Capital”, brama Llaryora en charlas informales.
No da nombres, pero no hace falta. Quien no reconoce la derrota es Juez, y su socio es el radical Rodrigo de Loredo, candidato a intendente opositor en la ciudad de Córdoba.
La furia de Llaryora es profunda y selectiva. Sus dardos no sólo apuntan a Juez: también buscan impactar en De Loredo.
Lejos de los grabadores y las cámaras, el discurso de Llaryora tiene vaivenes. Va de la bronca por el escrutinio demorado a resaltar su decisión “institucional” por no haber celebrado un resultado provisorio.
Llaryora ya no quiere hablar de Juez. Sólo levanta la voz cuando le recuerdan la grave denuncia –sin pruebas– del opositor: que el oficialismo “compró” votos con drogas en algunos barrios populares de la Capital.
El intendente retruca, pero no sólo a Juez. Ahora su rival es De Loredo, quien en realidad lo es de Passerini.
“No me jodan. Con el tema de la droga me quieren amedrentar. Yo voy a fondo con ese tema. Todos los funcionarios y policías van a tener que pasar por el ‘narcotest’. Además, como gobernador, a través de nuestros legisladores nacionales, voy a pedir al Congreso que el Ejército intervenga en la lucha contra el narcotráfico”, dice en plural. No sólo habla de Juez. También involucra a De Loredo en esta discusión.
Si fue moderado en la campaña provincial, ahora Llaryora se muestra punzante con quien desde la oposición busca sucederlo en el Palacio 6 de Julio. Lo acusa directamente de tener una alianza con el Suoem, el gremio de los municipales.
Ese será uno de los ejes de la campaña capitalina para tratar de erosionar al dirigente radical, a quien también busca pegarlo con el exintendente Ramón Mestre, pese a que ambos son rivales en la interna partidaria.
A diferencia de la elección provincial, en la cual el gobernador Juan Schiaretti tuvo protagonismo, Llaryora sabe que se juega mucho de su futuro político en los comicios capitalinos. Es su territorio.
Aunque el peor escenario hubiera sido perder en la pelea por la gobernación, una derrota en la ciudad que gobierna sería fortalecer a la oposición, que tendría en De Loredo a un referente ineludible.
Además, Llaryora afronta el desafío de liderar el PJ provincial luego de los largos liderazgos de José Manuel de la Sota y de Schiaretti.
El intendente insiste en el “partido cordobés” más que en liderar el PJ. No pocos peronistas escuchan inquietos ese mensaje.
El pregonado partido cordobés necesita de un triunfo en la Capital. De lo contrario, no habría que descartar un volantazo de Llaryora para el futuro inmediato.
Tampoco es menor otra consideración. Llaryora asegura que su gestión “cambió la ciudad”. Lo repetirá y lo mostrará en la campaña. Ese discurso tampoco resiste una derrota en las urnas.
De allí, su obsesión por la Capital.
Campaña complicada
Pese al triunfo, por ahora provisorio, las elecciones provinciales no le trajeron buenas noticias al gobernador Schiaretti.
La discusión por las fallas en el escrutinio golpeó al precandidato presidencial. Juez se va seguido a la banquina con su lengua incontrolable, pero su especialidad es pegarle donde más les duele a los referentes peronistas: antes a De la Sota, ahora a Schiaretti.
“Schiaretti entró por la claraboya y ahora se irá por el mismo lugar”, disparó el candidato opositor, en referencia al cuestionado escrutinio de 2007 y a la polémica por el actual.
Esa definición le cayó pesada al gobernador, un obsesivo en pregonar la institucionalidad.
Desde el Centro Cívico, se defienden diciendo que la responsabilidad del proceso electoral es del Poder Judicial, aunque ahora el problema político por las fallas del escrutinio sea del oficialismo provincial.
Schiaretti está lanzado como precandidato presidencial. Lo peor que le podía pasar, además de una derrota que aparentemente no sucederá, es que quede cuestionado el proceso electoral por su sucesión.
El gobernador lanzará su campaña para las Paso en entrevistas con medios nacionales. Seguramente la primera pregunta que le harán será qué pasó en los comicios de Córdoba.
Por eso, Schiaretti tendrá bajo perfil hasta que el escrutinio definitivo confirme el triunfo de Llaryora. Después se mostrará como aspirante presidencial. Aunque hay otra duda que dejaron las elecciones provinciales: ¿podrá el gobernador recuperar muchos de los votos del interior que antes lo apoyaban y el domingo fueron para el candidato a gobernador de Juntos por el Cambio?
Un interrogante que se develará en las Paso del 13 de agosto.
Por ahora, lo único cierto es que Schiaretti no arrancará la campaña presidencial con el viento de cola que le hubiera significado un contundente triunfo de su candidato a gobernador.
Una mala noticia para su aspiración de proyección nacional.
