Las personas cambian. Y también sus ideas. Pocos meses antes de asumir su primera gestión (2007-2011), en una entrevista con La Voz en su condición de gobernador electo, Juan Schiaretti marcó por entonces una diferencia con su antecesor José Manuel de la Sota: Seguridad tendría el rango de secretaría y dejaría de ser un ministerio como lo había sido durante el segundo mandato delasotista.
En aquel momento, el flagelo de la inseguridad ya era una gran preocupación de los cordobeses y un tema sensible para la gestión de De la Sota, que en 2004 había decidido crear el Ministerio de Seguridad. Carlos Alesandri, un delasotista puro fue el primer ministro del área en Córdoba.
En aquel contexto, antes de asumir su primer mandato, Schiaretti recibió un consejo de un veterano dirigente peronista: “Con un ministro de Seguridad tendrás que hacer un cambio de gabinete cada vez que ocurra un hecho grave de inseguridad”.
Schiaretti siguió aquella sugerencia durante sus primeros dos mandatos: Carlos Caserio fue su ministro de Gobierno y Seguridad en el período 2007-2011, y Juan Carlos Massei ocupó la misma cartera en la segunda gestión schiarettista (2015-2019).
Con la inseguridad como uno de los reclamos centrales, para arrancar este tercer gobierno (2019-2023) Schiaretti modificó aquel convencimiento inicial y creó el Ministerio de Seguridad, independiente de la cartera política.
Alfonso Mosquera, quien se venía desempeñando como secretario del área en el final de la anterior administración, se convirtió en el primer ministro de Seguridad schiarettista.
El argumento para el cambio de estrategia fue que la inseguridad era una cuestión sensible a atender. De allí la decisión de darle el rango de ministerio.
Mirando las urnas
El cambio de jerarquía no modificó el escenario de críticas por hechos cotidianos de inseguridad, especialmente en la Capital y el Gran Córdoba.
Pero la gestión de Mosquera quedó marcada por un hecho traumático: el asesinato del adolescente Blas Correas, ocurrido en agosto de 2020, por balas de efectivos de la Policía de Córdoba.
El gobernador respaldó a su ministro en aquel momento, pero Mosquera quedó en la mira de las críticas de la sociedad, y también de la oposición.
El nombre de Julián López para reemplazar a Mosquera se venía barajando como una versión desde hacía tres semanas.
El entonces ministro de Justicia y Derechos Humanos tuvo protagonismo, al acercar al despacho del gobernador a los familiares de los bebés fallecidos en el Hospital Neonatal.
López, un dirigente del sur provincial, también lidera la comisión de Acción Política que maneja en el interior la agenda de campaña de Martín Llaryora, seguro candidato a gobernador del oficialismo.
De bajo perfil, el exintendente de Melo y exlegislador provincial se ganó la confianza de Schiaretti. Ahora es uno de sus funcionarios más encumbrados.
En el comunicado oficial del Gobierno provincial para anunciar los cambios en el gabinete, se menciona el objetivo de “fortalecer” distintas áreas: social, empleo y seguridad.
Pero sin dudas el cambio más sensible es en Seguridad.
Luego de un mes complicado para el oficialismo provincial, por la crisis en el Neonatal, que incluyó la renuncia del ministro de Salud, Diego Cardozo; la derrota del PJ en las elecciones municipales de Marcos Juárez, y la salida de Nora Bedano de la Agencia Córdoba Cultura, el gobernador tomó la decisión de oxigenar a su gabinete, pensando en el año electoral que se avecina.
En realidad, la campaña provincial ya está en marcha. Llaryora comenzó a caminar el interior y los principales dirigentes opositores, Luis Juez y el radical Rodrigo de Loredo, también ya se pusieron el traje de candidatos opositores.
Juntos por el Cambio tendrá que resolver su candente interna, pero Schiaretti decidió dar un volantazo para tratar de salir de una zona de turbulencias en la cual ingresó su última gestión desde que se conoció el trauma de las inexplicables muertes de bebés en el Neonatal.
Schiaretti pateó el tablero, cuando una de sus características principales de sus más de 10 años no consecutivos en el poder fue –precisamente– sostener a sus principales funcionarios.
Desde su entorno aseguran que espera que este equipo sea aquel con el cual termine su tercer y último mandato.
Ese es el objetivo, en los umbrales de un año electoral. Aunque, se sabe, muchas veces la realidad choca con los planes de los gobernantes de turno. Y máxime en una campaña electoral.
