“El Papa es kirchnerista porque siempre fue peronista”, fue el rótulo que sin pruebas muchos intentaron ponerle en nuestro país al papa Francisco, en sus 12 años como líder mundial de la Iglesia Católica.
Antes de ser Francisco, Jorge Mario Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires, tuvo una fuerte injerencia en la política local. Nunca como dirigente político tradicional, pero el líder religioso hablaba con todos los sectores políticos, no sólo con el peronismo.
Bergoglio fue fuente de consulta permanente en la política porteña. Aunque no pudo impedir que un dirigente liberal como Mauricio Macri se convirtiera en jefe de Gobierno porteño en 2007.
Es más, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba) en la que Bergoglio fue máxima autoridad católica desde 1998 hasta 2013, cuando fue consagrado Papa, se convirtió en “el kilómetro cero” del PRO, un espacio político que abrazó las ideas liberales con las cuales el entonces arzobispo nunca comulgó.
Más allá de su posición ideológica contraria al macrismo, el arzobispo porteño también tuvo un áspero enfrentamiento con el entonces presidente Néstor Kirchner (2003-2007), quien lo tildó de “enemigo político” hasta su sorpresiva muerte, el 27 de octubre de 2010.
Luego, ya instalado en el Vaticano como máximo líder espiritual de los católicos, Francisco recompuso su relación con Cristina Fernández de Kirchner, la presidenta con quien más se reunió (siete veces) durante su pontificado. Aunque el Papa nunca fue fuente de devoción para el kirchnerismo.

¿Fue un papa peronista?
En distintas entrevistas y libros que se escribieron sobre su vida, Francisco negó haber sido peronista.
En el libro Aquel Francisco que escribieron los periodistas cordobeses Javier Cámara y Sebastián Pfaffen, el Papa negó haber sido peronista. “Fui inquieto en la política, pero nunca me afilié a ningún partido”, respondió en una entrevista de la investigación sobre el paso de Bergoglio por Córdoba.
Francisco reconoció que provenía de una familia radical, pero que “comulgó” con ideas de izquierda en su juventud.
Cuando llevaba dos años en el Vaticano, en otra entrevista, el Papa también negó su militancia peronista. Entonces, explicó: “No soy peronista, pero si lo fuera, ¿Qué tendría de malo?”, se defendió del rótulo que una de las orillas de la grieta de la política argentina trató de endilgarle.
De todos modos, Francisco no negó cierta cercanía ideológica con la organización peronista Guardia de Hierro, que surgió en los primeros años de la década del ’60, y se disolvió en 1972, cuando se sumó al Frente Estudiantil Nacional (FEN), en los meses previos al regreso al país de Juan Domingo Perón.
Guardia de Hierro fue una organización política que surgió durante la resistencia peronista contra los gobierno militares, durante la proscripción y el exilio en España de Perón.
Catalogada tanto como “derechista” e “izquierdista”, lo cierto es que la mayoría de sus dirigentes pertenecían a la derecha peronista, esta agrupación se caracterizó por sostener un ideario heterogéneo proveniente de la experiencia histórica de los primeros gobiernos peronistas (1945-1955).
Sus integrantes abrevaron en fuentes de izquierda, el nacionalismo antiimperialista y del humanismo católico, con el fin de consolidar el liderazgo de Perón y la identidad peronista. En aquellos años agitados de fines de la década del ’60 y principios de los ’70, Guardia de Hierro rechazaba de manera enérgica la lucha armada que proponía Montoneros.
Uno de los referentes de Guardia de Hierro fue el dirigente peronista Roberto “Pajarito” Grabois, padre del dirigente social Juan Grabois, muy amigo del Papa, que tuvo un cargo honorífico en el Vaticano: Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
Jorge Bergoglio nunca participó activamente en esa agrupación política, pero admitió alguna cercanía ideológica. Tal vez, de allí proviene el calificativo de “Papa peronista” que le achacaron no pocos dirigente liberales, entre ellos, el propio presidente Javier Milei, quien solía insultar al Papa en sus apariciones como panelista televisivo antes de ser Presidente.
Contra el capitalismo
En una nota en 2001 que escribió en la desaparecida revista Trespuntos, el periodista e historiador Hernán Brienza sostuvo que en aquel momento de plena crisis social y política en nuestro país, Bergoglio “estaba convencido de su misión: condenar el modelo neoliberal a la hoguera y reemplazarlo por lo que cree el Reino en la Tierra. Un proyecto en el cual los sectores productivos reconciliados —empresarios y trabajadores— hagan frente al capital financiero”, describió entonces Brienza, quien tenía contactos con el entonces arzobispo porteño.
Francisco fue un crítico del neoliberalismo y siempre condenó al capital financiero.
Lo hizo durante toda su vida, pero sus críticas al capitalismo trascendieron a nivel mundial desde que se convirtió en jefe de la Iglesia católica, el 13 de marzo de 2013.
En 2017, en un encuentro en el Vaticano con empresarios de todo el mundo, el Papa aseguró: “El capitalismo crea gente descartada e invisibiliza el sufrimiento de las sociedades”.
El Papa también habitualmente cuestionaba las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), más allá de que tenía una buena relación personal con la actual titular del organismo, la búlgara Kristalina Georgieva.

Francisco solía decir que “la deuda se ha convertido en un instrumento de control”, mientras proponía “destinar parte del gasto militar a erradicar el hambre y promover el desarrollo sostenible”.
Desde el inicio de su papado, Francisco quiso mostrar su compromiso con una Iglesia más austera y reconoció los excesos de la institución.
La cercanía con los pobres fue una de las características fundamentales de su pontificado. En varias ocasiones, se mostró profundamente crítico con la acumulación de poder económico.
“¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”, exclamó en su primer encuentro con periodistas en marzo de 2013.
Pocos días después, en su primera audiencia pública, llamó a “salir de nosotros mismos para ir a la periferia al encuentro de los más alejados, los olvidados y quienes necesitan comprensión, consuelo y ayuda”.
En junio de 2013, recordó que “el dinero debe servir y no gobernar”.
Nueve meses después, reforzó su postura antes del rezo del Ángelus, el 2 de marzo de 2014, con una declaración a favor de la solidaridad: “Quien muere no podrá llevar sus riquezas consigo porque el sudario no tiene bolsillos. Es mejor compartir porque así llevaremos al cielo solo lo que hemos compartido”.
En tanto, en la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, en 2013, Francisco denunció una “economía que mata”, cuestionando la teoría del derrame y la idolatría del mercado.
Para el Papa, “el dinero, elevado a fin supremo, desplazaba a la persona, convirtiendo la vida en un engranaje de consumo”.
En la encíclica papal “Laudato Si”, de 2015, Francisco profundizó su crítica, vinculando la crisis ambiental con la explotación social. Denunció un “modelo de desarrollo que saquea la tierra y descarta a los vulnerables, desde los migrantes hasta los trabajadores precarizados”.
Para el Papa, “la degradación del planeta y la pobreza eran dos caras de la misma moneda: una economía que prioriza el lucro sobre la vida”. Su llamado a una “ecología integral” exigía proteger tanto la casa común como la dignidad de cada persona.
En definitiva, Francisco nunca fue peronista, y no ocultó su aversión al “capitalismo salvaje”, según definía.