El pasado domingo falleció, a los 80 años, Juan Manuel Abal Medina (padre), quien fuera secretario general del Movimiento Justicialista y figura clave en el Operativo Retorno de Juan Domingo Perón.
Era el papá de Juan Abal Medina, quien llegó a ser jefe de Gabinete en uno de los gobiernos de Cristina Kirchner; y de Paula Abal Medina, precandidata a vicepresidenta por Unión por la Patria en 2023.
Periodista, abogado y político, su rol en las tensiones internas del peronismo de principios de los años ’70 lo convirtió en una pieza central para el regreso de Perón a la Argentina tras 18 años de exilio.
Nacido en 1945, Abal Medina provenía del nacionalismo católico, pero supo transformarse en un aliado fiel. A fines de 1972 fue elegido por “el General” para coordinar el regreso al país, tarea clave en momentos convulsos.
Se enfrentó a maniobras de la dictadura de Lanusse y tensiones internas urgentes, incluyendo la radicalización de la Juventud Peronista y la presión del sindicalismo.
Sus esfuerzos y aquella historia se plasmaron en el libro Conocer a Perón, una visión íntima de su relación con el líder.
Terrorismo
En su rol, Abal Medina no abrazó la guerrilla ni el terrorismo. Pero su hermano Fernando, en cambio, sí fue uno de los primeros líderes de Montoneros y ejecutor del asesinato de Aramburu en 1970.
Esa tensión fraternal marcó su vida política: mientras él operaba institucionalmente, su hermano simbolizaba el ala armada del movimiento.
Durante el histórico regreso de Perón en junio de 1973, denominado el “Operativo Retorno”, Juan Abal Medina padre fue uno de los cinco organizadores principales. Fue protagonista del acto en Ezeiza, en el que confluyeron el sindicalismo y las agrupaciones de izquierda, en una tensión que terminó en tragedia.
En ese contexto, fungió de puente entre las corrientes enfrentadas. Mientras intentaba conservar la unidad, muchos sectores dejaron ver sus fisuras.
Exilio y últimos años
Con el golpe de marzo de 1976, se refugió en la embajada de México y permaneció allí hasta 1982, cuando le permitieron salir tras la Guerra de Malvinas. Allí ejerció como abogado y relanzó su biografía, sostuvo la vigencia del peronismo original y afrontó la Epoc (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) que finalmente lo venció el pasado 16 de junio.
Para la militancia peronista, su figura se resume en lealtad y equilibrio. Como delegado de Perón, evitó alinearse ni con extremos políticos ni con corporaciones adversas, y defendió una visión plural del movimiento.
Su muerte cierra no solo una etapa familiar, sino una página clave de la historia argentina. Fue quien acompañó a Perón en su retorno, quien enfrentó guerrilla, sindicalismo y proscripciones, y quien sostuvo al peronismo cuando todo parecía rompero.
Su vida, marcada por contradicciones y lealtades firmes, deja una enseñanza: la política exige síntesis, resistencia y visión estratégica.