“Estamos muy shockeados”, admitió sin grises Axel Kicillof. Hubo otros pronunciamientos más relevantes, como el de Cristina Kirchner, pero el gobernador bonaerense fue quien mejor definió la situación del PJ luego del escándalo que envuelve al expresidente Alberto Fernández.
Precisamente, Kicillof viajó este viernes a La Rioja, donde fue recibido por su colega, Ricardo Quintela, quien aspira a encabezar la “renovación” del PJ nacional. La excusa de la cumbre peronista fue la jura de la nueva Constitución riojana.
Este plan de oxigenar el partido que fundó Juan Domingo Perón era previo a que estallaran los casos de violencia de género, de corrupción y también las aventuras amorosas de las que es protagonista Alberto Fernández.
¿Habrá más sorpresas en el teléfono de la exsecretaria privada del expresidente? Un interrogante inquietante para muchos exfuncionarios peronistas.
El expresidente no se privó de nada para sacudir las estructuras del PJ que lo llevaron a la Casa Rosada luego del encumbramiento como candidato presidencial que impulsó Cristina Kirchner.
Si el peronismo parecía desorientado luego de la derrota ante el libertario Javier Milei, Alberto Fernández parece haberlo metido en un callejón sin salida, al menos por ahora.
En política, nada es definitivo. La palabra “nunca” no existe; la historia lo corrobora. Sin embargo, al PJ –y sobre todo al kirchnerismo– le costará mucho salir de este estado de shock que tan bien describió Kicillof.
Cristina Kirchner no es responsable de la vida privada de Alberto Fernández ni de su rol en posibles casos de corrupción, como el de los seguros. Pero fue ella quien lo eligió a dedo como candidato presidencial.
Eso en política tiene un costo. Si la exvicepresidenta pensaba que su opinión (o dedo) sería decisiva en lo que viene para el PJ, el escándalo del expresidente pone grandes signos de interrogación sobre este protagonismo.
La exvicepresidenta rompió su silencio sobre la caída en desgracia de Fernández. Fue un pronunciamiento político sin autocrítica y sin empatía hacia la víctima: Fabiola Yañez.
No debería sorprender. La expresidenta no suele mostrar afecto, menos en casos que ella cree que la rozan. Y este escándalo le pega fuerte en lo político.
Vale reiterarlo: Cristina Kirchner no es responsable por lo que hizo Alberto Fernández, aunque el exinfluyente jefe de Gabinete de su marido Néstor Kirchner y de ella en los primeros ocho meses de su primer mandato fue candidato por su decisión. Luego fue presidente por el voto popular.
En su momento se comentó, y no fue desmentido, que el propio Máximo Kirchner había cuestionado la sorprendente decisión de su madre de entronizar como aspirante presidencial a quien había vuelto a ser su principal operador político en aquellas convulsionadas jornadas políticas de mediados de 2019.
Desde hace tiempo, el PJ nacional parecía atrapado en una encrucijada política: “Con Cristina no alcanza, pero sin ella no se puede”. Los peronistas que se reunieron en La Rioja quieren debatir el futuro del PJ sin la expresidenta.
No les será fácil a quienes quieren prescindir de ella. Aunque con un poder menguado, casi reducido al conurbano bonaerense, Cristina Kirchner sigue siendo la peronista con mayor peso electoral.
El futuro del peronismo podría construirse sin Cristina Kirchner sólo si ella diera un paso al costado, cuestión que parece lejos de ser una realidad.
Problemas propios
Más allá de las complicaciones políticas que el escándalo de Alberto Fernández le genera al kirchnerismo, no está claro quiénes pueden aprovechar este debilitamiento en la interna del PJ.
Se podría conjeturar que es una oportunidad para peronistas disidentes como Juan Schiaretti y Martín Llaryora, por ejemplo. No será así.
El exgobernador hace mucho que se convenció de que, con el kirchnerismo adentro, el PJ dejó de ser su lugar de pertenencia. Cristina Kirchner está debilitada, pero no dejará de ser influyente, suelen admitir los dirigentes que difunden el pensamiento del hermético Schiaretti.
De todos modos, los principales colaboradores del exgobernador se muestran optimistas. Creen que el desconcierto del PJ nacional puede ser terreno fértil para sumar adhesiones al nuevo partido que está fundando Schiaretti: Hacemos Argentina.
Llaryora, en tanto, no está tan convencido como su antecesor de que el PJ no es el espacio nacional para su aspiración de proyección más allá de Córdoba, que por ahora puso en pausa.
El gobernador se concentró en Córdoba luego del sacudón que recibió en febrero pasado, cuando amagó con enfrentar a Milei. Ahora sólo trata de diferenciarse sin chocar.
Llaryora decidió priorizar su gestión provincial y acordó con Schiaretti, que se convirtió en “el embajador” del “partido cordobés” a nivel nacional.
Al gobernador tampoco le sobra nada para mirar el escenario nacional. Su gestión provincial tiene más problemas que las que admiten en el Centro Cívico.
El conflicto con los docentes es sólo la punta del iceberg. La pantalla del “partido cordobés” no alcanza para cubrir los 25 años del PJ en el poder, con cuyo desgaste está lidiando Llaryora en su primer mandato como gobernador.
También están los problemas concretos. El ajuste de Milei y la recesión económica forman un cóctel difícil de digerir para la gestión provincial. Este año, Llaryora afrontó una deuda de U$S 350 millones que le dejó Schiaretti. El año que viene, tiene compromisos por U$S 480 millones.
Consciente de esta realidad, el gobernador levanta la bandera del “partido cordobés”. Se trata de un espacio en formación, que aún está lejos de ser una fuerza sólida y multipartidaria.
Hay más dirigentes opositores seducidos con cargos e intendentes no peronistas tentados por promesas de obras que la convicción de fundar una fuerza hegemónica entre peronistas y radicales: “el modelo Misiones” del que suele hablar en privado el gobernador.
Por estas razones, Llaryora mira de lejos el escándalo de Alberto Fernández que impacta en el PJ nacional.
