Paso uno: el que ganó
El Gobierno nacional apostó todo y ganó. Jugó con cancha inclinada a su favor, jugó con el presidente y todo su gabinete, jugó con fuertes anuncios de políticas en la última semana y tuvo un candidato que, sin esgrimir propuestas para la ciudad, no dejó de ser vocero presidencial mientras hacía campaña. Jugó fuerte. Jugó en redes a full.
Un informe de Goodpeople muestra que, en los últimos siete días, Manuel Adorni por La Libertad Avanza tuvo 3.8 millones de interacciones contra 866.700 de Leandro Santoro por “Es Ahora Buenos Aires”. Y jugó hasta con IA en formato deepfake en plena veda electoral.
Con semejante dispersión electoral, nadie puede decir que la elección se nacionalizó porque quién ganó, Adorni, obtuvo sólo un tercio electoral de votos válidos, encima con una mitad que se ausentó y no votó. Importante como para convertirlo en el gran ganador, aunque su cosecha en votos no fue abrumadora.
Tampoco está claro que todo el resto de los actores hayan tenido un discurso de impacto nacional para proyectar así sin más su victoria a todo el país. Sin embargo, la LLA avanza ganó y aprovechará más cosas en esta elección para su expansión.
En términos de agenda, todavía dejó viva la polaridad kirchnerismo-anti kirchnerismo, cuando existen serias amenazas de que el país empezaba a virar hacia una polarización mileísmo-anti mileísmo.
Empezó a lograr que el centro y la centro derecha se vayan aproximando más hacia un violeta dominado por la derecha y la derecha ultra radicalizada. Absorbió incluso hasta la mayoría de los votos díscolos, como los de Ramiro Marra por caso, que se evaluaban previamente como mucho más altos.
Derrumbó además la dupla Macri-Macri. Y con ello, derrumbó al PRO, a punto tal de que, tras esta elección, su supervivencia será una incógnita. Es muy poco el incentivo que tendrán las experiencias del PRO a nivel federal para ir solas luego de este resultado. Pero los Macri perdieron más. Macri, el Mauricio, quiso ser el gran responsable de transferirle votos a Silvia Lospenatto, desconociendo que es una de las peores imágenes de la política actual. No lo logró, aunque ande hype por la vida. Macri, el Jorge, fue castigado por el “olor a pis”, como síntesis cualitativa de lo mal valorada que está su gestión.
Finalmente, tras esta elección, varias hipótesis de adelantamiento electoral serán frenadas o puestas en estudio nuevamente. Y eso, como supuesto, le conviene a LLA en octubre.

Paso dos: el que salió segundo.
Santoro hizo una elección buena, pero como partió y terminó como el gran favorito en las encuestas, dejó una sensación amarga. Quizás no se gestionó adecuadamente esa expectativa porque le quitó mística a su campaña y fue obnubilada por la puja LLA versus PRO.
Es raro, porque los estudios de partida evidenciaban una altísima paridad entre él y Adorni.
Tenía tres desafíos estratégicos. El primero era no descender, y descendió poquito aún con competencia de actores del PJ. El otro: tener un discurso localista, pero también tuvo tentaciones con el spot del desarme de la motosierra donde, por propio mérito, nacionalizó una elección que no debía nacionalizar, incluso según sus propios cálculos. Pero lo paradojal para el resto del PJ fue su decisión estratégica proyectada en su definición: “Santoro es Santoro”, demostrando que ni siquiera la individualidad despegada del peronismo, aun con una alta imagen personal, es una estrategia ganadora per se. Ya lo dice el Eternauta: “nadie se salva solo”.
Su espacio podría admitir que el PJ jugó dividido y lo que sacaron los dos candidatos peronistas que también compitieron es casi el valor de la diferencia que obtuvo Adorni por sobre su figura. Pero eso es relativo, lo mismo podría decir LLA con varios candidatos, y hasta el PRO con Rodríguez Larreta. Igual, es todo un dato que ya, en 5 elecciones distritales que se dieron, el peronismo se presentó dividido ante la sociedad.
Paso tres: el contexto de la competición.
Desde 1997, la participación en las elecciones de CABA, aún en primarias, fue superior al 69%. Ahora, apenas votó el 53,1% con un sistema de voto obligatorio. No se sabe que expresa ese ausentismo electoral. Sí se puede afirmar que no solo no hay interés, sino que esa desafección es un claro indicio de fatiga democrática con una representación que no motiva o no satisface.
Muchas de las campañas -replicando una gran tendencia internacional- se han vuelto cada día más agresivas, especialmente en el mundo digital. Para colmo, el rompimiento del sistema de partidos ofreció una elección atípica, con una dispersión electoral enorme, inédita. Hubo una significativa cantidad de caprichos y competencia inercial, casi presentándose por las dudas y de manera especulativa. ¿El resultado? A todas les fue mal.
Esta no fue una elección nacional. Ni siquiera de cargos nacionales. Ni performa lo que pasará en otras provincias. Pero la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es la vidriera nacional. Aunque no te guste, siempre la ves.