Axel Kicillof es el gran ganador de la elección de este domingo.
Lo es objetivamente, porque las listas del Gobierno bonaerense que encabeza sacaron 13 puntos más que las de La Libertad Avanza en toda la provincia; porque ganó en seis de las ocho secciones electorales, y porque también logró más bancas en ambas cámaras de la Legislatura y en los concejos deliberantes.
Pero también es el gran ganador simbólico y político.
Le ganó al presidente Javier Milei, quien lo había entronizado como principal adversario y terminó sufriendo una derrota dolorosa a manos del “enano soviético” al que ridiculizó durante casi 20 meses de gestión.
Pese al total corte de recursos del Gobierno nacional, Kicillof también ganó en términos de gestión: los bonaerenses valoraron más al gobierno provincial que las promesas libertarias de cambio. A la luz del resultado de este domingo, parece que los habitantes del conurbano no consideran que el “baño de sangre” y el atraso que denuncian los libertarios sean más riesgosos que las políticas de La Libertad Avanza.
Pero el gobernador bonaerense también le ganó a Cristina Kirchner. La expresidenta este domingo festejó en el balcón de su prisión domiciliaria, pero antes cuestionó durante meses la decisión de adelantar las elecciones, que Kicillof adoptó en soledad. Este resultado fuerza un reacomodamiento profundo en el peronismo bonaerense. Después de octubre, lo mismo ocurrirá con el PJ nacional.
Kicillof es el ganador y Javier Milei es el gran perdedor. Por las mismas razones objetivas, y por la dimensión que el propio Presidente le dio a la contienda: la presentó como un reto nacional, ató al resultado electoral la credibilidad que su plan económico tiene en los mercados, creyó que era chistoso asustar a los inversores con el riesgo “kuka”, y reiteró que en Buenos Aires los libertarios le pondrían el último clavo al ataúd del kirchnerismo.
Son los riesgos de la grandilocuencia y la exageración permanente: siempre dejan a tiro del ridículo.