Quienes quieren abstraer la economía de la política han fracasado: siempre los resultados electorales que cosecha un gobierno terminan por generar (in)certidumbre y (des)confianza en la sociedad.
Aunque se trate de una elección provincial, la votación de mañana en Buenos Aires –el distrito de mayo peso electoral y político de la Argentina– impactará en los mercados y en el ánimo general.
El premio Nobel de Economía de 2024 fue otorgado a Daron Acemoglu, a Simon Johnson y a James Robinson por su investigación sobre cómo el funcionamiento de las instituciones genera la riqueza de las naciones.
En otras palabras, esta depende de cómo una administración, el Congreso y la Justicia respeten las reglas permanentes, que son la base de funcionamiento de una sociedad organizada.
“La política condiciona a la economía, por lo que es necesario una paz política” basada en un acuerdo de las grandes fuerzas, explica Aldo Michelli, economista y conocedor de los ánimos del mercado cambiario.
Michelli advierte que “el carry trade es muy peligroso, porque ya tiene mucho volumen”; es decir, implica billones de pesos que apuestan a las altas tasas de interés que paga el Tesoro nacional.
Para el especialista, un cambio en la confianza de los inversores podría llevar a estos a abandonar los pesos y a exigir la conversión en dólares o en euros.
La política del plebiscito
Javier Milei y su equipo han planteado la elección bonaerense como un plebiscito sobre su gestión, con el objetivo de derrotar definitivamente al kirchnerismo.
Este sector, aún liderado por Cristina Kirchner, más allá del tibio desafío que asume Axel Kicillof, podría volver a tener el apoyo de la población, con sus propuestas de un Estado que se ofrece para solucionar todos los problemas, más allá de sus costos e incongruencias.
Esa capacidad de respuesta suele venir acompañada de la emisión de pesos, de “déficits gemelos” (fiscal y financiero) y de la dilapidación de las reservas del Banco Central, como fue visible en las decisiones de Alberto Fernández y de Sergio Massa, supervisadas por la expresidenta.
Para quienes apuestan por otro tipo de organización económica, una victoria del kirchnerismo implicaría el retiro de las grandes inversiones del país.
¿Milei fue a buscar algún tipo de respaldo de los grandes fondos en su reciente visita a Los Ángeles, para conjurar cualquier eventual corrida? No hay una respuesta certera.
El nuevo verbo: recalibrar
Diversos economistas, entre ellos Miguel Ángel Broda y Esteban Domecq, comenzaron a pronunciar en las últimas horas un nuevo verbo sobre la coyuntura económica.
“Recalibrar el programa económico” es el diagnóstico que más se usa para explicar qué puede pasar después del 26 de octubre.
Por ahora, ese objetivo luce impreciso. ¿Qué hay que recalibrar?, ¿la política cambiaria, la gestión ante los gobernadores, la obra pública?
Es imposible avanzar en las reformas impositiva, laboral y previsional si no hay consenso con los mandatarios del interior, quienes a su vez reclaman los fondos que les pertenecen por la coparticipación de impuestos.
No es factible imaginar una Argentina en la cual los grandes emprendimientos –rutas, escuelas, hospitales, diques, puertos– sean construidos exclusivamente con fondos privados. Más aún si luego tales obras pueden ser “estatizadas” por el Gobierno que surja en 2027.
¿O hay que esperar que la demorada autovía Córdoba-San Francisco siga cobrando más vidas; que los niños del norte mueran por la falta de atención de sus enfermedades, y que desaparezca la prevención en madres y adultos mayores? Sólo para mencionar algunas urgencias.
El Gobierno nacional ya carga con la incomprensible actitud de falta de atención de la discapacidad, cuyos errores en la ejecución y en la supuesta corrupción demolieron el apoyo a Milei.
Salvo la posición de los dogmáticos kirchneristas, quienes creen que el Estado puede solucionar todos los derechos y los reclamos con la “maquinita de pesos”, el esbozo del plan de Milei y de Luis Caputo tiene fuerte apoyo en lo macroeconómico.
Sin embargo, poco se avanzó para facilitar las correcciones necesarias en la microeconomía (puertas adentro de las empresas), que “nivelen la cancha” con la competencia externa.
La ruptura con los sectores dialoguistas derribó prácticamente todos los puentes.
La soberbia política se paga caro en las urnas. Hay demasiada historia para no prestar atención a esta máxima.