Nadie las admitirá, pero hubo negociaciones entre funcionarios nacionales y ministros provinciales para que las diferencias entre el presidente Alberto Fernández y el gobernador Juan Schiaretti no asomaran en sus discursos, en el acto en la planta de Nissan.
Cuidaron las formas y evitaron un título de impacto nacional. Pero está claro que los caminos políticos entre el Presidente y el gobernador cumplen la regla de las líneas paralelas: nunca se unirán.
Se sabe, Schiaretti tiene un estilo formal e institucionalista.
No obstante, desde la Casa Rosada estaban preocupados de que el gobernador expusiera sus diferencias sin disimulo en el acto en la planta japonesa, cuando iba a preceder en la palabra al Presidente.
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“No queremos ninguna sorpresa, como la que sufrió “Juanchi” con “el Cuervo”, reconoció un funcionario nacional de segunda línea, que el viernes estuvo en Córdoba.
“Juanchi” no es otro que el ministro de Desarrollo Social de la Nación, Juan Zabaleta, uno de los funcionarios más cercanos al Presidente.
Cruces en el Frente de Todos
El lunes pasado, Zabaleta sufrió en carne propia al impulsivo Andrés “el Cuervo” Larroque, cuando en un acto que compartieron en la provincia de Buenos Aires, el secretario General de La Cámpora casi que pidió la destitución del ministro de Economía, Martín Guzmán.
“El síndrome Cuervo” fue una inquietud para algunos funcionarios albertistas. El viaje a Córdoba, que fue un intento de capitalizar la buena noticia de 550 nuevos empleos que anunció Nissan, se hubiera convertido en una pesadilla si Schiaretti disparaba munición gruesa contra el Gobierno nacional, frente al Presidente.
La misma fuente que recordó el episodio de Larroque y Zabaleta, desde el miércoles pasado gastó su teléfono hablando con funcionarios schiarettistas. También hubo algunos contactos con el intendente Martín Llaryora. Buscaba una tregua en las críticas hacia la Nación del díscolo mandatario cordobés.
Desde la Casa Rosada sólo pretendían que ningún entredicho opacara el anuncio de la empresa japonesa. Los nuevos puestos de trabajo de la automotriz en Córdoba fueron una respuesta encriptada a las críticas del cristinismo a la política económica.
Desde el Centro Cívico no admitieron ninguna negociación. “No lo conocen al Gringo (Schiaretti). No es su estilo criticar a un Presidente en público. La única vez que lo hizo fue cuando (Mauricio) Macri lo provocó en un acto en el aeropuerto Córdoba y él respondió”, manifestó un funcionario schiarettista, sobre los temores que sobrevolaron a la comitiva presidencial.
En definitiva, el Presidente y el gobernador defendieron sus respectivas gestiones y no surgieron cuestionamientos cruzados en público. Hubo un trato institucional y frío. Desprovisto de sintonía política y de afecto personal.
Schiaretti nunca se sumará al Frente de Todos nacional. Pero, en Córdoba, no son pocos los peronistas que creen que se necesita “a todos” para la pulseada por el poder local, si la oposición consigue la meneada unidad para el año próximo.
Juan Grabois dejó un mensaje, la semana pasada. “La del año próximo será una elección complicada para todos los oficialismos y al PJ cordobés no le sobrarán votos si la oposición se une”, dijo el dirigente cristinista. Pareció un mensaje para Llaryora, el seguro candidato oficialista para suceder al gobernador Schiaretti.
Reunión política
En la entrevista con La Voz, el Presidente admitió que el Frente de Todos tiene que hacer una autocrítica en Córdoba.
“La Nación está haciendo muchas obras en la provincia, y sin embargo, no les llegamos a los cordobeses”.
Es lo que luego repitió ante más de un centenar de intendentes, concejales, legisladores y dirigentes frentistas que lo fueron a escuchar al predio de Camioneros. Fue la actividad más política del Presidente.
Córdoba es un gran enigma político para el oficialismo nacional. Es el distrito más esquivo para el Frente de Todos, pero en la provincia hay buena sintonía entre dirigentes albertistas y cristinistas.
En el acto en Camioneros no fue exclusivo del albertismo. Martín Gill y Carlos Caserio organizaron el encuentro con intendentes, pero también estuvieron los diputados nacionales Gabriela Estévez, Pablo Carro y Eduardo Fernández, un dirigente que responde al diputado Carlos Heller.
El Presidente les pidió unidad, cosa que en Córdoba existe. Y “seguir trabajando para convencer a los cordobeses”, alentó.
No obstante, Córdoba no es la mayor preocupación del Presidente y sus funcionarios más cercanos. Aunque Alberto Fernández no lo admitió, las embestidas del cristinismo siguen horadando las expectativas sobre el rumbo del Gobierno.
Y las expectativas son el cimiento de cualquier plan económico, y se sabe, la economía define el éxito o el fracaso de cualquier gestión nacional.
De allí que parece imprescindible una tregua con la vicepresidenta Cristina Kirchner. Aunque sea temporaria, como la que el viernes consiguió con Schiaretti.
