Martín Llaryora habla con casi todo el abanico político nacional, menos con el presidente de la Nación.
Juan Schiaretti también mantiene contactos con muchos dirigentes nacionales, salvo con los oficialistas, entre estos Sergio Massa, uno de sus rivales en la carrera presidencial.
Y Alberto Fernández parece recluido en su soledad política en la quinta presidencial de Olivos.
Es decir, no hay diálogo entre los tres mandatarios. Pero desde sus entornos admiten una coincidencia: con números de encuestas propias, están convencidos de que el libertario Javier Milei se convertirá en presidente electo tras la primera vuelta electoral del próximo domingo 22.
Ya se sabe que las encuestas son muy falibles, pero este pronóstico de los tres gobernantes puede influir en sus próximos pasos, en un escenario electoral convulsionado por la inflación desenfrenada, escándalos de corrupción y operaciones políticas a cielo abierto.
De ser cierto lo que difunden sus funcionarios más cercanos, el Presidente no debe estar tranquilo con la posibilidad de que el opositor más disruptivo se convierta en su sucesor sin pasar por un balotaje.
Una pregunta inquietante sobrevuela en el reducido grupo de funcionarios fieles al Presidente: ¿qué pasará con los mercados financieros el lunes 23 de octubre si las urnas consagran a Milei en primera vuelta?
No hay una respuesta. Tal vez por eso, Alberto Fernández apeló a una movida política de resultados dudosos: denunció al candidato ultraliberal por el supuesto delito de “intimidación pública”, debido a las cuestionables declaraciones que este hizo sobre que los argentinos deben dejar de ahorrar en pesos.
El fiscal Franco Picardi imputó este viernes a Milei. En realidad, es un paso casi formal. El fiscal tenía que imputar o desestimar la denuncia. Decidió darle curso, lo que -en opinión de Massa- es toda ganancia para el libertario.
De allí el enojo del candidato presidencial con quien debería ser su jefe político, el Presidente.
Mirada cordobesa
A 700 kilómetros de Olivos, Schiaretti y Llaryora parecen no estar preocupados por el probable encumbramiento de Milei.
En privado, ambos cordobeses muestran cierta resignación, más que satisfacción.
Llaryora hace tiempo que apuesta entre sus más cercanos a que el libertario será el próximo presidente, y en primera vuelta.
No lo va decir delante de ningún micrófono, pero oteando su futuro político, al gobernador electo no lo incomoda que quien se presenta como el verdugo de la “casta política” se convierta en el sucesor del desdibujado Alberto Fernández.
Llaryora ya está pensando en su gestión provincial. No obstante, también mira de reojo el escenario nacional y entre sus íntimos admite que Milei sería el “mal menor” para su futuro proyecto de instalación nacional.
Un eventual triunfo de Massa, además de llevarlo a la presidencia, lo convertiría en el nuevo líder del PJ nacional.
El ministro de Economía es de la misma generación de Llaryora. Y tienen las mismas elevadas ambiciones políticas. Sería un gran obstáculo un hipotético encumbramiento, que hoy parece un milagro, si se repasa la situación económica.
A su vez, un hipotético triunfo de Patricia Bullrich sería una prenda de unidad para la tensión interna permanente en Juntos por el Cambio.
Bullrich fue la dirigente nacional más crítica de las gestiones peronistas cordobesas. Su eventual arribo a la Casa Rosada sería un combustible para la alicaída alianza opositora cordobesa, luego de dos derrotas consecutivas, en la Provincia y en la Capital.
Por ahora, son especulaciones en el albertismo y en los dueños del poder en Córdoba, con base en encuestas alimentadas por olfato político. No hay certezas sobre un triunfo de Milei en primera vuelta.
Ni los propios mileinistas abonan con fuerza esta teoría. En su breve paso por Córdoba, el jueves pasado, la candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel se mostró cauta.
“Ganar en primera vuelta es una posibilidad, pero nada más que eso. Nosotros trabajamos para gobernar el país, más allá de si ganamos en primera o en segunda vuelta”, dijo la dirigente liberal, que sorprende a quienes la escuchan por la firmeza de sus definiciones. Algunas polémicas, pero sin dejar dudas sobre sus convicciones.
Otras preocupaciones
Schiaretti y Llaryora están concentrados en la campaña, pero no dejan de preocuparse por la realidad económica, que tiene impacto en Córdoba.
Por lógica, el más preocupado es el próximo gobernador, quien repasa el último acuerdo que Schiaretti cerró con los gremios estatales.
Con una inflación hasta ahora del 102,2%, según la medición de la Dirección de Estadística y Censos provincial, que rige en la paritaria estatal, en octubre los agentes pública cobrarán una compensación del 2,5%.
El problema para la administración provincial es que en noviembre, diciembre y enero, los estatales percibirán de aumento la inflación que mida el organismo provincial en esos meses, la que seguramente será de dos dígitos.
Un dato: 10 puntos de aumento a los estatales tienen un impacto fiscal de 7.000 millones de pesos, en un contexto de caída de la recaudación, por una economía casi paralizada.
En definitiva, por la herencia que recibirá, a Llaryora le preocupan más las cifras de Excel de las finanzas provinciales que los números de las encuestas.
