El escenario político nacional se convulsionó por el anuncio del presidente Alberto Fernández que no irá por su reelección. Una intención en la cual nunca creyeron hasta sus funcionarios más íntimos. Pero esa posibilidad era, tal vez, la última cuota de poder que le quedaba al jefe del Estado.
El Presidente nunca dijo en público que iría por su reelección. Lo insinuaba y lo difundía por lo bajo a través de sus funcionarios de mayor confianza.
“No se bajó, porque nunca se subió”, reconoció el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, uno de los pocos leales que le queda al jefe del Estado. Aunque hasta ayer, el funcionario era uno de los que apoyaba la decisión del Presidente de seguir en la pelea por el poder, un objetivo que se parecía mucho a una quimera.
Todas las encuestas, que dicho sea de paso, también entraron en un cono de desconfianza social, como toda la clase política, marcaban que el Presidente tenía una imagen negativa que rozaba el 80%. Números devastadores para cualquier aspiración electoral.
En realidad, el verdadero motivo del anuncio del Presidente es tratar de dar una señal de tranquilidad a la convulsionada interna oficialista. Y de paso, intentar llevar una cuota de sosiego a los mercados financieros, que siempre se mueven por las expectativas.
Desde el martes pasado, cuando se conoció el desaguisado con el exasesor presidencial Antonio Aracre, que generó que ese día por algunas horas el ministro de Economía, Sergio Massa, estuviera fuera del Palacio de Hacienda, el Gobierno se asomó al abismo. Una inflación altísima, sin reservas y con dólar paralelo y los financieros volando, la situación es más compleja de lo que parece.
Lo de Massa no fue un dato menor. La versión del massismo dice que el martes pasado a las 15 horas, el ministro de Economía llamó al Presidente y le espetó. “Mientras Toni (Antonio Aracre) siga a tu lado, yo no soy tu ministro”.
Tres horas después, Aracre comunicó su renuncia “indeclinable” por las redes sociales. Massa no había renunciado, pero por tres horas se sintió afuera del Gobierno nacional.
Interna a cielo abierto
Alberto Fernández nunca dijo que iría por su reelección. Aunque siempre sostuvo que el próximo candidato presidencial del Frente de Todos saldrá de las Paso del 13 de agosto.
En eso, el jefe del Estado le ganó la pulseada al cristinismo y la mayoría de los gobernadores peronistas, que pretendía eliminar las Primarias.
A través de sus alfiles, la vicepresidenta Cristina Kirchner, quien lo impulsó como candidato presidencial por un mensaje en las redes sociales, el 18 de mayo de 2019, ahora le exigía que desistiera de ir por su reelección, por lo dicho, un objetivo imposible de conseguir.
No fue casual que esta mañana Alberto Fernández admitiera que se corre de la pelea electoral. Esta tarde hay una cumbre del PJ, en la cual, como ocurrió con la anterior, los cristinistas le iba a exigir que bajara su aspiración de seguir en el poder.
El eje de discusión en la cumbre peronista ya no será el futuro político de Alberto Fernández. Los peronistas deberán comenzar a analizar los pasos a seguir, con el Presidente fuera de carrera, y con una Cristina Kirchner que ya anunció que no será “candidata a nada”, más allá del “operativo clamor”, cada vez más desinflado que impulsan los cristinistas duros.
Hoy, la única precandidatura presidencial oficialista concreta es la de Daniel Scioli. El embajador en Brasil se muestra como “el candidato del consenso” dentro del Frente de Todos. Un cartel que se autoimpuso el exgobernador bonaerense, que por ahora nadie avala en el oficialismo.
Sergio Massa amaga con sumarse como aspirante presidencial, pero la realidad económica parece un paredón infranqueable.
Además, hay otra cuestión difícil de cumplir, en un contexto económico muy adverso. Si Massa es candidato presidencial debería renunciar al Palacio de Hacienda, el 24 de junio, cuando se inscriban las candidaturas.
Los massistas más optimistas dicen que el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, podría ocupar el cargo, si Massa es candidato. Una movida riesgosa, que hoy nadie abona en el Frente de Todos.
En las próximas horas tal vez se confirme una novedad. El jefe de Gabinete, Agustín Rossi, anunciaría su precandidatura presidencial. Al santafesino tampoco le sonríen las encuestas, como al Presidente. Pero, el jefe de los ministros espera ser un defensor del sector albertista que hoy no se siente representado por Scioli, en la interna oficialista.
Las expectativas en todo el peronismo siguen pasando por los pasos de Cristina Kirchner. Habrá que ver si la vicepresidenta hace “la gran Alberto”, o también ratifica su paso al costado de la carrera por el poder presidencial.
Algunos cristinistas no pierden la ilusión que la vicepresidenta sea candidata a senadora bonaerense, para respaldar la intención reeleccionista del gobernador Axel Kicillof. Se verá.
Por ahora, la pulseada entre el albertismo y el cristinismo no parece tener como meta sostenerse en el poder. Más bien se asemeja mucho a una pelea por la lapicera para las candidaturas, sobre todo, por los legisladores nacionales.
Los cristinistas más optimistas reconocen en privado que hay que deben prepararse para construir desde la oposición, a partir del próximo 10 de diciembre.
Cristina Kirchner podrá resignar no ser candidata, pero no abandonará su intención de ser la más influyente a la hora de escribir los nombres de los candidatos oficialistas, incluso el presidencial.
Alberto Fernández que fue oficializado como candidato presidencial por un mensaje de Cristina en las redes sociales, ahora se bajó de su aspiración reeleccionista, con un video propio, también en la herramienta comunicacional más potente de estos tiempos.
El Presidente resistió, pero terminó resignando la última cuota poder que le quedaba: la posibilidad de buscar su reelección. La pregunta inquietante es cómo transitará los ocho meses que le quedan en el Gobierno, sin poder.
