Claudio Fabián “Chiqui” Tapia tiene un origen humilde, pero hoy es uno de los hombres más poderosos del país. Conduce la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y fue el arquitecto que impulsó el proyecto de Lionel Scaloni como técnico de la selección argentina, campeona del mundo y bicampeona de América.
En un país tan futbolero, Tapia –“Chiqui”, como todos lo llaman– se ha convertido en un dirigente de peso, un hombre al que pocos se animan a contradecir. La dirigencia política lo quiere cerca. A dirigentes políticos, empresarios, sindicalistas y hasta artistas les gustaría compartir un café con él o, al menos, conseguir una foto que dé testimonio de su cercanía.
Porque además de conducir la asociación campeona del mundo, también se jacta de ser amigo de un tal Lionel Messi. Y de Scaloni, por supuesto.
Las principales empresas del país lo llaman para que sea el nexo con Messi o Scaloni para alguna campaña publicitaria. De los dos “Lioneles”, el director técnico es el más accesible. Ya le puso su cara de “gringo bueno” a varias publicidades que engrosaron su cuenta bancaria.
En este contexto, “Chiqui” Tapia es el rey del fútbol argentino. Le sigue los pasos a Julio Humberto Grondona, quien extendió hasta su muerte su liderazgo de 35 años en la AFA. La frase de “don Julio” era “Todo pasa”; la del “rey Chiqui” parece ser “Pasa de todo”.
En la era grondoniana, la selección ganó una Copa del Mundo y fue dos veces finalista. Grondona murió por un infarto masivo el 30 de julio de 2014, apenas dos semanas después de que la selección nacional perdiera la final contra Alemania en el Mundial de Brasil.
Y en este clima de poder casi absoluto, ya nada sorprende del “rey Chiqui”. Ahora se dio el gusto de sumarle una estrella al escudo de Rosario Central. Un campeón inesperado, sin aviso. ¿Darían los canallas la vuelta olímpica? Es una pregunta que aún no tiene respuesta. Pero la Academia rosarina ya tiene otro trofeo en sus vitrinas.

No hay que quitarle mérito al equipo rosarino, que hasta ahora fue el mejor equipo del año, porque sumó más puntos, pero este título que se entregó en una oficina de la AFA, no estaba previsto. Fue un invento del “rey Chiqui”. Tal vez para congraciarse con otro ídolo nacional: Ángel “Fideo” Di María, jugador y máxima figura del ahora inesperado campeón.
No debería sorprender esta decisión del presidente de la AFA. Antes ya había anulado descensos en plena competencia.
Tapia parece incombustible. Pese a los polémicos arbitrajes que generan discusiones cada fin de semana, para él los “árbitros argentinos son de los mejores del mundo”. “No tengo dudas”, dijo contundente el último miércoles, en una charla con un periodista.
A riesgo de caer un comentario personalista, fui periodista en la sección Deportes de La Voz durante una década. Ahora llevo 20 años en la sección Política y puedo acreditar que al deporte y a la política los une una regla no escrita: a los exitosos se les perdona cualquier cosa.
Pasó con presidentes de la Nación... y también con presidentes de la AFA. Sólo hay que mirar la historia reciente. Tapia no es una excepción a esa regla.
Trayectoria
Está dicho: “Chiqui” Tapia es un hombre poderoso, pero se hizo desde abajo, bien de abajo. Supo aprovechar los vientos a favor que lo empujaron en su ascendente carrera como dirigente del fútbol y también de la política.
Nació en San Juan, en el seno de un hogar humilde. Cuando era niño, su familia se instaló en el porteño barrio de Barracas. Allí se convirtió en hincha furioso de “el Guapo”, club que bajo su presidencia pasó de la Primera C Metropolitana a la Primera División. Y ahora tiene aspiraciones de clasificarse a copas internacionales.
Quiere emular a “don Julio” (Grondona), quien durante su reinado en la AFA logró que Arsenal de Sarandí, el equipo de su corazón, levantara títulos locales e internacionales.
Después de jugar en la primera división de Barracas y Dock Sud, Tapia abandonó el fútbol para trabajar como recolector de residuos en la empresa Manliba, de la familia Macri.
Se afilió al poderoso gremio de Camioneros, donde conoció y se casó con Paola Moyano, una de las hijas del histórico jefe sindical Hugo Moyano.
Convertido en el yerno de Moyano, “Chiqui” no dejó de crecer en el fútbol y en la política. En 2001 asumió la presidencia de Barracas, cuando ya había dejado atrás su etapa como recolector.
Gracias a la influencia de su suegro, integraba el directorio de Ceamse, la empresa pública dedicada al tratamiento de residuos sólidos urbanos cuya conducción es compartida por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba) y la Provincia de Buenos Aires. Aún conserva el cargo, pero por la Provincia de Buenos Aires, ya que los Macri (Jorge y Mauricio) lo echaron como representante de Caba.
Como en su vida, Tapia ascendió desde abajo en su carrera como dirigente del fútbol. Entró a la AFA en representación de los equipos del ascenso metropolitano. Fue escalando hasta convertirse en vicepresidente primero.
El gran salto llegó en 2017, cuando en medio de una fuerte crisis institucional, se transformó en presidente de la AFA.
Lo que vino después es historia conocida. Tras el fracaso de la selección en el Mundial de Rusia 2018, “Chiqui” tuvo el olfato para designar a Scaloni como técnico interino.
“El Gringo” de Pujato -con la mediación de Tapia- se ganó la confianza de Messi. Luego llegaron los títulos y este presente de dirigente todopoderoso de “Chiqui”, capaz, con un simple chasquido de dedos, de decretar ascensos, descensos y ahora hasta un campeón de la primera división, con un trofeo que se entregó en una oficina.

























