El grado de potencialidad de la candidatura de Natalia de la Sota es una incógnita que ya ocupa tiempo y genera inquietud en lo más encumbrado del oficialismo provincial.
La diputada nacional se lanzó antes y arrancó con anticipación su etapa de posicionamiento, una jugada que figura en el abecé del manual de cualquier consultor político.
Los primeros acordes de la partitura discursiva de De la Sota están sobre la mesa. Ahora empieza el proceso de hacer de esa narrativa un vehículo apetecible para atraer voluntades descontentas con Milei y que no comparten la posición ambivalente que tuvo Martín Llaryora frente al Gobierno nacional.
El gobernador apoyó la ley Bases y ahora se queja de los efectos de lo que votaron sus representantes en el Congreso; esa es la síntesis de las primeras líneas que repetirá De la Sota en la campaña. Sobre ese camino acentuará el discurso con el que busca captar a una porción de los peronistas a quienes supo enamorar su fallecido padre.
Es angosta, a priori, la pecera en la que pescará votos la hija del exgobernador, pero al mismo tiempo es incomodísima para los intereses del Panal.
La preocupación por el factor De la Sota se propaga en el oficialismo. Llaryora y Juan Schiaretti saben que todos los votos que la diputada obtenga –sean muchos o pocos– saldrán de la canasta del “cordobesismo”. Se trata de un drenaje seguro de electores, el cual recién se podrá mensurar una vez que se cuenten los votos el domingo 26 de octubre. En ese momento, y no antes, se sabrá cuán cierto era aquello de que “Natalia no le suma nada al PJ” o de que “con ‘el Gringo’ solo alcanza”.
El nivel de belicosidad de la campaña del oficialismo hacia De la Sota marcará rápidamente, y en tiempo real, cuán nociva puede ser para el Centro Cívico la propuesta de la diputada díscola del bloque Encuentro Federal.
De la Sota puede representar una banca menos para el oficialismo y también puede ser la variable que termine de darles la victoria a los libertarios sobre Schiaretti y Llaryora en Córdoba. Como el García Elorrio de Luis Juez en 2023, si se permite forzar un poco las comparaciones.
Natalia de la Sota guarda bajo siete llaves los nombres de quienes podrían acompañarla en la lista. Sin embargo, hay uno que comenzó a tomar fuerza y que, de confirmarse, sería un fuerte guiño para el electorado universitario. El apuntado sería Francisco “Pancho” Tamarit, exrector de la Universidad Nacional de Córdoba y académico de larga trayectoria. “No queremos dar nombres de intendentes porque desde el Panal los llaman para bajarlos”, aseguran cerca de De la Sota sobre posibles candidateables.
Desde el lunes, y con los apellidos confirmados, habrá un ejército de encuestadores testeando el terreno. Serán datos provisorios y muy relativos, como siempre. Los mismos que encuestan repiten que recién 10 días antes de los comicios quienes irán a votar deciden a quién apoyarán.
La cancha y el escenario
En el cierre de alianzas de la semana pasada, el peronismo disfrutó la dispersión y el colapso opositor. Celebró la enésima fractura radical casi como un triunfo propio. Cree, con convicción, que es el preludio del desplazamiento de decenas de intendentes radicales descontentos con sus líderes. Es parte central del sueño húmedo de 2027.
Además, el peronismo vio cómo el “frente de frentes” tan temido no se cristalizó. Sin embargo, lamenta –aunque no lo diga– que Rodrigo de Loredo no haya podido lograr ser la cabeza de una propuesta frentista liderada por el radicalismo. Esa opción por fuera de La Libertad Avanza sí podía restarle votos al oficialismo nacional. En cambio, la candidatura de Ramón Mestre, ultracrítico de Milei, no parece ser una amenaza para los violetas.

El resto de las opciones filoliberales o de centro, auspiciadas casi todas por el Centro Cívico, son experimentos de laboratorio con escasa incidencia en la ecuación final de bancas. Se diferencia de ese lote la flamante alianza que encabeza Aurelio García Elorrio, con antecedentes de buenas cosechas electorales, aunque insuficientes por ahora para pelear por una banca.
De Loredo tiene el 3 y decide
El radical De Loredo analiza por estas horas si acepta la propuesta que tiene sobre la mesa, de ser el 3 de la boleta libertaria. Habla directamente con Eduardo “Lule” Menem, mano derecha de Karina Milei, dueña de las decisiones sobre las listas.
Una aceptación de De Loredo significaría competir contra el radicalismo, pintarse de violeta y votar a libro cerrado todo lo que Milei disponga, lo que incluye –en lo inmediato– respaldar los vetos dispuestos por Milei sobre el aumento para jubilados y sobre la emergencia en discapacidad. El costo sería alto en términos de futuros posicionamientos públicos.
Hace una semana, cuando perdió la batalla judicial contra Mestre en el radicalismo, el diputado insinuaba a sus más íntimos que la opción más viable era desistir de postularse. A cuatro días del plazo fatal, parece haber cambiado de opinión: aún cree que es posible pelear por ser el 1 y “quemar las naves”. Todo con tal de no perder el tren que, supuestamente, lo llevaría a la estación 2027.