A la escena de medianoche del Día de la Independencia en la Casa de Tucumán, con la mayoría de los gobernadores de distintas vertientes partidarias firmando un pacto de gobernabilidad, le siguió en Córdoba el desfile del 9 de julio en Río Tercero, la ciudad más importante que gobierna la oposición en la provincia.
El gobernador Martín Llaryora enhebró las evocaciones de esa manera para insistir con su idea de que el clima acuerdista nacional se traslade a Córdoba.
El contexto es más que diferente por diversas razones. Una de ellas tiene que ver con el tiempo de permanencia en el poder: la novel La Libertad Avanza de Javier Milei apenas cumplió siete meses en el gobierno contra los 25 años de poder a los que llega el hegemónico peronismo cordobés este viernes.
La otra es llamar acuerdo a la simple incorporación. ¿Quieren Milei o Llaryora, por sólo citar dos gobernantes actuales que convocan a entendimientos, un acuerdo programático amplio o simplemente quieren liderar un espacio con una oposición reducida a una mínima expresión?
Pero volvamos a la escena del 9 de julio. Llaryora no se quedó sólo con el simbolismo de compartir el palco con el intendente Marcos Ferrer, firme aspirante a titular de la UCR cordobesa, máximo operador de esa fuerza y gobernante de la ciudad con más cantidad de habitantes en manos de la oposición.
A Llaryora no le suele alcanzar con lo gestual, con lo implícito, y siempre busca verbalizar, explicitar. Llenó de elogios a Ferrer, además de prometerle una sede de la universidad provincial.
El intendente riotercerense devolvió gentilezas, destacó el gesto del gobernador y pidió entender que tanto el mandatario provincial como el Presidente hace sólo medio año que gobiernan. El intendente de Río tercero se cuidó de no citar la evocación de este 12 de julio, fecha en la que hace un cuarto de siglo José Manuel de la Sota inició la larga era peronista en el poder provincial.
Parecía haber un hilo conductor entre San Miguel de Tucumán y Río Tercero.
Asomaba con cristalizarse ese reiterado reclamo de Llaryora de que la oposición tenga con él el mismo trato que él tiene con Milei.
Pero los gestos riotercerenses no pasarán, por ahora, de eso.
La obsesión
Llaryora y Ferrer hace tiempo que tienen un diálogo permanente.
El sanfrancisqueño no pretende que toda la UCR se incorpore sin más a su partido cordobés pero sí aspira a que se refugie en su propia identidad y que rompa la sociedad que tiene con Luis Juez.
Y, además, que haga una oposición de bajas calorías en la Legislatura.
Por el momento, no está en la agenda de la dupla De Loredo-Ferrer romper lazos con Juez, quien esta semana ha quedado embrollado con su sacarle “una moneda”, en su enésimo escándalo verbal.
Lo mismo la dupla opositora tiene algunos otros ruidos más allá de la obsesión de Llaryora y los suyos por desarmarla.
Como ocurrió en 2023, la lejana candidatura a gobernador de 2027 ya asoma como un punto de fricción. Pero antes está 2025 y saben que ya no tienen la marca más exitosa para elecciones nacionales: Juntos por el Cambio.
Por eso, ya no sólo se tienen que acomodar entre ellos sino ver cómo se relacionan con Milei y con los demás libertarios: si no negocian, si negocian en tándem o si lo hacen individualmente.
Lo mismo, las flores que se tiraron Llaryora y Ferrer tampoco tendrían un impacto a corto plazo en el comportamiento radical en la Legislatura, que estará un mes de virtuales vacaciones de invierno en el contexto de esta incomodidad del oficialismo de estar en paridad con los opositores.
El pacto a la cordobesa o una ampliación del pretendido partido cordobés va a tener que seguir esperando.
